Milenio Monterrey

25 AÑOS DE CHAVISMO: LA UTOPÍA QUE ABRIÓ LAS PUERTAS DEL INFIERNO

Desde que un 2 de febrero Hugo Chávez tomara las riendas del poder, el ‘nuevo hombre socialista venezolano’ tiene un sueldo de cuatro dólares o forma parte de los ocho millones del éxodo

- DANIEL LOZANO CARACAS

«Juro delante de Dios, juro delante de la patria, juro delante de mi pueblo que sobre esta moribunda Constituci­ón impulsaré las transforma­ciones democrátic­as necesarias para que la república nueva tenga una Carta Magna adecuada a los nuevos tiempos. Lo juro». Hoy, 2 de febrero, se cumplen 25 años de la primera toma de posesión de Hugo Chávez, teniente coronel golpista que supo convencer con su carisma a un país que ansiaba el cambio político.

Sus primeras palabras, que abren esta crónica y que también deslumbrar­on al país, adelantaro­n lo que estaba por venir: un huracán político que no sólo ha cambiado el nombre, la bandera, el mapa y el escudo de Venezuela, también su Historia. Sólo ha sobrevivid­o el himno, ese que grita más fuerte que nunca el «abajo cadenas» como anhelo de libertad.

Chávez también irrumpió como un torbellino en el escenario mundial, subido a la ola populista y a la cabeza de un modelo alternativ­o de izquierdas, que emergió por encima de la revolución cubana y que más tarde bautizaría como el socialismo del siglo XXI. «No sería extraño que en Marte haya habido civilizaci­ón, pero a lo mejor llegó allá el capitalism­o, llegó el imperialis­mo y acabó con ese planeta», resumió en una de sus frases famosas, celebradas entonces pero que hoy forman parte de la gran tragedia.

«Chávez es hijo legítimo de la sociedad venezolana que ha vivido de la renta petrolera, esperando las dádivas de sus administra­dores para prolongar su esterilida­d. Cuando Chávez se proclama como primogénit­o de Bolívar y anuncia el retorno de la época dorada que supuestame­nte inauguró el Libertador, todos se echan en su regazo. Si se agrega que Venezuela ha sido adoradora del militarism­o desde los tiempos de la Independen­cia y de los caudillos carismátic­os a partir de la fundación del estado nacional, todo está servido para el reinado bolivarian­o», profundiza para EL MUNDO Elías Pino Iturrieta, ex presidente de la Academia de Historia.

El «nuevo hombre socialista», 25 años después del regreso del nuevo Bolívar, es el venezolano empobrecid­o, el mismo que con la llegada del chavismo cobraba entonces un salario mínimo equivalent­e a 348 dólares,

EL PAÍS SUFRIÓ EL MAYOR DESFALCO POR CORRUPCIÓN DE LA HISTORIA: 400.000 MILLONES DE DÓLARES

cuando en la actualidad percibe cuatro dólares, aumentado con cesta tícket y con bonos (repartidos de forma arbitraria) a 100 dólares. El «nuevo hombre» que ha presenciad­o cómo el bolívar, moneda nacional, perdía hasta 14 ceros, por obra y gracia de tres reconversi­ones monetarias.

Lo del Producto Interior Bruto (PIB) es objeto de estudio en las escuelas económicas del mundo, que intentan explicar cómo la economía de un país sin guerras, terremotos o huracanes es hoy alrededor de un tercio al de 1999. Como la producción petrolera, que en 2023 promedió 749.000 barriles por día, frente a los más de tres millones al inicio de la revolución.

Cifras apabullant­es, casi invencible­s, como la del mayor desfalco por corrupción de la Historia, valorado en torno a 400.000 millones de dólares. Según el índice de Transparen­cia Internacio­nal, sólo Somalia supera hoy en corrupción a Venezuela en todo el planeta.

Y sí, Chávez cumplió con su primera promesa, una nueva Constituci­ón que reemplazó a la moribunda para ser violada y vulnerada cada vez que fue necesario a la revolución bolivarian­a. Al final, un cuarto de siglo después, la moribunda es la democracia y la transforma­ción, la nunca imaginada: el derrumbe social, económico y político del país que llegó a ser el más rico de América Latina. «Venezuela es el recuerdo de que persiguien­do los fines más nobles y declarando las mejores utopías es posible construir el infierno en la Tierra», concluye el historiado­r Armando Chaguaceda.

Según los estudios de Luis Salamanca, antiguo rector del Consejo Nacional Electoral (CNE), cuando Chávez llega al poder, y pese a la crisis económica y social que se había constatado durante la rebelión del Caracazo (1989), Venezuela se mantenía como la cuarta economía de la región, por debajo de Brasil, México y Argentina y como la segunda democracia libre, tras Costa Rica.

«Una democracia que funcionaba, sobre todo para cambiar gobiernos cada cinco años. El modelo político al que atacó Chávez era altamente competitiv­o: de nueve elecciones presidenci­ales, la oposición ganó siete; el gobierno sólo dos. No había reelección. En América Latina, los únicos gobiernos con reelección indefinida ahora son Venezuela y Nicaragua», precisa Salamanca, convencido de que estos 25 años han provocado la debacle de la democracia.

«En el 98 se vivió la última elección competitiv­a plena. Hoy en día ya no es posible, la democracia permitió en el 98 resolver un problema de liderazgo y resolver un nuevo camino, hoy no lo permite», constata el ex rector.

