La Biblioteca de Alejandría
Por un interesante libro de Luciano Canfora, editado en la colección de Breviarios del FCE, he acabado embarcado en un fascinante viaje al pasado, a aquellos años en que Aristóteles fue designado mentor del futuro Alejandro Magno, en el que este estudioso italiano nos va abriendo paso junto con los eventuales testigos que enterarán a la Historia sobre una empresa fundacional conocida como La gran Biblioteca de Alejandría.
Esa primera Summa, germen de dimensiones inusitadas para la futura Enciclopedia francesa, tiene un rastro que Canfora ha seguido en La biblioteca perdida y comienza con la llegada de Hecateo de Abdera, historiador y filósofo griego, a Egipto, donde los sacerdotes le mostraron en el valle de las reinas el mausoleo de las concubinas de Zeus y la enigmática tumba de Ramses II.
Sobre la biblioteca sagrada, habrá dicho el filósofo visitante, se hallaba la leyenda “Lugar del cuidado del alma”. Canfora explica: “La introducción en Egipto del modelo aristotélico fue la clave de su éxito. Aquel modelo que había colocado a la escuela peripatética a la vanguardia de la ciencia occidental ahora era adoptado en Alejandría con gran clase y bajo la protección real; tanto, que luego se dijo que Aristóteles fue el primero en coleccionar libros y en enseñar a los reyes de Egipto a organizar una biblioteca”. Demetrio de Falero, político y filósofo que gobernó Atenas de 317 a 307 a. C., era el encargado de la biblioteca. Él y Ptolomeo habían definido que para reunir en Alejandría “los libros de todos los pueblos de la tierra” se requería un total de quinientos mil rollos, por lo que el rey envió cartas a todos los soberanos para que le mandaran las obras de todo tipo de autores, “poetas y prosistas, oradores y sofistas, médicos y adivinos, historiadores…”.
Para que usted se quede salivando, solo quiero decirle que algunos de los siguientes capítulos son “El simposio de los sabios”, “La jaula de las musas”, “La biblioteca rival” y “El incendio”.
Para reunir “los libros de todos los pueblos de la tierra” se requería un total de quinientos mil rollos