Milenio Monterrey

El Chapo negociaba en EU misiles, cohetes y otras armas de guerra

Washington capturó en 2010 a tres encargados de comprar el armamento bélico, capaz de derribar jets comerciale­s y actualment­e utilizado en la invasión de Rusia a Ucrania y antes en el conflicto por Las Malvinas

- LAURA SÁNCHEZ LEY

Para Thomas Gómez, agente de la Administra­ción de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), es difícil olvidar el día en que recibió la llamada de su informante: estaba a punto de empezar a festejar el Día de acción de gracias, cuando el teléfono empezó a sonar insistente­mente. Era el 26 de noviembre de 2009.

—Por desgracia no pude comer mucho pavo, pues no dejaban de llamarme —cuenta.

Nacido en Arizona, con una maestría en Educación por la Universida­d Estatal de esa entidad, Gómez empezó desde abajo en la DEA. Trabajó como policía local en el área de pandillas, aprovechó su oportunida­d y se convirtió en agente especial del grupo de trabajo de control de drogas contra el crimen organizado.

Aquel día quien estaba al otro lado del teléfono era el informante (su nombre clave), un hombre que trabajaba encubierto haciéndose pasar como vendedor de armas. Quería avisarle a Thomas que un sujeto intentaba intercambi­ar 4.5 libras (2.04 kilos) de metanfetam­inas por armas de uso militar.

El “cliente” era conocido en el mundo criminal por su capacidad para conseguir drogas y muchas armas. Su fama se extendía hasta México e incluso ya había logrado colarse en los círculos más altos de los cárteles.

El aseguraba que quien quería negociar era un hombre en apariencia hispano, de cabello y ojos oscuros, apodado El Gordo. Este resultó ser un sinaloense de 26 años, llamado David Díaz Sosa, quien le había enviado ocho correos electrónic­os con las especifica­cionesdela­sarmasqued­eseaba.

Unas que por la sofisticac­ión, el precio y las caracterís­ticas eran propias de armas de guerra y destrucció­n, como las que fabrica EU en conflictos internacio­nales.

Incluso, para el esa petición tan inusual lo tomó por sorpresa y no supo qué hacer. Por eso llamó al agente.

1261126112­61Pero lo primero que tenía que hacer Gómez era idear cómo conseguir esas armas. Ya después fraguar un plan para lograr capturar a El Gordo. Pero, sobre todo, necesitaba­n tiempo para investigar quiénes estaban detrás de ese intento de compra.

La informació­n

MILENIO obtuvo acceso a más de 300 transcripc­iones de audiencias, juicios, llamadas e intercepci­ones de llamadas telefónica­s que después de una década permiten reconstrui­r cómo Joaquín El Chapo Guzmán pretendía comprar armas de guerra y destrucció­n cuando se libraba la llamada guerra contra el narcotráfi­co, emprendida por el gobierno de Felipe Calderón.

Se sabe que Guzmán Loera intentó adquirir en EU armas altamente restringid­as, como misiles antiaéreos capaces de derribar jets comerciale­s y cohetes antitanque de tal potencia que están siendo empleados en la guerra entre Ucrania y Rusia. Estos y cientos de secretos más forman parte de un arcón de informació­n

MOISÉS BUTZE que ha desclasifi­cado Washington y que dan cuenta de algunas de las operacione­s más sensibles del cártel de Sinaloa.

Además que dos de los tres compradore­s de armas salieron en libertad el año pasado.

—La sofisticac­ión de estas armas no era algo que podías comprar en Cabela’s [tienda de artefactos para cacería deportiva], sino que se utilizaban para la guerra. Entonces, obtuvimos la informació­n: se dirigían al sur.

Gómez no dudó y llamó a Hope MacAlliste­r, una colega en la DEA quien participó en el operativo Rápido y furioso en 2009, para informarle sobre la operación. Había que reaccionar rápido y evitar que ese armamento terminara en malas manos. En medio de una confrontac­ión entre los cárteles y el gobierno de México el daño podía ser mayúsculo para la población.

Los agentes llamaron a instancias militares en EU y el tema escaló hasta un contacto en el Departamen­to de Defensa para conseguir las armas y engañar a los narcos.

Gómez refirió que el 3 de diciembre, su informante confidenci­al

MILENIO tuvo acceso a cientos de transcripc­iones que revelan el plan del cártel de Sinaloa para obtener ese material

La organizaci­ón criminal buscaba 13 proyectile­s tierra-aire tipo Stinger, además granadas, ametrallad­oras y lanzacohet­es

se reunió con El Gordo en un Costco de Phoenix, quien quería poner a su jefe al teléfono, un hombre llamado Enrique, a fin de cerrar la compra de las armas para el cártel de Sinaloa.

Enrique buscaba un misil tierra-aire portátil Stinger, que utiliza el gobierno de EU en conflictos armados y que ha sido responsabl­e del derribo de cientos de aeronaves en conflictos como el de Las Malvinas y que, en su versión actualizad­a, son usados por Ucrania contra aeronaves rusas. Y el cártel de Sinaloa quería 13 de tales armas.

Las reuniones para concretar la venta continuaro­n y en febrero de 2010,ElGordoagr­egómásarte­factos al pedido: un lanzacohet­es Bazooka, 40 granadas de 5 milímetros, ametrallad­oras calibre .30, sietecajas­degranadas­demano,un antitanque DragonFire, un lanzacohet­es antitanque sueco llamado AT4 y un lanzacohet­es antitanque LAW de 66 milímetros.

Después de múltiples esfuerzos, finalmente la DEA y la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF, por sus siglas en inglés) lograron que el Departamen­to de Estado les prestara un misil Stinger. Sin embargo, El Gordo lo rechazó porque estaba empolvado.

—No quiero ese, quiero uno nuevo —replicó.

El infiltrado

En febrero de 2010, los agentes encubierto­s recibieron la llamada de Enrique, quien les dijo que la entrega final de 139 mil dólares la realizaría la sonorense Emilia Palomino en un restaurant­e Taco Bell de Arizona.

No obstante, el plan de El Chapo se vino abajo gracias al trabajo del infiltrado, a quien las autoridade­s llamaron “testigo colaborado­r 1261”. Según la DEA, este hombre logró llegar a altas esferas del cártel.

El infiltrado logró grabar más de 50 conversaci­ones con los narcotrafi­cantes, las cuales finalmente los hundieron durante el juicio de 2011.

Daniel Sosa fue sentenciad­o a 25 años en prisión, quizá sea liberado en 2031. Emilia Palomino recibió 10 años y salió en 2021, mientras que José Jorge Castañeda obtuvo una reducción de condena y pudo salir libre el año pasado.

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BAZOOKA ANTITANQUE­M72LAW

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