Milenio Monterrey

Pinche gavilán

- JORDI SOLER

“Polla”, en México, significa gallina joven (Pequeño La ro us se) o“bebida hecha con huevos batidos, leche, azúcar y jerez dulce, con vainilla o canela, que se sirve fría ”( Diccionari­o del Español de México ). En España, el país donde escribo estas líneas, “polla”, además de gallinita, quiere decir, simple y llanamente: “pene” (Diccionari­o de la Real Academia).

El asunto es, más o menos, intrascend­ente, hasta que a alguien en España se le ocurre poner aquel hit de Ventura Romero Armendáriz, que cantaba Pedro Infante, titulado “El gavilán pollero”. Pongámonos en los zapatos de un ciudadano español y vayamos a la letra y a esos versos que en España provocan desconcier­to, pasmo y hasta risa loca.

Dice un verso de la canción: Se llevó mi polla el gavilán pollero. ¡Ah caray! El ave, después de su fechoría, va remontando el vuelo con la cosita del quejoso en el pico, o en las garras. Nada nos dice Pedro Infante sobre el detalle del asalto, quizá para no estropearn­os el desayuno, pero a nadie se le escapa que eso hay que descuajarl­o para poderlo robar.

Eso que arrancó de cuajo el gavilán era, nos dice el cantante, la pollita que más quiero. ¿Cómo?, ¿tiene otras que quiere menos? No nos metamos en ese berenjenal. Sin embargo Pedro Infante nos quiere bien adentro del berenjenal: infeliz gavilán, se llevó la polla más linda que tenía en mi gallinero. ¡Ah chingá!, efectivame­nte tiene varias pero, eso sí, menos lindas que la consentida.

¿Y qué hace el quejoso después de que le han robado la pollita? Pues irse a emborracha­r a la cantina, como hace cualquiera al que un ave de rapiña le haya merendado el chisme: que me sirva la otra copa cantinero, sin mi polla yo me muero. ¡Uta!, como para no morirse está la cosa, ¡pinche gavilán! El cantinero apanicado, como el que pone sus barbas a remojar, habrá invitado los tequilas.

Esto es lo que nos cuenta Pedro Infante en esa obra que en México es la cándida historia de un robo y en España la crónica sanguinole­nta de una emasculaci­ón. Y desde luego, y por si acaso, hay que ponerse pecho tierra si se acerca un gavilán.

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FOTOTECA MILENIO Pedro cuenta la cándida historia de un robo.

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