El atractivo de la fotografía
No sé si les haya sucedido, que sepreguntenporquélesgusta, atrae o interesa una cierta fotografía, en tanto que otras no logran que siquiera movamos la cabeza para voltear a verlas.
Por supuesto que no hay regla escrita sobre el tema y, de entrada, hay que aceptar que lo que a mí me puede llamar la atención, a cualquier otro lo deje tan frío como una buena cerveza.
Que te guste o no, una fotografía tiene quevermásconquienlaobservaquecon la fotografía en sí misma, como objeto y como imagen.
En lo personal, no tengo, cómo decirlo, un “estilo” de fotografía que me guste, pues me gustan lo mismo los daguerrotipos, que algunos snapshots que aparecen en Instagram o, ahora, ciertas imágenes generadas por la IA. Me gustan los retratos, los paisajes, naturalezas muertas, experimentales, fotografías construidas y hasta encontradas.
Por ejemplo. Hace unos días comenté que la serie “La apestosa”, de José Luis Cuevas (el fotógrafo, por supuesto), que documenta el espacio material y la vida cotidiana de un bar lumpen y sus parroquianos, me parece muy interesante, me gusta, lo mismo que las fotografías de Aristeo Jiménez, Ruth Rodríguez, Antoine D’Agata y de su tocayo
AntoineRodríguez,pormencionaralgunos más que se ha detenido o han hecho de este tema y sus anexos el centro de su producción, porque me permiten acercarme a otros mundos. Es verdad que lo que sucede en esos sitios es lo mismo que ocurre en los bares de Polanco o de la colonia Del Valle, sin embargo, lo interesante para mí en lo personal es que me dan la oportunidad de ver cómo esas mismas conductas se diferencian entre sí, tanto como entre los mismos fotógrafos, por una serie de matices que son, en primer lugar, las que han llamado la atencióndelfotógrafoydespués, si hay conexión, la del espectador. Así pues, aunque el tema es el mismo en las fotografías de Ruth Rodríguez, jamás serán iguales a las de José Luis Cuevas, tan distintas las unas de las otras y, sin embargo, ambas me gustan.