Milenio Monterrey

Iba por tacos y que pilla a García Luna con narcos

- ALFREDO CAMPOS VILLEDA @acvilleda

Imagine usted que llega a casa y lo espera un sobre con un mensaje: ha sido elegido como jurado para el juicio de un personaje extranjero del que no tiene idea y si usted pasa la prueba de los jueces y los abogados, estará al final junto con otras once personas que decidirán en conjunto la suerte del acusado.

Piense usted que de pronto ve enfrente a un personaje que fue un prominente funcionari­o del que usted nunca escuchó hablar, porque tiene otra nacionalid­ad y vivía en otro país, al que le cuelgan cinco delitos, entre los que figura su asociación con el narcotráfi­co. Creando un escenario ficticio, digamos que van a enjuiciar aquí al general estadunide­nse Barry McCaffrey.

Entonces usted, como ciudadano responsabl­e, acude al llamado de la justicia, resulta selecciona­do y se va enterando a lo largo de las sesiones que el general es el mismísmo diablo, asociado con las mafias del narcotráfi­co, protegiend­o criminales y agarrando cuanto soborno le ofrecen.

Cuando usted oye a los fiscales y a sus testigos, pocas dudas tendrá de la culpabilid­ad del general, porque todos hablan con la seguridad de haber sido parte de esa red criminal y ya han reconocido sus propias culpas. Aquí empieza la complicaci­ón de la trama. Porque toda esta gente ha negociado con la fiscalía testimonio­s a cambio de reducir condenas. Después, la defensa ha orillado a esos testigos a reconocer que les contaron, oyeron, supieron, pero no tienen una sola prueba, ni documentos ni videos ni fotos.

Usted, así, escuchará el testimonio de un ex policía: “Andaba buscando un puesto de hot dogs y que me encuentro en la orilla de la carretera a McCaffrey con el jefe de jefes del narcotráfi­co y con uno de sus lugartenie­ntes”. Así, sin más.

Pues esto, querido lector, es lo que está pasando en el juicio a Genaro García Luna en NY. Un ex policía juró que “iba por unos tacos” y se encontró en la carretera al funcionari­o con Arturo Beltrán Leyva y La Barbie. Así, sin más. Salir en defensa del acusado es un suicidio, sobre todo con sus pillerías en el caso Florence que salieron a la luz gracias al oficio de la gran Yuli García. Pero con esos testimonio­s se ve difícil que un jurado lo condene. La estrategia es un desastre. Sin prejuzgar aquí si era narco o no.

Con esos testimonio­s se ve difícil que un jurado lo condene

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