La inmadurez
Es urgente renunciar a esa costumbre tan nacionaldesubestimarelerror.Éstetieneconsecuencias, se pueden vislumbrar en los márgenes del equívoco y sus probabilidades. La democracia, esa cosa imperfecta, llena de reglas hechas de las desconfianzas y la necesidad de darles certezas, pide no abandonar el asco al desorden que se respira.
El reduccionismo manifiesta cada mañana su negación a lo complejo y ve en el entendimiento de la democracia su más natural antípoda.
La defensa y fomento a lo impreciso entró a una carrera por habitar terrenos posdemocráticos, sin siquiera valorar y aprender las bases del consenso, su materia prima.
Hemos asumido normal el espectáculo de la simplificación política. Ahí, donde se hace decir lo que nadie pronunció e inflan suposiciones y prejuicios, se construyen en el aire los pisos de una realidad poco amable.
Mientras la voz del Palacio ha sido incapaz de dar una entrevista auténtica, presume apertura en conferencias de prensa como si lo inédito no fuese así por su disfuncionalidad. Sabe que en el salón de sus quereres matinales no hay espacio para la profundidad. La entrevista exige sostener lo dicho a través de la argumentación y todo el diseño político de su gobierno la ha evitado.
Contra el INE, el Presidente promueve el desorden porque sólo en él sabe desenvolverse. Por eso la ley le estorba. También la política que debe impedir el caos. Como adolescenteveenelordenunaafrenta.Entonces,promuevelaadolescencia colectiva de un país ensimismado y rechaza el contraste de sus afirmaciones.
Ha transformado en dogma identitario las más arbitrarias percepciones de la no comprobación. Se atreve a hablar de democracia y de política haciendo tribu. Si alguna de las dos interesara, a él, a sus ecos y altos funcionarios vueltos cómplices, sabrían que la ética política obliga decirles a sus mayorías que las preocupaciones de las minorías son válidas en una democracia.
Romper la normalidad democrática es minar las posibilidades de negociación y alternancia. No solo la reforma electoral propuesta por el gobierno mexicano, sino su retórica dicotómica, anulan la viabilidad de cualquier tipo de diálogo. La responsabilidad exige recuperarla.
Contra el INE, AMLO promueve el desorden porque solamente en él sabe desenvolverse