La última tertulia de
El solitario Atlántico, Lacosta, Silenciosasirena, Loscerrosazules Lolita,tocaesevals. tertulias alrededor del escritor veracruzano, “la infancia es uno de los asuntos más entrañables para López Páez: la mayoría de sus relatos tiene que ver con ello, y si se hiciera una necesaria selección de esos textos nos toparíamos con una galería impresionante de infantes-personaje, vistos desde las perspectivas más disímbolas y a la vez enriquecedoras: los hay llenos de ternura, pero también de desesperanza, de indefensión y hasta de maldad”.
Cada uno de sus relatos, escribió el crítico literario en un Material de Lectura de la UNAM, representa distintos estadios del alma y el espíritu humanos en su forma embrionaria pero fundamental, “esos que devendrán personalidades tal vez inmodificables y que el escritor retrata con sobrada exactitud en sus novelas, sobre todo las del periodo más reciente”.
Asimismo, “Doña Herlinda y su hijo”, cuento de López Páez, fue llevado al cine por el director Jaime Humberto Hermosillo en 1985. Los restos del escritor fueron velados en la funeraria García López de la colonia Juárez. Un lugar muy cercano al que frecuentaba los viernes y que sirvió para recordar su obra y, en especial, su vida, como cuando le llegaban a la memoria los años en que estuvo al lado de Leopoldo Zea y Alejandro Rossi.
Becario del Fonca en 1989, y de la Fundación Guggenheim en 1983-1984, obtuvo en 2008 el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de lingüística y literatura. “Le gustaba estar presente en las tertulias”, cuenta Herrera, “incluso durante su enfermedad: quería seguir escuchando lo que sucedía en el mundillo literario, pero también se interesaba en lo que pasaba en la vida de todos los días. Algunas veces platicaba algunos chismes de los escritores, pero no siempre daba los nombres: le gustaba bromear, a riesgo de que algunos le dejaran de hablar”.
Eso llegaba a sus obras, donde expresaba “con una fresca naturalidad los días y las penumbras, las ironías y los terrores de la clase media mexicana en las más diversas arrugas del mapa”, según Blanco. Y un viernes de quincena se fue López Páez, cuando muchos esperaban esas horas en lo que se convirtió en su propio Palacio.