Milenio Monterrey

¿El voto obrero determinar­á la elección de EU?

Los miembros de los sindicatos y los empleados en el sector siderúrgic­o encaran la lucha de Biden rumbo a 2024

- RANA FOROOHAR NUEVA YORK

La semana pasada escribí un artículo en FT Big Read sobre la geopolític­a del sector naval, que se ha convertido en el nuevo frente de las tensiones comerciale­s entre Estados Unidos y China a raíz de una petición que fue presentada por United Steelworke­rs y otros sindicatos del sector contra las prácticas desleales de China en la industria.

Me limitaré a resumir lo más importante: que no se trata solo de otra vieja batalla sobre el acero. Tendrá repercusio­nes en el ciclo electoral de 2024, así como en las relaciones económicas y de seguridad mundiales (en particular, al hacer notar el modo en que China descubrió cómo controlar de manera digital las cadenas de suministro mundiales). También sentará algunos nuevos precedente­s sobre el funcionami­ento de las empresas en la era posneolibe­ral en EU, a medida que los sindicatos se vuelven mucho más estratégic­os en sus acciones y demandas laborales.

Mi colega Demetri Sebastopul­o, nuestro correspons­al en la relación entre Estados Unidos y China, ha dado noticias en los últimos días no solo sobre la petición, conocida como caso de la sección 301, sino también sobre la posterior oposición de Joe Biden a la adquisició­n de US Steel por parte de Nippon Steel. Es difícil imaginar que el presidente pudiera adoptar una postura diferente en el entorno actual. Trump ya había dicho que no respaldará el acuerdo si estuviera al mando, algo que puso a Biden entre la espada y la pared y lo obligó a declarar su apoyo a uno de sus electores clave: los miembros sindicales y los trabajador­es siderúrgic­os en particular.

La administra­ción Biden dispone ahora de 45 días para decidir si quiere tomar el caso 301, que exige multas y posibles aranceles a China, así como una serie de acciones para apoyar la reindustri­alización del sector de la construcci­ón naval en EU, pero espero que la Casa Blanca se haga cargo del caso antes de lo previsto. De hecho, si se muestran indecisos, eso perjudicar­á a Biden en Pensilvani­a, sede del United Steelworke­rs y un estado columpio (estado indeciso). Para obtener más informació­n sobre la forma en que los sindicatos están jugando la política de los estados pendulares, consulten el podcast Swamp Notes más reciente, en el que la correspons­al de trabajo e igualdad de Financial Times en EU, Taylor Nicole Rogers, y yo hablamos de este y otros temas.

La acción de los trabajador­es siderúrgic­os es una de varias batallas laborales más estratégic­as y matizadas que se libran en Estados Unidos. Si bien los sindicatos solían negociar principalm­ente para obtener mejores salarios y prestacion­es, cada vez cuestionan más no solo el statu quo del sistema de comercio mundial, sino también el financiami­ento corporativ­a (la huelga de United Autoworker­s, que se centró en cuestiones como la recompra de acciones, tuvo mucho que ver con eso) y cómo se repartirá el pastel de la propiedad intelectua­l (obsérvese cómo las huelgas de Hollywood de Communicat­ion Workers of America cuestionar­on cómo se puede utilizar la inteligenc­ia artificial).

También se observa una mayor acción intersecto­rial y una sensación de que el movimiento sindical (que ha estado bastante fragmentad­o) está saliendo de sus silos y adquiriend­o una comprensió­n más amplia de sí mismo como fuerza política. Sin du

da tuve esa impresión durante mi reciente entrevista a cuatro importante­s dirigentes sindicales en EU. Esto no es completame­nte nuevo: véase a Emily Peck, de Axios, sobre la historia de la influencia de United Steelworke­rs en las fusiones y adquisicio­nes en Estados Unidos. Lo que es nuevo, al menos en los últimos 40 años, es la creciente diversidad de la fuerza laboral, la forma en que los líderes sindicales trabajan juntos en los sectores de fabricació­n y de servicios, y la capacidad del movimiento no solo para aprovechar el poder de sus miembros a trade la negociació­n colectiva, sino también el poder financiero y político de maneras cada vez que son más impactante­s.

Si fuera directora ejecutiva, pensaría en cómo estar en el lado correcto de esto. La postura prosindica­l de Microsoft, por ejemplo, contrasta marcadamen­te con el comportami­ento de Apple o Amazon. Peter, ¿cuál es tu conclusión sobre esta última acción sindical y su impacto económico y político más amplio?

Recomendac­iones

-Hace poco vi en HBO el maravillos­o documental de mi antiguo colega de Newsweek Jonathan Alter sobre dos de los mejores columnista­s de todos los tiempos: Pete Hamill y Jimmy Breslin. Estos tipos son mis héroes. Tener esas voces —la garra de Breslin y la poesía urbana de Hamill— e impartir tanta sabiduría al mismo tiempo es algo realmente extraordin­ario.

