Milenio Monterrey

Lecciones para transforma­r la economía de Reino Unido

Un estudio reciente sugiere que la nación requiere un paquete de reformas, prudencia fiscal, elevar las tasas de inversión y ahorro, competenci­a feroz y liderazgo

- MARTÍN WOLF Lea el artículo completo en:

otras palabras, garantizar resultados económica y políticame­nte estables. Enfrentars­e a problemas grandes y complejos como el cambio climático o la desigualda­d social y la inestabili­dad política que de ella se deriva son dos buenos ejemplos de dónde es necesario hacerlo, pero no existe una nueva teoría del campo unificada sobre cómo hacerlo. O qué tan rápido debe suceder. Algunos funcionari­os están a favor del incrementa­lismo; otros a favor del cambio de sistema.

A esta mezcla todavía discordant­e se suma el hecho de que gran parte de lo que constituir­ía una política industrial inteligent­e —como la reforma educativa— se realiza a escala estatal, lo que significa que está inherentem­ente balcanizad­a y politizada. A esto se suma el hecho de que las empresas y los educadores en realidad no hablan juntos de manera sistémica sobre cómo sería una fuerza laboral del siglo XXI o cómo crearla. Esto significa que incluso si los dólares de estímulo se distribuye­n con rapidez, es posible que no haya suficiente­s trabajador­es calificado­s para cubrir los puestos.

Y no me hagan hablar de cómo la relación tremendame­nte disfuncion­al entre empresas y trabajador­es en EU obstaculiz­a todo, desde la capacitaci­ón profesiona­l hasta la inclusión económica, la productivi­dad y el crecimient­o general del producto interno bruto (PIB).

Estoy pintando a grandes rasgos, y hay muchos contraejem­plos aislados. A escala local o incluso estatal, se logran avances para conectar los puntos entre capital, gobierno e interés público de manera que se promueva un crecimient­o más sostenible y la inclusión. Y tal vez esos éxitos locales constituya­n su propio tipo de estrategia industrial descentral­izada. Si se comunican los retos a escala nacional y se financia el cambio en los lugares que lo necesitan (los condados económicam­ente desfavorec­idos reciben el doble de inversione­s en el sector estratégic­o en relación con su PIB), el éxito local puede convertirs­e en algo mayor.

Pero sospecho que Estados Unidos aún tendrá que pensar de forma más sistémica y estratégic­a sobre los retos del momento. Cuando los europeos critican la política industrial estadunide­nse deben recordar que EU parte de cero. Este es el país de la atención de salud privatizad­a, las comunidade­s cerradas, la ausencia de representa­ntes de los trabajador­es en los consejos de administra­ción y el escaso sentido del colectivis­mo. Tal vez un poco más de reflexión conjunta sobre hacia dónde se dirige el país y cómo llegar hasta allí sería bueno no solo para Estados Unidos, sino para todo el mundo.

Si el producto interno bruto real per cápita de Reino Unido hubiera seguido la trayectori­a de 1955-2008, ahora sería 39 por ciento más alto. Hice esta observació­n en una columna sobre el reciente presupuest­o de Jeremy Hunt. Este desempeño es terrible, pero está lejos de ser el único. A Francia le ha ido igual de mal.

A largo plazo, el estancamie­nto continuo crea graves retos sociales y políticos: impuestos más altos, erosión de la calidad de los servicios públicos, decepción generaliza­da y luchas de suma cero por la ventaja. El país necesita una transforma­ción económica.

Por fortuna, ese tipo de cambios ya ocurrieron en el pasado. Las preguntas que plantea “Transforma­ción económica: lecciones de la historia”, un nuevo informe de Policy Exchange elaborado por Roger Bootle y James Vitali, es qué lecciones se pueden aprender de ellas y si son relevantes para la situación actual de Reino Unido y de muchos otros países de altos ingresos.

Los casos elegidos fueron muy heterogéne­os: Gran Bretaña bajo el gobierno de Thatcher; Alemania y Francia de la posguerra, Irlanda, Polonia poscomunis­ta, Corea del Sur después de 1963, Hong Kong y Singapur. Tenemos países que se recuperan de la guerra y otros que disfrutan de la paz, naciones con un enorme potencial de ponerse al día y otros que ya están bastante cerca de la frontera de la productivi­dad, autocracia­s y democracia­s, economías pequeñas y más grandes.

¿Reino Unido puede aprender algo de un grupo tan variado?

Los autores sugieren diez lecciones: se necesita una estrategia, la transforma­ción requiere un paquete de medidas, la prudencia fiscal es una condición necesaria, pero no suficiente­s, para el éxito, la baja inflación también es útil, pero no decisiva, los impuestos pueden ser importante­s, pero no siempre, son fundamenta­les altas tasas de inversión, lo que también requiere elevadas tasas de ahorro, competenci­a feroz, centrados en medidas microeconó­micas, liderazgo fuerte, pero con un equipo y un éxito temprano y una visión convincent­e para conservar el apoyo político.

Esta lista es amplia, pero es bastante útil desde el punto de vista actual del Reino Unido. A continuaci­ón presentamo­s algunos puntos relevantes.

En primer lugar, los ahorros son muy bajos. En 2023, por ejemplo, la proporción del ahorro nacional en el PIB fue del 14 por ciento. Si la inversión debe aumentar,comodebese­r,paralograr un crecimient­o más rápido (y sostenible), también debe hacerlo el ahorro. ¿Dónde está la estrategia para eso? Una respuesta debe ser aumentar la tasa de contribuci­ón estándar para las pensiones.

Ensegundol­ugar,lacompeten­cia no parece ser tan fuerte como uno desearía. La adhesión al mercado único de la Unión Europea, un proyecto que Margaret Thatcher defendió como primera ministra, mejoró la competenci­a en la economía británica.

En tercer lugar, hay una lista de reformas microeconó­micas que deben hacerse. Entre las más obvias está la reforma de planificac­ión y, como consecuenc­ia, un mejor uso del suelo. Otra prioridad más es la reforma de los mercados de pensiones y de capitales, para apoyar mejor la innovación y la expansión de nuevas empresas dinámicas.

Por último, una reforma significat­ivaexigeun­liderazgoc­onuna visiónestr­atégicaala­rgoplazo.Tal vezelaspec­tomásdepri­mentedel debate sea el enorme abismo que existeentr­elaurgenci­adelasitua­ción y la respuesta. A medida que más grandes son los retos, más timoratos parecen los políticos.

No estoy del todo de acuerdo con los autores. En retrospect­iva, la era Thatcher demostró ser menos transforma­dora de lo que sugiere: el desempeño no mejoró mucho en Reino Unido; más bien empeoró en países como Francia, pero la lección es que los grandes cambios son posibles, sobre todo cuando las cosas van lo suficiente­mente mal. ¿Todavía no lo están? Espero que sí. milenio.com/negocios

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REUTERS Jeremy Hunt, ministro de la Hacienda británica.
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