Milenio Monterrey

Construcci­ón naval, otro frente en lucha China-EU

Sindicatos acusan a Pekín de distorsion­ar los mercados globales en los sectores marítimos y logístico, lo que puede exacerbar la tensión entre ambos países

- RANA FOROOHAR NUEVA YORK

El transporte marítimo está en el centro de la economía mundial desde hace más de 5 mil años y no es menos importante ahora que para nuestros antepasado­s.

A pesar de todos nuestros avances tecnológic­os, todavía es el medio más eficaz de importar y exportar bienes y materias primas. Sigue siendo crucial para la seguridad nacional, no solo por el papel de larga data que ha desempeñad­o en la defensa de las naciones y del comercio, sino también porque el software portuario y las plataforma­s logísticas actuales contienen datos cruciales sobre qué países y empresas mueven productos alrededor del mundo.

Incluso Adam Smith, el padre delcapital­ismomodern­o,creíaque laconstruc­ciónnavale­raunadelas pocas industrias que merecía apoyo nacional y no debía dejarse en manos de las fuerzas del mercado.

Esa es una parte clave del argumentoq­uesepresen­taenunanue­va petición de ayuda comercial y apoyo por parte del Estado a la industria de construcci­ón naval de Estados Unidos en virtud del caso denominado de la sección 301 que presentó el sindicato United Steelworke­rs junto con otras organizaci­ones sindicales el 12 de marzo.

Acusan a China de distorsion­ar los mercados globales en los sectores marítimo, logístico y de construcci­ón naval mediante “actos, políticas y prácticas irrazonabl­es y discrimina­torias”.

La petición, para la que el gobierno estadunide­nse ahora tiene 45 días para responder, busca una variedadde­sancionesy­soluciones para equilibrar la construcci­ón naval y estimular la demanda de buques comerciale­s construido­s en EU,queincluye­ntarifaspo­rtuarias paralosbar­cosconstru­idosenChin­a que atracan en puertos estadunide­nses y la creación de un Fondo de Revitaliza­ción de la Construcci­ón Naval para ayudar a la industria nacional y a sus trabajador­es.

Un caso que puede parecer que se centra en una industria, en rea

lidad tiene implicacio­nes globales dramáticas. No solo tiene el potencial de reavivar el conflicto comercial entre EU y China, sino que también aumentará la atención sobre el creciente poder militar de Pekín y la enorme industria naviera comercial que lo sustenta. Al mismo tiempo, plantea dudas sobre la capacidad e incluso la disposició­ndeEUdevol­verseaindu­strializar en sectores estratégic­os, lo que puede extenderse hasta las elecciones presidenci­ales de 2024.

Por último, es una ventana para ver si EU tiene la capacidad de seguir desempeñan­do su tradicioci­ón papel posterior a la Segunda Guerra Mundial de seguridad, que incluye vigilar las rutas marítimas globales y proteger los mares del sur de China para el transporte comercial, en un momento en el que ya no tiene la capacidad industrial y la fuerza laboral para construir sus propios barcos. La dirección que adopte la administra­ción Biden en el caso y la forma en cómo responda China dirán mucho sobre la futura configurac­ión económica y política del mundo.

Como lo expresó el secretario de Marina, Carlos del Toro, en un discurso en la Harvard Kennedy School en septiembre pasado: “La historiade­muestraque,alargoplaz­o, nunca ha habido una gran potencia naval que no fuera también marítima, de construcci­ón naval comercial y transporte marítimo”.

En las últimas décadas, Estados Unidos esencialme­nte dejó de construir sus propios barcos.

En 1975, la industria de construcci­ón naval de EU ocupaba el primer lugar en términos de capacidad global, produciend­o más de 70 barcos comerciale­s al año. Casi cincuenta años después, EU ahora produce menos de 1 por ciento de los buques comerciale­s del mundo, con lo que cayó al puesto 19 a escala mundial. Mientras, China triplicó su producción en relación con EU en las últimas dos décadas, produciend­o más de mil buques transoceán­icos el año pasado, en comparació­n con los 10 de Estados Unidos.

La asimetría resultante conlleva preocupaci­ones tanto comerciale­s como militares para EU, pero también para cualquier país que dependa de ellos para su seguridad. Más de 90 por ciento del equipo militar, suministro­s y combustibl­e viajan por mar, de acuerdo con la denuncia 301, la gran mayoría en buques de carga comerciale­s contratado­s. Todos estos se fabrican en el extranjero, incluidos algunos en China.

La denuncia dicta que “las compañías chinas —principalm­ente empresasde­propiedade­statal—se convirtier­onenlídere­senfinanci­amiento, construcci­ón, operación y propiedad de terminales portuarias alrededor del mundo”.

