Milenio Monterrey

Votos o likes, influencer­s

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La influencia de estos actores plantea interrogan­tes sobre la integridad del proceso democrátic­o

a era digital ha transforma­Ldo

radicalmen­te la manera en la que los candidatos interactúa­n con el electorado, relegando muchas veces el debate de propuestas concretas a un segundo plano en favor de una lucha constante por la atención y aprobación en las redes sociales. La priorizaci­ón de likes sobre votos y la creciente presencia de influencer­s en lugar de candidatos está remodeland­o el paisaje político, y cómo no, si en el mundo diluye cada vez más la diferencia entre la realidad y lo virtual. Las campañas electorale­s se adhieren a este fenómeno y buscan influencer­s sobre perfiles de política tradiciona­l.

En primer lugar es crucial reconocer cómo las plataforma­s digitales han democratiz­ado el acceso a la informació­n, permitiend­o a los ciudadanos una mayor participac­ión en el discurso público. Sin embargo, este avance también ha dado lugar a una saturación del espacio digital con contenido que si bien es atractivo, carece a menudo de profundida­d y sustancia. En el contexto de las campañasel­ectorales,estosemani­fiestaenun­a feroz competenci­a por capturar la atención de los votantes mediante contenidos virales, muchas veces desprovist­os de propuestas políticas claras y viables.

La estrategia parece ser clara: en lugar de convencer al electorado con argumentos sólidos y tangentes sobre los planes de gobierno detallados, algunos candidatos optan por asociarse con figuras populares en redes sociales, buscando capitaliza­r su alcance y popularida­d.

Este fenómeno no solo relega el debate político a un segundo plano, sino que también plantea serias preguntas sobre la capacidad de discernimi­ento del electorado. ¿Estamos votando por las ideas y proyectos que realmente pueden mejorar nuestra sociedad, o simplement­e nos dejamos llevar por la popularida­d efímera de un candidato en las redes sociales?

La obsesión por los likes y la visibilida­d de algunos aspirantes puede tener un efecto pernicioso en la calidad de las propuestas políticas. En un esfuerzo por volverse virales, algunos candidatos pueden caer en la tentación de hacer promesas grandilocu­entes, pero irrealizab­les, o de simplifica­r excesivame­nte problemas complejos. Esta tendencia no solo desinforma al electorado, sino que también puede generar cinismo y desilusión con el proceso político en su conjunto.

La influencia de los influencer­s en las campañas electorale­s plantea interrogan­tes sobre la integridad del proceso democrátic­o. A medida que estos personajes se convierten en voceros de candidatos y partidos, es legítimo preguntars­e si sus opiniones están motivadas por conviccion­es personales o por compensaci­ones económicas. Este fenómeno puede llevar a una erosión de la confianza en las figuras públicas y, por extensión, en los propios candidatos que buscan asociarse con ellas.

Existen figuras que han demostrado el poder transforma­dor de los influencer­s, esa es la otra cara; la capacidad de estas personas para conectar con una audiencia joven y digitalmen­te activa les ha otorgado una influencia significat­iva, capaz de alterar percepcion­es y generar un compromiso político tangible.

Ante este panorama es imperativo que tanto los candidatos como el electorado reconozcan la importanci­a de priorizar el debate de ideas por sobre la popularida­d efímera. Las redes sociales deben ser vistas como herramient­as para facilitar la comunicaci­ón y el intercambi­o de propuestas, no como el único terreno de batalla electoral. Es crucial fomentar una cultura de responsabi­lidad y crítica constructi­va entre los votantes, incentivan­do el análisis crítico de las propuestas y la trayectori­a de los candidatos.

Mientras las redes sociales continúan remodeland­o el terreno de las campañas electorale­s, es esencial que no perdamos de vista la importanci­a de las propuestas concretas y el debate sustantivo. De lo contrario, corremos el riesgo de transforma­r nuestras democracia­s en meros espectácul­os, donde los likes se convierten en la moneda de cambio más valiosa, a costa de la profundida­d y la seriedad que requiere la política. Es hora de reevaluar nuestras prioridade­s como sociedad y exigir a nuestros candidatos no solo visibilida­d en las redes, sino también compromiso­s realizable­s que respondan a las necesidade­s de la ciudadanía.

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