Lecciones para transformar la economía de Reino Unido
Un estudio reciente sugiere que la nación requiere un paquete de reformas, prudencia fiscal, elevar las tasas de inversión y ahorro, competencia feroz y liderazgo
otras palabras, garantizar resultados económica y políticamente estables. Enfrentarse a problemas grandes y complejos como el cambio climático o la desigualdad social y la inestabilidad política que de ella se deriva son dos buenos ejemplos de dónde es necesario hacerlo, pero no existe una nueva teoría del campo unificada sobre cómo hacerlo. O qué tan rápido debe suceder. Algunos funcionarios están a favor del incrementalismo; otros a favor del cambio de sistema.
A esta mezcla todavía discordante se suma el hecho de que gran parte de lo que constituiría una política industrial inteligente —como la reforma educativa— se realiza a escala estatal, lo que significa que está inherentemente balcanizada y politizada. A esto se suma el hecho de que las empresas y los educadores en realidad no hablan juntos de manera sistémica sobre cómo sería una fuerza laboral del siglo XXI o cómo crearla. Esto significa que incluso si los dólares de estímulo se distribuyen con rapidez, es posible que no haya suficientes trabajadores calificados para cubrir los puestos.
Y no me hagan hablar de cómo la relación tremendamente disfuncional entre empresas y trabajadores en EU obstaculiza todo, desde la capacitación profesional hasta la inclusión económica, la productividad y el crecimiento general del producto interno bruto (PIB).
Estoy pintando a grandes rasgos, y hay muchos contraejemplos aislados. A escala local o incluso estatal, se logran avances para conectar los puntos entre capital, gobierno e interés público de manera que se promueva un crecimiento más sostenible y la inclusión. Y tal vez esos éxitos locales constituyan su propio tipo de estrategia industrial descentralizada. Si se comunican los retos a escala nacional y se financia el cambio en los lugares que lo necesitan (los condados económicamente desfavorecidos reciben el doble de inversiones en el sector estratégico en relación con su PIB), el éxito local puede convertirse en algo mayor.
Pero sospecho que Estados Unidos aún tendrá que pensar de forma más sistémica y estratégica sobre los retos del momento. Cuando los europeos critican la política industrial estadunidense deben recordar que EU parte de cero. Este es el país de la atención de salud privatizada, las comunidades cerradas, la ausencia de representantes de los trabajadores en los consejos de administración y el escaso sentido del colectivismo. Tal vez un poco más de reflexión conjunta sobre hacia dónde se dirige el país y cómo llegar hasta allí sería bueno no solo para Estados Unidos, sino para todo el mundo.
Si el producto interno bruto real per cápita de Reino Unido hubiera seguido la trayectoria de 1955-2008, ahora sería 39 por ciento más alto. Hice esta observación en una columna sobre el reciente presupuesto de Jeremy Hunt. Este desempeño es terrible, pero está lejos de ser el único. A Francia le ha ido igual de mal.
A largo plazo, el estancamiento continuo crea graves retos sociales y políticos: impuestos más altos, erosión de la calidad de los servicios públicos, decepción generalizada y luchas de suma cero por la ventaja. El país necesita una transformación económica.
Por fortuna, ese tipo de cambios ya ocurrieron en el pasado. Las preguntas que plantea “Transformación económica: lecciones de la historia”, un nuevo informe de Policy Exchange elaborado por Roger Bootle y James Vitali, es qué lecciones se pueden aprender de ellas y si son relevantes para la situación actual de Reino Unido y de muchos otros países de altos ingresos.
Los casos elegidos fueron muy heterogéneos: Gran Bretaña bajo el gobierno de Thatcher; Alemania y Francia de la posguerra, Irlanda, Polonia poscomunista, Corea del Sur después de 1963, Hong Kong y Singapur. Tenemos países que se recuperan de la guerra y otros que disfrutan de la paz, naciones con un enorme potencial de ponerse al día y otros que ya están bastante cerca de la frontera de la productividad, autocracias y democracias, economías pequeñas y más grandes.
¿Reino Unido puede aprender algo de un grupo tan variado?
Los autores sugieren diez lecciones: se necesita una estrategia, la transformación requiere un paquete de medidas, la prudencia fiscal es una condición necesaria, pero no suficientes, para el éxito, la baja inflación también es útil, pero no decisiva, los impuestos pueden ser importantes, pero no siempre, son fundamentales altas tasas de inversión, lo que también requiere elevadas tasas de ahorro, competencia feroz, centrados en medidas microeconómicas, liderazgo fuerte, pero con un equipo y un éxito temprano y una visión convincente para conservar el apoyo político.
Esta lista es amplia, pero es bastante útil desde el punto de vista actual del Reino Unido. A continuación presentamos algunos puntos relevantes.
En primer lugar, los ahorros son muy bajos. En 2023, por ejemplo, la proporción del ahorro nacional en el PIB fue del 14 por ciento. Si la inversión debe aumentar,comodebeser,paralograr un crecimiento más rápido (y sostenible), también debe hacerlo el ahorro. ¿Dónde está la estrategia para eso? Una respuesta debe ser aumentar la tasa de contribución estándar para las pensiones.
Ensegundolugar,lacompetencia no parece ser tan fuerte como uno desearía. La adhesión al mercado único de la Unión Europea, un proyecto que Margaret Thatcher defendió como primera ministra, mejoró la competencia en la economía británica.
En tercer lugar, hay una lista de reformas microeconómicas que deben hacerse. Entre las más obvias está la reforma de planificación y, como consecuencia, un mejor uso del suelo. Otra prioridad más es la reforma de los mercados de pensiones y de capitales, para apoyar mejor la innovación y la expansión de nuevas empresas dinámicas.
Por último, una reforma significativaexigeunliderazgoconuna visiónestratégicaalargoplazo.Tal vezelaspectomásdeprimentedel debate sea el enorme abismo que existeentrelaurgenciadelasituación y la respuesta. A medida que más grandes son los retos, más timoratos parecen los políticos.
No estoy del todo de acuerdo con los autores. En retrospectiva, la era Thatcher demostró ser menos transformadora de lo que sugiere: el desempeño no mejoró mucho en Reino Unido; más bien empeoró en países como Francia, pero la lección es que los grandes cambios son posibles, sobre todo cuando las cosas van lo suficientemente mal. ¿Todavía no lo están? Espero que sí. milenio.com/negocios