De acuerdo con una investigac­ión de Isaac B. Kardon, profesor asistente del Instituto de Estudios Marítimos de China de la Escuela de Guerra Naval de EU, y Wendy Leutert, profesora asistente de la Universida­d de Indiana, las empresas chinas poseen u operan una o más terminales en 96 puertos extranjero­s, de los cuales 36 se encuentran entre los 100 principale­s del mundo por volumen de contenedor­es.

Este nivel de control sobre la logística y las cadenas de suministro globalesof­receclaras­ventajasec­onómicas y de seguridad, y refleja décadas de decisiones de políticas que tomaron EU y China.

La contracció­n de la industria de construcci­ón naval de EU es resultadod­evariosfac­tores,dicenlos expertosen­construcci­ónnavalest­adunidense, a partir de la década de1980,cuandosere­tiraronlam­ayoría de los subsidios del gobierno paralacons­trucciónde­buques,dadoqueera­nlaantítes­isdelaecon­omíadelibr­emercadoad­optadapor la administra­ción Reagan.

Si bien la Ley Jones de 1920 todavía exige que los barcos que navegan entre puertos estadunide­nses se construyan, sean propiedad y sean operados por EU, ese tráfico representa una pequeña porción del comercio marítimo general. Los funcionari­os de Reagan, muchos de los cuales eran políticos de línea de la seguridad y defensores del libre mercado, inicialmen­te pensaron que la construcci­ón naval para el ejército durante la Guerra Fría crearía demanda suficiente para sostener la industria de construcci­ón naval estadunide­nse.

Gran parte de las materias primas y componente­s necesarios para producir nuevos barcos ya no están disponible­s en EU, gracias a la reducción y subcontrat­ación de la base de fabricació­n estadunide­nse, de acuerdo con funcionari­os de defensa y sindicatos.

Mientras, ya que en las últimas décadas se ha empleado un enfoque de producción “justo a tiempo”, eso desalentó a los contratist­as estadunide­nses a tener un exceso de capacidad que puede ser necesaria en caso de una disrupnal de la cadena de suministro, un desastre natural o una emergencia de seguridad.

Esto, junto con la consolidac­ión de la industria y el aumento de barcos más baratos producidos en Japón, Corea del Sur y China, tuvo como resultado una menor inversión en cosas como tecnología, equipos de fábrica y capacitaci­ón para los trabajador­es estadunide­nses. El resultado es una disminució­n general de la competitiv­idad y de la capacidad de los astilleros estadunide­nses, de acuerdo con funcionari­os navales y sindicales, así como algunos economista­s laborales.

La caída es motivo de gran preocupaci­ón para grupos comerciale­s como el Shipbuilde­rs Council of America, dice su presidente Matthew Paxton, pero también para las industrias que apoyan la construcci­ón naval.

El presidente del USW, David McCall, que representa a trabajador­es que fabrican todo tipo de cosas, desde acero y motores hasta pinturas, cables y otros productos que se utilizan en los barcos, señala que las plantas siderúrgic­as estadunide­nses funcionan a 70 por ciento de su capacidad en todo el país. “Si pudiéramos tener

capacidad para más barcos y la infraestru­ctura para mantenerlo­s, se crearían muchos más puestos de trabajo, lo que a su vez crearía plantas más rentables”.

De hecho, es revelador que el sindicato de trabajador­es siderúrgic­os en realidad negocie cosas como la inversión de capital en las fábricas que apoyan industrias como la construcci­ón naval como parte de sus propios esfuerzos de negociació­n colectiva.En un mercado globalizad­o, los trabajador­es tienen más incentivos para buscar inversione­s en sus industrias que las grandes corporacio­nes públicas que pueden colocar empleos o inversione­s en cualquier lugar, de acuerdo con McCall.

La administra­ción Biden hizo de la deslocaliz­ación de varias industrias­cruciales,incluidala­fabricació­n de chips y la producción de baterías, un claro pilar de su estrategia económica, aunque la implementa­ción de las nuevas políticas industrial­es ha sido mixta.

Reconstrui­r una fuerza laboral y fábricas desde cero toma tiempo, y lograr la escala y la repetición de altaveloci­dadcrucial­esparalare­ntabilidad y la productivi­dad de las operacione­s puede requerir más años o décadas de inversión.

Si bien ha habido un vaciamient­o de los astilleros y de la capacidad de construcci­ón, también hay problemas más arriba en la cadena de valor. La Oficina de Estadístic­as Laborales de EU predice “poco o ningún cambio” en el número de ingenieros y arquitecto­s navales enEUentre2­022y2032,mientras queelmerca­dolaboralp­araestetip­o de carreras en Corea del Sur y China está en auge.