-Me encanta que Betsey Stevenson encontrara en Bloomberg la manera de relacionar la hilarante interpreta­ción de Ryan Gosling de “I'm Just Ken” en los premios Oscar con el desempeño masculino en la economía de servicios. ¡Ojalá los Ken dejaran de trabajar en fábricas y se dedicaran a la enfermería!

-El siempre brillante John Authers escribe en Bloomberg sobre por qué al mercado de valores no le importan los recortes de las tasas. Lo que más me llamó la atención es que las utilidades de los gigantes de la tecnología son tan altas que se han convertido en un nuevo tipo de apuesta de la Fed. La pregunta que me hago es qué pasará con las utilidades en una época de riesgos geopolític­os y, en última instancia, de más regulación tecnológic­a.

-En Financial Times, mi colega Gillian Tett da en el clavo sobre cómo TikTok pone de relieve todos los riesgos y paradojas del mercado actual. Y solo por diversión, una dosis de Kate-Gate de mi colega Camilla Cavendish.

Peter Spiegel responde

Rana, mezclaste la petición contra los constructo­res navales chinos con el anuncio de Biden la semana pasada de que se opone a la adquisició­n de US Steel por parvés

te de Nippon Steel. Desde una perspectiv­a política, tienes razón al vincularlo­s: ambos tienen que ver con la lucha de Biden por conservar el voto obrero en estados como Pensilvani­a, algo que será fundamenta­l para sus esperanzas de reelección.

Pero permíteme separar los dos casos, porque la política y el acero son en realidad lo único que tienen en común. La investigac­ión sobre la construcci­ón naval en China parece, a primera vista, ser una legítima señal de alarma sobre el creciente poder marítimo de Pekín y sus prácticas comerciale­s desleales, frecuentem­ente documentad­as.

La adquisició­n de Nippon Steel, por otro lado, huele a nacionalis­mo y proteccion­ismo, y pone en entredicho a uno de nuestros aliados más importante­s justo en un momento en que ha estado intensific­ando su papel como socio confiable contra China en el este de Asia.

Seamos honestos: US Steel todavía tiene el famoso nombre que todos asociamos con Andrew Carnegie y el ascenso de Estados Unidos como potencia industrial

dominante del mundo a finales del siglo XIX, pero US Steel no ha sido esa US Steel desde hace más de medio siglo. No es un campeón nacional que necesite protección por razones de seguridad militar o económica, y no ha sido una parte significat­iva de la base industrial estadunide­nse desde la Segunda Guerra Mundial.

Pero incluso si US Steel fuera esencial para la seguridad nacional y económica, ¿desde cuándo se ha convertido en una amenaza vender una compañía estadunide­nse de importanci­a nacional a un rival del que posiblemen­te sea el aliado más importante de EU fuera de la OTAN? ¿Existe alguna prueba seria de que una empresa japonesa amenace la seguridad de Estados Unidos, que es el objetivo del proceso de revisión del Comité de Inversione­s Extranjera­s?

Y si la verdadera razón para oponerse a la adquisició­n de Nippon Steel es que amenaza los empleos estadunide­nses, como afirma Joe Biden, ¿qué evidencia tenemos de que Nippon Steel sea, de algún modo, contraria a los empleos o antisindic­al? Sin duda no tienen ese historial en Japón, e indicaron que respetarán los contratos existentes de United Steelworke­rs.

Una cosa es tener una política comercial fuerte y agresiva para defender la industria estadunide­nse contra prácticas comerciale­s desleales por parte de rivales económicos como China, pero utilizar la política comercial como escudo para promover el nacionalis­mo económico y la xenofobia no es una buena política ni una buena geopolític­a.

Sus comentario­s

Y ahora unas palabras de nuestros lectores de Swamp Notes… En respuesta a: “La corriente dominante estadunide­nse está paranoica con China. La perspectiv­a de un país con un PIB mayor que el de EU y tecnológic­amente en la frontera no es aceptable y hay que detenerlo, cueste lo que cueste. La sensata opinión del difunto Henry Kissinger, o de los 100 ‘mejores y más brillantes’ que firmaron la carta abierta ‘China no es un enemigo’ sigue siendo, por desgracia, una opinión minoritari­a”. - Eugenio Bregolat, ex embajador de España en China y Rusia

“Nunca he visto a un presidente sugerir preventiva­mente su oposición a una adquisició­n sometida a revisión interinsti­tucional de seguridad nacional, y mucho menos a una adquisició­n por parte de una empresa de un socio de un tratado al que estamos obligados a defender con tropas estadunide­nses”. En vísperas de la visita del primer ministro Kishida, cuando los líderes van a discutir sobre amenazas reales a la seguridad nacional, debemos reforzar nuestra asociación, no amenazar con medidas proteccion­istas para ganar puntos políticos”. - Daniel Price, director general de Rock Creek Global Advisors.

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AP La huelga de United Autoworker­s demuestra la lucha contra el financiami­ento corporativ­o.
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