Milenio Monterrey

“A los narcos también los buscaremos”

La lideresa del grupo de madres de Sonora, que lleva 2 mil hallazgos, pide nueva tregua al crimen: “nadie es Dios para estar quitando la vida y nadie merece desaparece­r”

- CONCEPCIÓN PERALTA SILVERIO CIUDAD DE MÉXICO

La madre buscadora que se atrevió a pedirle una tregua nacional al crimen organizado para indagar el paradero de sus seres queridos sin amenazas contra su integridad da otra zancada al frente en su rol como ícono de uno de los movimiento­s sociales que definen nuestro tiempo.

Su nuevo llamado de tregua a los narcotrafi­cantes pareciera un grito en el desierto, pero no lo es: la petición anterior logró que tres cárteles se comprometi­eran a dejarlas buscar a sus familiares sin tantas intimidaci­ones de por medio,

Y, aunque no todo criminal cumplió el pacto, algunos incluso dieron informació­n para ubicarceme­nterioscla­ndestinos.

Hasta les ha llegado a recordar a aquellos que atentan contra la vida de otros que “el día en que ustedes desaparezc­an, no olviden que habrá madres que los van a buscar”.

Más allá de su tierra

La sonorense Ceci Flores lleva nueve años como buscadora; empezaron a decirle Mamá Grande por ser una de las más activas y comprometi­das en Sonora.

Pero el sobrenombr­e se convirtió en la metáfora de su vida porque ahora la llaman de otros estados para que vaya a buscar a otros hijos desapareci­dos.

De los 52 mil cuerpos sin identifica­r en los Servicios Médicos Forenses, 2 mil fueron encontrado­s por el colectivo que Ceci lidera; sin quererlo, se convirtió en una de las madres buscadoras más visibles, inspirador­as, criticadas y controvert­idas.

A principios de febrero, un reporte de MilenIA, Central de Datos e Inteligenc­ia Artificial, reveló que las madres buscadoras y los desapareci­dos le arrebataro­n la conversaci­ón digital a los grupos del crimen organizado y sus exponentes, como El Mencho o El Mayo.

Desde septiembre de 2023, cuando Ceci alzó nuevamente la voz en un video para pedirle a los cárteles piedad para las madres buscadoras y ayuda para hallar a sus hijos, las redes sociales estallaron en reacciones y comentario­s.

Aunque ser mediática no necesariam­ente la blinda contra amenazas: sabe que “les estamos quitando la fama a los cárteles, ya no se habla tanto de éstos”, pero también reconoce que se sienten “más vulnerable­s por estar más en la mira.

“Hay muchas madres amenazadas como yo; desplazada­s de su estado y desapareci­das como Lorenza Cano; otras a las que les han quitado la vida como Angelita Meraz, de Tecate. Para nosotros es una mediatizac­ión y sí nos atemoriza”, responde la activista en entrevista con MILENIO.

De 2010 a la fecha han sido asesinadas 11 madres buscadoras y dos padres; una más está desapareci­da, Lorenza Cano, luego de ser secuestrad­a en Guanajuato en enero pasado.

Su familia

El 30 de octubre de 2015 en Los Mochis, Sinaloa, Alejandro Guadalupe, de 21 años, iba en su camioneta al trabajo cuando dos compañeros le pidieron un ride.

Al parecer, los colegas tenían vínculos con el crimen; “mi hijo estaba con ellos y también se lo llevaron”, revive Ceci.

En 2019, unos 12 hombres armados ingresaron a la casa de Marco Antonio, de 31 años, en Hermosillo, Sonora, y se lo llevaron junto con su hermano menor Jesús Adrián, de 13, quien estaba de visita.

Supo quiénes fueron, por qué se los habían llevado y dónde los podían tener: “Di con una de las personas que se los llevó, fui a su domicilio y hablé con él”.

El 10 de mayo la llamaron porque le darían su regalo por el Día de las Madres en un monte a las 12 de la noche; “ahí me entregan a mi hijo menor, pero no al mayor, por lo cual sigo en la búsqueda”.

Mamá Grande explica que Alejandro llevaba un mes casado cuando desapareci­ó y no tenía nexos con ningún grupo criminal.

Marco Antonio sí tenía problemas con un cártel porque vendía droga, pero a ella le da igual: “los dos son mis hijos”.

De los seis hijos, tres se convirtier­on en activistas; la mayor, Cecilia Guadalupe, es presidenta de un colectivo de Sinaloa y busca a su hermano Alejandro.

Milagros tiene un colectivo de jóvenes que ayudan a las madres que quieren buscar pero no pueden; la organizaci­ón va creciendo por todo el país.

Jesús, el menor recuperado, es buscador y presta ayuda a huérfanos e indigentes; por seguridad, la familia se reserva el nombre del cuarto hijo.

Sus hijos nunca le pedirán a Mamá Grande que deje las búsquedas, pero sí le ruegan que descanse porque su salud se deteriora: tiene los pulmones afectados por tanta putrefacci­ón de los cuerpos hallados y por el polvo que respira.

Aunque el número de madres que quiere seguir va disminuyen­do; la gente confía más en ellas que en las autoridade­s y los anónimos para hallar a gente siguen llegando por teléfono o a su página.

Y por esos mismos medios llegan las amenazas: “nos mandan personas ejecutadas y en pedazos; dicen que así nos van a dejar porque no dejamos de buscar.

“Que nuestros hijos eran una escoria de la sociedad que merecía ser desapareci­da, pero les comento que nadie es Dios para estar quitando la vida y nadie merece desaparece­r”.

_ Y les recuerda algo que quizá logre resonar en esos seres aparenteme­nte sin escrúpulos: “el día que ellos desaparezc­an, no olviden que habrá madres buscadoras que los van a buscar”.

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