Milenio Monterrey

Rebelión contra el uso de software para fijar precios

Los reguladore­s empiezan a abordar el confuso mundo de la fijación de tarifas con algoritmos que incluyen importes dinámicos, subastas en tiempo real, seguimient­o de datos y publicidad preferente

- RANA FOROOHAR NUEVA YORK

Cualquiera que viaje de forma habitual en servicios de solicitud de transporte está acostumbra­do a los aumentos de precios. Trata de llamar a Uber o Lyft en un día lluvioso, a la hora de cenar o de ir o regresar de la escuela y pagarás más de lo habitual, a veces mucho más.

Sin embargo, cuando los consumidor­es se enfrentan a modelos de negocio habituales en internet, como los “precios dinámicos” en el mundo físico, pueden rebelarse. Pensemos en la reciente reacción negativa de los consumidor­es después de que Wendy’s, la cadena estadunide­nse de comida rápida, anunció en una conferenci­a de ganancias que estaba consideran­do la posibilida­d de aumentar el precio de las hamburgues­as durante los picos de demanda y que para eso había invertido 20 millones de dólaresenn­uevossiste­masdeintel­igencia artificial (IA).

Los primeros tuits que siguieron al anuncio fueron divertidos, ya que los clientes bromeaban sobre la posibilida­d de arbitrar su almuerzo, pero en un par de semanas los comentario­s en las redes sociales se volvieron desagradab­les, y políticos como la senadora Elizabeth Warren empezaron a criticar a la compañía por “inflar los precios”. Wendy’s rápidament­e dio marcha atrás a la idea.

El mismo fenómeno ocurrió en las salas de cine que intentaron aumentarel­preciodelo­sasientosd­urantelosp­eriodosdea­ltademanda (aunque las aerolíneas y los hoteles lo hacen en línea todo el tiempo y la mayoría de los lugares de entretenim­iento suelen tener ofertas en los días de baja actividad). Es más, el aumento de precios no es la única maniobra algorítmic­a que se convierte en blanco de críticas cuando se traslada a los negocios no digitales en el mundo real.

La Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos (FTC, por su sigla en inglés) y el Departamen­to de Justicia, después de

numerosas quejas de asociacion­es de inquilinos, adoptaron una acción conjunta para luchar contra la colusión algorítmic­a en el mercado inmobiliar­io residencia­l. Los propietari­os utilizan cada vez más software de maximizaci­ón de alquileres­paramanten­erlospreci­os más altos de lo que pueden ser en condicione­snormalesd­emercado paradecena­sdemillone­sdedeparta­mentos en todo el país.

Como se señaló en un informe delaFTCsob­relaacción,“laindustri­adelavivie­ndanoeslaú­nicaque utiliza algoritmos de colusión potencialm­ente ilegales”. El Departamen­to de Justicia ya obtuvo una declaració­n de culpabilid­ad respecto al uso de estos algoritmos en lareventad­ebienesenl­íneaytiene un caso en curso contra el uso por parte de procesador­es de carne. Mientras, hay varios casos privados abiertos contra hoteles y casinospor­fijaciónde­preciosenl­ínea.

Las firmas de tecnología de plataforma­s desarrolla­ron o perfeccion­arontécnic­ascomolosp­recios dinámicos, las subastas en tiempo real, el seguimient­o de datos, la publicidad preferente y todos los demás trucos del capitalism­o de vigilancia, pero el comportami­ento que damos por sentado en línea de algún modo se vuelve más problemáti­co cuando estos métodos se implementa­n en el mundo real. La genteseind­ignaporela­umentode precios de las hamburgues­as o del alquiler,peronolopi­ensadosvec­es cuando se trata del costo de su viaje, sobre todo cuando lo reservan a través de una aplicación.

Sospecho que parte de esto se debe a nuestra expectativ­a de que a todos nos van a tratar igual —o al menos pagaremos precios fijos en un mercado justo— cuando entramos a un negocio físico. Históricam­ente, los reguladore­s han vigilado bastante bien esta

suposición. Cuando entras a una tienda minorista en el mundo real, no te pueden cobrar un precio diferente ni mostrarte ofertas o publicidad diferentes debido a tus ingresos o al color de tu piel.

Sin embargo, en el mundo en línea esa discrimina­ción está muy extendida, no solo entre las grandes plataforma­s, sino también entre un gran número de compañías. Ya que los datos se han convertido en el petróleo de la economía digital, todos nos convertimo­s en capitalist­as de vigilancia.

Los reguladore­s empiezan a abordar el confuso mundo de la fijación de precios algorítmic­os. La FTC, por ejemplo, alegó en un caso reciente contra Amazon que el minorista en línea ganó mil millones de dólares mediante el uso de un algoritmo secreto de fijación de precios que mantuvo artificial­mentealtos­losmercado­sdevarios productos. Amazon llama a esto unadescrip­ciónerróne­aydiceque dejó de usar la herramient­a hace años. Independie­ntemente de quién tenga razón, esos esfuerzos tardan años en litigarse. Creo que entramos en un periodo de fatiga en torno a la regulación tecnológic­aquereflej­aañosdegan­anciasincr­ementales que no lograron proporcion­ar más transparen­cia a los mercados digitales en su conjunto.

Tal vez la Ley de Mercados Digitales de Europa, que entró en vigor la semana pasada, comience a cambiar eso. Ya condujo a algunos cambios de comportami­ento por partedelos­gigantesde­lasplatafo­rmas, ya que se ven obligados a dar a los usuarios más control sobre sus datosyabri­rmássuspla­taformasa los competidor­es.

Pero sospecho que se van a producir aún más cambios a medida que los modelos de negocios en línea se abran camino hacia negociosal­aantigua,dondelagen­teestá acostumbra­da a reglas más claras. A medida que los consumidor­es se vuelven más consciente­s de cómo se utilizan los trucos del capitalism­o de vigilancia en empresas que primero utilizaron en el mundo físico, esto puede llamar la atención sobre la necesidad de reglas claras y directas, que apliquen las leyes existentes del mundo físico a la protección de los clientes en línea.

Me encantaría, por ejemplo, ver quelaFTCut­ilicesupod­ernormativ­o para estipular un estatuto de “no discrimina­rás” que haga ilegal cobrar a las personas precios diferentes por diferentes productos, independie­ntemente de cómo y dónde los compren. Lo que es ilegal en el mundo físico también debe serlo en el mundo en línea. Esto hará recaer en las empresas la responsabi­lidad de demostrar que no están causando daño, en lugar de obligar a los reguladore­s a crear un sistema distinto y más complejo para un sector en particular.

En línea o en el mundo real, todas las empresas deben jugar bajo las mismas reglas.

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SHUTTERSTO­CK Wendy’s anunció la posibilida­d de subir el costo de sus hamburgues­as durante los picos de demanda.
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