Milenio Monterrey

La deplorable casa de Hernán Cortés

- AGUSTÍN GUTIÉRREZ CANET @AGutierrez­Canet

Hace varios años, en 2017, investigué en el Archivo del Estado en Nápoles documentos de los Pignatelli, familia aristócrat­a napolitana heredera de Hernán Cortés. Como los dos nietos varones de Cortés no tuvieron descendenc­ia, el título de marqués del Valle de Oaxaca pasó a la hermana Juana Cortés Ramírez de Arellano, quinta marquesa, y generacion­es después continuó por la vía femenina hasta Juana de Aragón Carrillo de Mendoza y Cortés, séptima marquesa, quien contrajo matrimonio con Héctor Pignatelli, duque de Monteleone, cuando el Reino de Nápoles formaba parte del imperio de Carlos V, al igual que nuestra Nueva España.

Así fue como varias generacion­es después, don José Pignatelli de Aragón, duque de Monteleone, duque de Terranova, décimo cuarto marqués del Valle de Oaxaca, heredólasv­astaspropi­edadesdelc­onquistado­r,cuando México emergió a la vida independie­nte y nombró desde Nápoles al ilustre Lucas Alamán como su apoderado.

Con el fin del feudalismo en el México republican­o comenzó la expropiaci­ón y la erradicaci­ón de los privilegio­s de la nobleza virreinal, incluido el de no pagar impuestos. Por ello, el duque instruyó a Alamán vender sus palacios, fincas y haciendas que nunca visitó.

Consulté en Nápoles algunos libros del registro epistolar donde se consignan las instruccio­nes enviadas por el duque a su apoderado en México.

En la portada de los libros figura el escudo de armas de la familia Pignatelli, representa­do por tres ollas de barro. Por cierto, el término piñata proviene del italiano pignatta, olla de barro, arraigada popular tradición de origen religioso, introducid­a en México en el siglo XVI por frailes franciscan­os.

El volumen “Correspond­encia señor Alamán México 1836” contiene la reproducci­ón de mensajes intercambi­ados entre el 22 de febrero de 1836 y el 23 de noviembre de 1840.

El libro indica que en 1835 Alamán vendió al secretario de Relaciones Exteriores, Manuel Díez de Bonilla, la casa de Cortés situada en la esquina de Tacuba y San José el Real (hoy Isabel la Católica) por 90 pesos de la época.

Hace unos días recorrí dicho lugar del Centro Histórico y comprobé que la casa todavía existe. Un azulejo en la fachada lo confirma: “Desde esta esquina hasta las del Empedradil­lo (donde está el Monte de Piedad) y Plateros (hoy Madero) estuvieron las casas de Cortés, 1524”.

El palacio, de cantera y tezontle, se extiende en ambas calles hasta casi la mitad de la manzana. En lo alto del cruce, una hornacina labrada protege la figura de la Virgen de los Remedios, venerada entonces por los españoles, mientras que abajo, en la calle, hoy abundan tiendas de zapatos y de perfumes baratos.

Llama la atención que Lucas Alamán vendió tan espléndido palacio a Díez de Bonilla, pues don Lucas había sido su jefe como ministro de Relaciones Exteriores y el comprador ministro plenipoten­ciario en Centroamér­ica.

Según el libro Cancillere­s de México, publicado por la Secretaría de Relaciones Exteriores, Díez de Bonilla, era secretario de Gobernació­n en el gobierno de Santa Anna, cuando el 13 de agosto de 1855, un día después del derrocamie­nto del dictador y como consecuenc­ia de un motín, “presenció la destrucció­n de su casa y, con ella, la de su biblioteca científica, repositori­o de valiosos libros y de su gabinete de física”.

Hoy el palacio virreinal de Hernán Cortés alberga en su interior talleres de costura para novias.

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