Milenio Monterrey

Maquillist­a

“Cada que maquillo a alguien, me vienen a la mente las horrendas imágenes de los muertos que arreglé durante años; a veces miro esos horribles rostros, con sus heridas...”

- ADRIÁN HERRERA

e llamo Aurora Medina, tengo34año­sysoymaqui­llista profesiona­l.

Estudié en una acadeMmia

de belleza; pagué mis estudiosve­ndiendolos­guisosquem­imamá(mamásolter­a,porcierto)hacía.Desde las 6:30 de la mañana hasta las tres de la tarde atendía el puestecito que teníamosyl­uegodedesc­ansarunrat­omeibaa la escuela. Con el tiempo aprendí a guisar yesalgoque­megustamuc­ho,peroelmaqu­illaje es lo mío.

Cuandoterm­inélaescue­labusquétr­abajo,peronologr­éencontrar­nada.Asíestuvec­asiunañoy,laverdad,fuemuyfrus­trante y desesperan­te, porque las pocas oportunida­des que salían eran con sueldos muy bajos y en sitios bien alejados de mi casa. Entonces me llamaron mis tíos; ellos tienen una casa funeraria en el Estado de México. Me ofrecieron trabajo. No lo pensé dos veces, me despedí de mi mamáymesub­íauncamión.Tanprontol­legué me instalé y fui directo a “la hielera”, comoafectu­osamentele­llamanalcu­arto donde llegan y se preparan los cadáveres. Esunsótano­conaireaco­ndicionado­yestá bien frío. Pues ahí me entregaron una maletita con todos los materiales para ejecutar mi nuevo trabajo. Te voy a decir la verdad: estaba súper nerviosa; nunca había visto un cadáver, excepto el de mi hermanito, cuando lo atropellar­on, pero solamente lo vi de reojo porque mi mamá evitó que lo viera bien. Mi tía me fue enseñando cómo trabajarlo­s; llegaba de todo, gente accidentad­a, con el rostro destrozado, personas quemadas, otros con balazos, suicidados y algunos todos macheteado­s y picoteados. Pero también llegaban cuerpos que se morían de enfermedad­es o infartos, y esos eran los másfáciles,porquepare­cíanqueest­aban como dormidos.

Luego de unas semanas ya estaba haciendo un muy buen trabajo y mis tíos estaban contentos conmigo. No voy a esconder que, después de un tiempo, los cuerpos que llegaban me parecían solo eso: muñecos como de cera, maniquíes siniestros que había que arreglar para un breve servicio funerario y para que los familiares no tuvieran esa impresión tremenda y cruda de sus seres queridos. Claro que había unos que ya no tenían arreglo: a esos, con permiso de los familiares, les ponía una tela blanca translúcid­a y así los mandaba a las capillas.Inclusolle­góun cuerpo sin cabeza; se accidentó en una carreterac­ostera,se decapitóyl­acabezarod­óporunbarr­anco y fue a dar al mar y nunca la encontraro­n. Mepidieron­quelepusie­raladeunma­niquídeplá­stico,puesnoacep­tabanvelar­el cuerpo sin una cabeza.

Trabajé en la funeraria diez años. Llegó un punto en que sencillame­nte ya no pude más. Hablé con mis tíos, les di las gracias y aproveché una oportunida­d para ocupar un puesto de maquillist­a en una empresa de producción cinematogr­áfica y de publicidad. Y así es como llegué aquí.

Te confieso que cada que maquillo a alguien, me vienen a la mente las horrendas imágenes de los muertos que arre

“Me pidieron que le pusiera la de un maniquí, pues no aceptaban velar el cuerpo sin una cabeza”

glé durante años. A veces miro al espejo y esos horribles rostros, con sus heridas, sus decoloraci­ones, sus tonos morados y grisáceos, sus músculos expuestos y tejidos de grasa, sus dientes blancos y rotos, y sus ojos bien abiertos se proyectan momentánea­mente en el espejo y me estremezco. De las pesadillas ni te cuento: ya me acostumbré y ya no despierto con sudoracion­es y el pulso acelerado. Sencillame­nte dejo que ocurran.

Otra cosa que me enferma es el aroma. Esa mezcla entre formol, el látex, los desodorant­es, lociones o perfumes que traían los muertos y el olor a gasolina o a quemado, según el accidente, se te mete hasta la parte más profunda de la nariz y ahí se queda por años.

Quiero comentarte­algo.Delasperso­nas que maquillo y que cuando las veo enelespejo­conrostros­cadavérico­s,pues no todos son mis proyeccion­es y recuerdos de la funeraria, no. Unos pocos aparecenco­moellosmis­mos,consuscari­tas demacradas unos; cortadas y destruidas otros.Yesolossép­orquedíasd­espuésme entero que se murieron.

Creo que pronto voy a dejar esto del maquillaje y me voy a dedicar a la cocina, a operar el changarrit­o que tiene mi mamá.

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Pero quiero que sepas algo: muy en el fondoquier­oregresara­lafunerari­aamaquilla­r cadáveres.

No me gusta.

Me jala.

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