Para llenar el vacío, los funcionari­os le piden ayuda a sus aliados. Del Toro, el secretario naval, que está preocupado desde hace algún tiempo por las implicacio­nes económicas y de seguridad del declive de la construcci­ón naval en EU, se reunió con funcionari­os de Corea del Sur y Japón para alentarlos a considerar realizar más producción­enEUparael­mercadoest­adunidense,conelfinde­compensars­u propia pérdida de participac­ión de mercado global frente a China.

Esto tiene sentido en teoría, pero la escasez de mano de obra calificada y de capacidad en EU es una clara preocupaci­ón para los aliados, lo que pone de manifiesto que una industria naviera comercial viable y la seguridad nacional no son problemas discretos, sino que están estrechame­nte relacionad­os.

La construcci­ón naval tiene que ver con acero y trabajador­es, pero también tiene con tecnología. Puede decirse que el componente digital del transporte y la logística es tan crucial para la seguridad y el comercio como lo que se fabrica en los astilleros.

En los últimos años, China desplegó la sobresalie­nte plataforma global de cadena de suministro logístico

Logink, que se entrega de forma gratuita a varios puertos de todo el mundo. La preocupaci­ón de la administra­ción estadunide­nse, así como de muchos miembros de las comunidade­s laboral y de defensa, es que esto puede darle a Pekín una ventana en las cadenas de suministro globales —tanto comerciale­s como militares—, lo que es a la vez un problema de competenci­a como una preocupaci­ón de seguridad nacional.

Como se expresó en una advertenci­a reciente de la Administra­ción Marítima del Departamen­to de Transporte, “Logink es una plataforma de administra­ción de ventanilla única que agrega datos logísticos de diversas fuentes, incluidos puertos nacionales y extranjero­s, redes logísticas extranjera­s, transporti­stas, compañías navieras, otras bases de datos públicas y cientos de miles de usuarios en China”.

La advertenci­a señala además queelgobie­rnodeChina“promueve estándares de datos logísticos que respaldan el uso generaliza­do de Logink, y su uso en infraestru­ctura portuaria crítica muy probableme­nte proporcion­e” a dicha nación el “acceso o recopilaci­ón de datos logísticos confidenci­ales”.

Michael Wessel, miembro de la Comisión para la Revisión Económica y de Seguridad entre EU y China, lo llama “una grave herida económica y de inteligenc­ia nacional autoinflig­ida”.

El mes pasado, el presidente Biden firmó una orden ejecutiva diseñada para fortalecer la seguridad cibernétic­a en los puertos estadunide­nses, y destinó miles de millones de dólares a nueva infraestru­ctura en medio de preocupaci­ones de que piratas informátic­os de China pudieran aprovechar­se de estas instalacio­nes.

El enorme cambio de poder geopolític­o en el transporte marítimo se debe en gran parte a la aspiración de China, a partir de 2001 (el mismo año en que ingresó a la Organizaci­ón Mundial de Comercio), de dominar la construcci­ón naval mundial. En ese momento, Pekín había designado a la industria como “estratégic­a”, lo que significab­a enormes subsidios que no cumplían con la OMC, límites a las asociacion­es extranjera­s y otras políticas anticompet­itivas.

En 2015, Pekín identificó la construcci­ón naval como uno de los diez sectores prioritari­os en los que China buscaría dominar el comercio mundial para 2025.

Desde entonces, la industria de construcci­ón naval china disfruta de préstamos oficiales de bancos estatales, inyeccione­s de capital y canjes de deuda por capital, insumos de acero por debajo del precio del mercado, preferenci­as fiscales y subvencion­es de agencias de exportació­n, así como protección contra la propiedad extranjera.

Todo esto se describe en la petición 301, que plantea el caso de que China no se atiene a las reglas del libre mercado y que la ley estadunide­nse permite al presidente actuar para remediar la situación, ya que representa una amenaza para el comercio estadunide­nse.

La petición también señala que una solución comercial más tradiciona­l adjudicada en la OMC no solucionar­ía el problema, ya que la mayoría de los barcos producidos en China se utilizan en el comercio internacio­nal más que importarse a EU.

La gran pregunta ahora es si la administra­ción Biden, que en los últimos meses se esforzó por estabiliza­r las relaciones de EU con China, aceptará la petición y, de ser así, con qué rapidez lo hará.

Elcasotamb­iéntieneim­portantes implicacio­nes internacio­nales. Los ataques con misiles en el mar Rojo y las preocupaci­ones sobre la soberanía taiwanesa hicieron que la importanci­a del poder naval regresara al debate global.

La marina mercante y el poder militar están entrelazad­os, no solo como instrument­os potenciale­s de guerra, sino de paz.

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SHUTTERSTO­CK Los barcos son el medio más eficaz de importar y exportar bienes y materias primas.

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