Milenio Monterrey

En la checa de Alcalá

- SANTIAGO GONZÁLEZ

Hay una cierta justicia poética en la relación de Pedro Sánchez con Podemos. Recuerden aquella entrevista con Ferreras en septiembre de 2019: «Sería un presidente del Gobierno que no dormiría por las noches, junto con el 95% de los ciudadanos que tampoco se sentirían tranquilos. Un Gobierno de coalición con Podemos es inviable». Esto ayuda a comprender que su primera decisión como presidente fuera, según confesó a su biógrafa Lozano, comprar un colchón. Él gobierna con Podemos y parece que duerme como un lirón. El 95% de los españoles no, pero el factor principal del insomnio colectivo es él, más que sus aliados.

Sánchez es un presidente demediado, sin mando sobre una parte de su Gobierno ni capacidad para destituir a parte de sus ministros, pongamos que hablo de las disminuida­s de Podemos. El caso es que

Irene Montero e Ione Belarra comparecie­ron ayer en el Círculo de Bellas Artes, junto a la delegada Vicky Rosell, para reivindica­r la Ley Sisí.

Había justicia poética y también memoria histórica, porque el lugar de la comparecen­cia fue la antigua checa de Alcalá, también llamada de Fomento, la más reputada de las más de 300 que funcionaro­n en Madrid durante la guerra civil.

Total, que ellas no se van; son fieramente antitaurin­as, pero como decía El Espartero, «más cornás da el hambre». Estuvo grande Ione Belarra, que aguantaba el tipo junto a su amiga Montero, luciendo un look «free the nipple», al insistir en la descalific­ación de los medios que hablamos de las rebajas a los violadores, porque es un tiempo que no dedicamos a los beneficios obscenos de la banca y de ese ejemplo de capitalism­o despiadado que es

Juan Roig, por no hablar de Ana Patricia Botín, a la que acusa de «estar nadando en billetes de 500 euros mientras la gente lo pasa mal». Ione revelaba aquí su fuente de metáforas tontas: en cuanto ve un capitalist­a se imagina al tío Gilito, el del Pato

Donald, tirándose desde el trampolín a una piscina llena de billetes y monedas.

Ella y su amiga Irene saben que él no tiene poder para echarlas. Este fin de semana se han superado las 400 rebajas de penas a los beneficiar­ios de la ley, los delincuent­es sexuales. La ley está bien hecha, insiste la marquesa, y ninguna reforma impedirá que algunos jueces sigan reduciendo penas. ¿Y en qué se basa esta eminente jurisperit­a, esta nueva Justiniana, para decir que está bien hecha? En que la hicieron «con el ministro competente, que era el ministro de Justicia, Juan Carlos

Campo». Miente como su novio y como el que nombró vicepresid­ente a su novio y ministra a ella, porque Campo dedicó un informe de 26 páginas a poner a parir el proyecto, en «una masacre legislativ­a, jurídica y ortográfic­a» de la ley Montero. Su novio, ejemplar machista acabado, lo tildó de «machista frustrado». O sea, aprendiz.

En la checa de Alcalá volvió a insistir en que «el consentimi­ento no se toca», como si no hubiese estado siempre en el centro de las relaciones sexuales. Ahora está dispuesta a ceder ante Sánchez para conservar el cargo, como si fuera posible corregir el disparate antes de que produzca sus efectos en las urnas el 28 de mayo.

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