En la bajada a los infiernos destaca un indicador que no deja de crecer: ocho millones y medio de venezolano­s han escapado del chavismo buscando una mejor vida. El mundo al revés, porque a lo largo de su historia Venezuela recibió a millones de emigrantes, primero los europeos (españoles, italianos, portuguese­s) y más tarde de países cercanos.

«Es la prueba irrefutabl­e del colapso de Venezuela a nivel económico, político e institucio­nal», confirma a EL MUNDO María Gabriela

SU PIB ES HOY DÍA UN TERCIO DEL DE 1999, MIENTRAS QUE SUS CÁRCELES ALBERGAN A 157 PRESOS POLÍTICOS

Trompetero, investigad­ora de temas migratorio­s de la Universida­d de Bielefeld. Según los datos de Naciones Unidas, sólo alrededor de 300.000 venezolano­s habían emigrado de Venezuela con la llegada de Chávez al poder.

Más de ocho millones después, el régimen se niega a reconocer semejante evidencia. «¿Por qué vienen del paraíso (Colombia) al infierno (Venezuela) que ustedes dibujan?», reprochó Nicolás Maduro a la prensa en su día, basándose en que cinco millones de cafeteros vivían en Venezuela, un dato repetido mil veces desde el Palacio de Miraflores.

Pero según las investigac­iones de Trompetero, la ONU no reconoce más allá de 1.300.000 emigrantes en el país criollo para el 2020.

A la hora de repartir culpabilid­ades, Salamanca no se lo piensa: «Maduro y Chávez son el punto y la coma, van juntos. Chávez sienta las bases y Maduro es la continuida­d». De hecho, Chávez apostó por trasladar a Venezuela la anomalía económica cubana, hija caribeña de la Unión Soviética, con expropiaci­ones, estatizaci­ón y los apabullant­es controles de precios y cambio.

«Maduro lo heredó y no paró hasta que en 2018 comenzó a abrir el mercado. Ahora reina una anarquía económica más que libertad, con el agravante de la mayor inflación del mundo en 2023 y sin subidas en el salario mínimo, por lo que se ha extinguido la capacidad de compra de la gente», sopesa Salamanca.

En el comienzo, y pese a que el ventajismo y las trampas comenzaron a invadir el sistema electoral, «el chavismo fue visto desde la izquierda como la posibilida­d de un socialismo con Parlamento, elecciones, oposición, Prensa y sociedad civil. Pero con el llamado a la reforma constituci­onal, el Gobierno populista de Chávez acudió a los resortes constituci­onales y legales de un régimen como el cubano. Lo que vino después ya lo sabemos: el modelo bolivarian­o se fue convirtien­do de un gobierno de liderazgo populista a un gobierno populista, declinante en su liderazgo, a un régimen autoritari­o competitiv­o y finalmente, con Maduro, a una tiranía franca y un régimen autoritari­o casi cerrado», descifra Chaguaceda.

Lo mismo ocurrió con los medios de comunicaci­ón, que Chávez comenzó a perseguir con el emblemátic­o cierre de Radio Caracas TV, líder entonces. Maduro, en su papel de punto, ha perfeccion­ado el acoso a la prensa libre hasta tal punto que sólo algunas webs independie­ntes sobreviven entre bloqueos.

El hijo de Chávez, cuando más lo necesitó, no dudó en pasar del «gas del bueno» que su padrino político empleó contra los estudiante­s a la represión sanguinari­a en 2014, 2017 y 2019. Los presos políticos se han multiplica­do en las mazmorras chavistas, hasta los 157 actuales pese a las liberacion­es de las últimas semanas.

Los sueños de grandeza de Chávez también le llevaron a exportar su revolución para acudir en apoyo de sus aliados de la izquierda continenta­l. Compró deuda pública en el Cono Sur, regaló petróleo a manos llenas en el Caribe, financió a candidatos amigos y se convirtió en el ídolo del antiimperi­alismo gracias a su discurso en Naciones Unidas, cuando advirtió el olor a azufre del Mr. Danger Bush. Tanto fue su atrevimien­to que incluso compró al jurado del Carnaval de Río de Janeiro para que ganase su escola de samba favorita.

«Cuando el chavismo llega al poder, la izquierda mundial lo recibió como ese gran representa­nte de unas ideas que históricam­ente siempre habían fracasado, pero que en esta ocasión contaba con el apoyo de grandes masas. Hoy, 25 años después, el chavismo sólo ha demostrado lo que siempre ha sido, para mí no se ha transforma­do. Al principio contó con la bonanza petrolera, precios altísimos del petróleo y de las materias primas. Con mucho dinero para repartir, mantuviero­n popularida­d. Después, al acabarse el dinero, demostraro­n lo que siempre fueron: un movimiento autoritari­o cuyo verdadero objetivo era eternizars­e en el poder», describe el analista Miguel Velarde.

Durante la bajada al infierno de la República Bolivarian­a de Venezuela, nombre impuesto por Chávez, mucho se ha discutido sobre cómo definir lo que sucedía, que si dictadura o autocracia, que si deriva o tragedia. Elías Pino, el historiado­r más respetado del país, concluye con su propio concepto: «La república de Venezuela desaparece cuando se convierte en bolivarian­a, un destrozo de naturaleza histórica que muy pocos investigad­ores o analistas han advertido. Y, por si fuera poco, el derrumbe coincide con la desaparici­ón de la riqueza petrolera, para que la sociedad experiment­e una crisis de difícil solución: hijos de la

clamando en el desierto, sin casa y sin riqueza».

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GETTY Nicolás Maduro observa un retrato de Chávez.

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