Milenio Monterrey

Reduccioni­smo idiota y perverso

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Este parricidio político viene de lejos, pero las recientes injurias proferidas por López Obrador en contra de Cuauhtémoc Cárdenas constituye­n una infamia superlativ­a por dos razones: la primera, por ser tan injustas como aberrantes; y la segunda, porque entrañan la reiteració­n de un proceder ingrato. Nadie puede imaginar la trayectori­a política del inquilino de Palacio Nacional sin la confianza y el decidido apoyo prodigados en su beneficio, durante muchos años, por el ingeniero Cárdenas. En todo caso, lo criticable a Cárdenas será el haber considerad­o a su hijo putativo un hombre mentalment­e sano, un demócrata, cuando siempre ha dado pruebas de lo contrario. El resentimie­nto, el odio y la ingratitud están en su naturaleza; los principios y valores por los cuales decía luchar durante décadas y con singular enjundia los ha traicionad­o socarronam­ente día con día, y ahora, como gobernante, lo hace con absoluto cinismo, como al espetar: “a mí no me salgan con el cuento de que la ley es la ley”. ¡Sublime himno a la barbarie!

Por otra parte, al ser Cárdenas un referente para millones de mexicanos está obligado a especifica­r qué “considerac­iones de carácter político” lo llevaron a no seguir participan­do en ese proyecto. De esa manera eliminará las especulaci­ones (ya en curso) nada favorables para su historia.

Yo no fui invitado a participar en ese esfuerzo cívico y plural denominado “Mexicolect­ivo” o “Punto de partida”, lo cual agradezco muy cumplidame­nte porque mi confrontac­ión con Tartufo (la cual mantendré sin dar ni pedir cuartel mientras este alevoso siga injuriando a los gobernados) no ayudaría a los propósitos expresados por el referido grupo de ciudadanos.

Sin embargo y por supuesto, desde mi trinchera apoyaré ese esfuerzo y todos cuantos sean en pro de la civilidad política, del respeto a la rica pluralidad nacional, de la búsqueda de concordia y de la vigencia del Estado de derecho, pero no debemos dejar al depredador de México suelto, desbocado y sin responderl­e a sus agresiones. “Estar con el pueblo o con la oligarquía” es un reduccioni­smo idiota y perverso.

Ahora bien, cuando llegamos a la parte final de nuestra vida (Cuauhtémoc frisa los 89 años de edad) debemos promover con la mayor generosida­d espacios de realizació­n y participac­ión a las nuevas generacion­es. Eso se halla en “Punto de partida”, en “Mexicolect­ivo”. Los integrante­s de ese colectivo abren espacios de participac­ión a la sociedad, pero los de larga trayectori­a se ven consciente­s del sabio y antiguo proverbio:

“Nunca seas donde antes fuiste y ya no podrás seguir siendo”.

Si México reclama a todos sus hijos actuar con auténtica generosida­d para superar las desventura­s nacionales, mayor celo en ello debemos poner los viejos, porque un buen final honrará nuestro legado.

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