Iba por tacos y que pilla a García Luna con narcos
Imagine usted que llega a casa y lo espera un sobre con un mensaje: ha sido elegido como jurado para el juicio de un personaje extranjero del que no tiene idea y si usted pasa la prueba de los jueces y los abogados, estará al final junto con otras once personas que decidirán en conjunto la suerte del acusado.
Piense usted que de pronto ve enfrente a un personaje que fue un prominente funcionario del que usted nunca escuchó hablar, porque tiene otra nacionalidad y vivía en otro país, al que le cuelgan cinco delitos, entre los que figura su asociación con el narcotráfico. Creando un escenario ficticio, digamos que van a enjuiciar aquí al general estadunidense Barry McCaffrey.
Entonces usted, como ciudadano responsable, acude al llamado de la justicia, resulta seleccionado y se va enterando a lo largo de las sesiones que el general es el mismísmo diablo, asociado con las mafias del narcotráfico, protegiendo criminales y agarrando cuanto soborno le ofrecen.
Cuando usted oye a los fiscales y a sus testigos, pocas dudas tendrá de la culpabilidad del general, porque todos hablan con la seguridad de haber sido parte de esa red criminal y ya han reconocido sus propias culpas. Aquí empieza la complicación de la trama. Porque toda esta gente ha negociado con la fiscalía testimonios a cambio de reducir condenas. Después, la defensa ha orillado a esos testigos a reconocer que les contaron, oyeron, supieron, pero no tienen una sola prueba, ni documentos ni videos ni fotos.
Usted, así, escuchará el testimonio de un ex policía: “Andaba buscando un puesto de hot dogs y que me encuentro en la orilla de la carretera a McCaffrey con el jefe de jefes del narcotráfico y con uno de sus lugartenientes”. Así, sin más.
Pues esto, querido lector, es lo que está pasando en el juicio a Genaro García Luna en NY. Un ex policía juró que “iba por unos tacos” y se encontró en la carretera al funcionario con Arturo Beltrán Leyva y La Barbie. Así, sin más. Salir en defensa del acusado es un suicidio, sobre todo con sus pillerías en el caso Florence que salieron a la luz gracias al oficio de la gran Yuli García. Pero con esos testimonios se ve difícil que un jurado lo condene. La estrategia es un desastre. Sin prejuzgar aquí si era narco o no.
Con esos testimonios se ve difícil que un jurado lo condene