Putin evoca la victoria de Stalin sobre los nazis
El presidente ruso amenaza a Europa con responder «y no solo con tanques»
“No pongas tu interés en el dinero, pero pon tu dinero a interés”
Oliver Wendell Holmes
Rusia pasa apuros en el frente ucraniano, pero ayer recordó cómo llevó a Adolf Hitler a su primera rendición en 1943. Vladimir Putin evocó el heroísmo del ejército soviético que derrotó a las fuerzas nazis en Stalingrado hace 80 años afirmando que ahora Rusia se dispone a derrotar a una Ucrania que, según él, está en manos de una nueva encarnación del nazismo.
«Desafortunadamente, vemos que la ideología nazi en su forma y manifestación moderna nuevamente amenaza directamente la seguridad de nuestro país», dijo Putin a una audiencia de oficiales del ejército y miembros de grupos patrióticos y juveniles de la ciudad. «Una y otra vez tenemos que repeler la agresión de Occidente. Es increíble pero es un hecho: nuevamente estamos siendo amenazados con tanques Leopard que llevan cruces alemanas».
Esta vez Rusia no es el invadido sino el invasor. Pero eso no importaba en una nublada tarde en Volgogrado, una ciudad que se cambia el nombre un par de veces al año, en el Día de la Victoria y en aniversarios como este, para reencarnarse en la que fue su denominación hasta 1961: Stalingrado. Putin dibujó en su discurso lo que dijo que era el espíritu de los defensores de Stalingrado para explicar por qué pensaba que Rusia prevalecerá en Ucrania. Aseguró que la batalla de la Segunda Guerra Mundial es un símbolo de «la naturaleza indestructible de nuestro pueblo».
Mientras Volgogrado jugaba a ser Stalingrado, Putin se asoma a sus 23 años en el poder tratando de huir del fantasma del también interminable Leonid Brezhnev, el líder soviético que presidió el estancamiento de la URSS, pero que cerró su largo mandato enfangado en un conflicto imposible de ganar en Afganistán.
Igual que en 1941, Rusia está en guerra, aunque de momento no quiere llamarla por su nombre. Mientras, Stalin ha dejado de ser una palabra discutible. La vieja Stalingrado, heroica como siempre, inauguró un nuevo monumento al dictador soviético, cuyas purgas, hambrunas, campos de concentración y abusos son sobradamente conocidos por los rusos.
La victoria sobre los nazis sirvió para soldar las costuras de una Unión Soviética que había heredado apetitos imperiales. El recuerdo de Stalin fue borrado del mapa por su sucesor, Nikita Jrushchov, el mismo que entregó Crimea a la Ucrania soviética. Putin la recuperó para Rusia en 2014. En los últimos años los políticos rusos –y hasta los libros de texto escolares– han enfatizado el papel de Stalin como líder triunfador en tiempos de guerra. Al fin y al cabo, así se convirtió la Unión Soviética en una superpotencia. Y así está pugnando Rusia ahora para no dejar de ser un imperio.
Las pegas que se pusieron al estalinismo tras la apertura de los archivos de la vergüenza vuelven a callar con el fascinante rugir de las ceremonias bélicas, esa especie de morfina social
que el régimen de Putin dispensa con mayor arte y esmero. Aviones sobrevolaron la ciudad, que fue prácticamente reducida en su totalidad a escombros durante la lucha contra los alemanes, mientras tanques y vehículos blindados modernos y también unos cuantos de la Segunda Guerra Mundial pasaban delante de miles de personas que se agolparon en las calles para ver el desfile.
«Aquellos que empujan a los países europeos, incluida Alemania, a una nueva guerra con Rusia y esperan obtener una victoria en el campo de batalla, aparentemente no entienden que una guerra moderna con Rusia será muy diferente para ellos», avisó Putin. «No enviamos nuestros tanques a sus fronteras, pero tenemos los medios para responder, y no sólo con el uso de vehículos blindados, todos deben entender eso», amenazó el líder ruso, que el año pasado metió sus blindados en Ucrania después de semanas negando que planease una invasión.