Milenio Monterrey

Un narcovideo, la primera pista de los nexos criminales de García Luna

Un grupo de 11 integrante­s de la AFI entregó en 2015 a cuatro zetas a sicarios de La Barbie, quienes grabaron la tortura y la ejecución de uno; el jefe de esos agentes se convirtió un año después en titular de Seguridad Pública

- ÓSCAR BALDERAS

Cuatro hombres miran a la cámara que sostiene un sicario. Están golpeados, sentados en el piso, recargados en una pared cubierta con plásticos negros para que su sangre no salpique las paredes. Son sus últimas horas con vida y están obligados a responder en video cómo es que ellos, integrante­s de Los Zetas, se deshacen de los cuerpos de sus víctimas. Detrás del lente están pistoleros de Édgar Villarreal, La Barbie, socio del clan Beltrán Leyva y aliado de Joaquín El Chapo Guzmán.

El video está hecho en Acapulco, Guerrero. La fecha es 16 de mayo de 2005. Formalment­e, la “guerra contra el narco” aún no comienza —iniciará hasta el 11 de diciembre de 2006— pero el país ya comienza a ver los horrores de la narcopolít­ica. Y esa grabación será la primera gran pista que reciba el gobierno federal sobre la presunta protección de Genaro García Luna al cártel de Sinaloa.

La historia comienza una semana antes cuando uno de esos cuatro hombres interrogad­os en la grabación, un militar desertor llamado Juan Miguel Vizcarra, le anuncia a su novia Norma que irán de vacaciones a Acapulco. Les acompañará su hija de apenas dos años. Los tres salen de Nuevo Laredo, Tamaulipas, con reservacio­nes para una habitación con vista al mar sobre la costera Miguel Alemán.

Pero las vacaciones no son como Norma las piensa. Juan Miguel se rodea de hombres extraños y únicamente sale con ellos de noche; además, ordena a su esposa que no salga al bulevard con la niña y que pasen horas viendo televisión o las olas desde el balcón. El viaje toma un giro inesperado el 15 de mayo a las 7 de la mañana cuando Juan Miguel recibe una llamada que lo hace jalarse el cabello y golpear las paredes.

“¡Atraparon a esos pendejos en Zihuatanej­o!”, grita él, según dijo Norma en la entonces Procuradur­ía General de la República (PGR). Y ahí es cuando, agobiado, Juan Miguel le confiesa a su novia su ocupación real y el verdadero motivo del viaje: es jefe de sicarios de Los Zetas y tiene gente repartida en Acapulco y Zihuatanej­o para cumplir la misión casi imposible de arrebatar el control de Guerrero al clan Beltrán Leyva, sus enemigos a muerte.

“Estamos jodidos. Cuando agarran a uno, agarran a todos”, dice tembloroso, mientras mete sus pertenenci­as en una maleta y le pide a Norma que haga lo mismo con las suyas y las de su hija. Salen del hotel a buscar tarjetas telefónica­s de prepago para pedir una extracción. Tienen que huir de Acapulco. El cártel de Sinaloa va por ellos.

No logran avanzar más allá del parque Papagayo. Tres camionetas sin placas les cierran el paso y de ellas salen una decena de hombres armados con uniformes con tres letras. Antes de ser privados de la libertad, Norma alcanza a leer “AFI”, es decir, Agencia Federal de Investigac­iones, el cuerpo de espías que lideró Genaro García Luna hasta el fin del sexenio de Vicente Fox.

Norma y su hija son liberadas un día después. De inmediato, ella reporta la desaparici­ón de su novio Juan Miguel, pero ya es muy tarde. Él y otros tres zetas — Sergio Alberto Ramón, Andrés Tamariz y Édgar Ortiz— ya habían sido entregados por agentes de la AFI al cártel sinaloense para ser torturados en una casa de seguridad de La Barbie. Para que no haya duda sobre el final de los cuatro foráneos, al terminar el video se observa una mano que dispara en la sien de Juan Miguel, formado en la élite del Ejército.

Aquel material es “quemado” en un DVD que sicarios de La Barbie llevan hasta la PGR. La intención, reveló el asesinado comandante acapulqueñ­o Mario Núñez, es que el gobierno difunda el interrogat­orio entre los jefes criminales como un mensaje para los enemigos del cártel de Sinaloa: en Guerrero y en todo el país, la AFI detendría a los contrarios y se los entregaría­n. El gobierno federal, a través de García Luna, fungiría como el operador de los levantones.

Sin embargo, la procuradur­ía a cargo de Daniel Cabeza de Vaca no difunde el video. En el edificio de Paseo de la Reforma creen que pueden esconder la masacre. Y les funciona… pero solo por unos meses, porque dos discos con el interrogat­orio llegan a las oficinas de dos diarios estadounid­ense, Kitsap Sun y The Dallas Morning News, que publican la historia el 1 de diciembre de 2005.

“Llegó como paquetería de rutina en un sobre blanco tamaño carta (...) sin dirección del remitente. Adentro había un par de DVD sin identifica­ción, sin notas ni nada. El editor casi los tira a la basura. Pero no lo hizo”, se lee al inicio del texto de la periodista Julie McCormick.

Los textos en inglés describen el interrogat­orio de siete minutos: los zetas no solo hablan de cómo “guisan” a sus enemigos, también dejan ver supuestos tratos con autoridade­s en la frontera con Estados Unidos y admiten, a punta de pistola, el homicidio de la periodista Lupita García Escamilla en Tamaulipas.

La inquisició­n de Acapulco se vuelve noticia internacio­nal con énfasis en que las autoridade­s mexicanas colaborarí­an con el crimen organizado. El escándalo obliga al gobierno federal a convocar a una rueda de prensa al día siguiente en la cual José Luis Santiago Vasconcelo­s, subprocura­dor de Investigac­ión Especializ­ada en Delincuenc­ia Organizada, admite que 11 agentes de la AFI sirvieron como secuestrad­ores para el cártel de Sinaloa.

Aquel día, Kitsap Sun da seguimient­o a su cobertura con un titular aún vigente: “Un misterioso DVD termina en asesinato, pero la historia apenas comienza”.

El jefe de esos agentes se convirtió un año después en secretario de Seguridad; la historia de corrupción y sus nexos con La Barbie apenas comenzaban.

Dos discos con el interrogat­orio llegaron a los diarios Kitsap Sun y The Dallas Morning News

La PGR admitió que los efectivos sirvieron como secuestrad­ores para el cártel del Chapo Guzmán

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LUIS M. MORALES

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