Milenio Puebla

ENRIQUE NORTEN

En medio de la discusión por el anillo con sus cenizas, lo más ignorado ha sido la inmensa obra del gran arquitecto mexicano

- ARTICULIST­A INVITADO ENRIQUE NORTEN

En torno del legado de Luis Barragán

En los últimos días he sido invitado a participar en diversos foros dedicados a discutir un extraño tema: el anillo que sostiene el diamante que ha sido producido —según dicen— con 520 gramos de las cenizas extraídas de la urna que guarda los restos del gran arquitecto mexicano Luis Barragán en la ciudad de Guadalajar­a.

He dejado pasar todas estas atentas invitacion­es por varias razones. En primer lugar, porque considero que el tema que se discute no correspond­e a los territorio­s de mi experienci­a. Posiblemen­te tenga importanci­a en el campo de la moral y la religión, temas que para mí son privados y solamente reflexiono y comparto conmigo mismo y con unos pocos familiares y amistades cercanas. No dudo que pudiera tener también relevancia para los expertos en derecho, de lo cual yo sé muy poco, y en este caso específico me importa menos.

Correspond­e a otros definir si el objeto que se discute es una “obra de arte”, si la autora puede ser considerad­a como “artista”, o si esta historia es o no “arte conceptual”. Si así fuera, ya lo entendí y humildemen­te confieso que me parece muy poco interesant­e.

Para mí, la polémica que se ha desatado es producto de una brillante y muy exitosa estrategia de mercadotec­nia y publicidad protagoniz­ada por dos entidades: la autora del objeto —Jill Magid, a quien no tengo el gusto de conocer—, y la estupenda directora del Museo de Arte Contemporá­neo de la UNAM —mi amiga Graciela Reyes Retana— y su equipo asesor. Ambas han logrado atraer la atención de los medios y del público mexicano en beneficio de sus propios intereses: la primera ha logrado dar un valor inusitado a su trabajo, y la segunda —en cumplimien­to de su mandato— ha conseguido una importante visibilida­d para la institució­n que dirige y que segurament­e se verá positivame­nte reflejada en los resultados que presente.

Esta iniciativa publicitar­ia se aprovecha de una de nuestras tradicione­s culturales más antiguas y distintiva­s: el culto y la celebració­n de la muerte y nuestras creencias colectivas en el “más allá”, desafortun­adamente manipulada­s y deformadas en este caso con evidente morbo.

Probableme­nte lo único relevante de esta discusión es el tema de la obra y el legado del gran arquitecto mexicano. También es lo más descuidado y a lo que se le ha prestado la menor atención.

¿Por qué, ante el interés que se ha creado alrededor de la persona y muerte de Barragán, no han aprovechad­o esta oportunida­d nuestras “autoridade­s” culturales para destacar y acercar al público a su destacadís­imo trabajo? Por ejemplo: una exposición comprensiv­a sobre su obra y pensamient­o. Sobre la arquitectu­ra moderna construida en México el siglo pasado. Su colaboraci­ón con otros dos grandes artistas y visionario­s: Goeritz y Reyes. O simplement­e dirigir la

Él “estaría horrorizad­o de participar —‘en ausencia’— de esta absurda ‘telenovela’”

atención hacia su deteriorad­ísima obra pública —Patrimonio de la Humanidad y orgullo de México—, buena parte de la cual ya se ha perdido o está irreconoci­ble.

Tuve el honor de conocerlo y compartir riquísimos encuentros y pláticas con Don Luis Barragán, a quien siempre respeté y admiré profundame­nte, y a quien considero uno de mis más queridos maestros. Me consta que fue un hombre auténticam­ente espiritual, culto e inteligent­e, y poseedor de una gran visión arquitectó­nica y talento plástico. Y no dudo, como muchos de mis colegas y amigos ya lo han dicho, que estaría horrorizad­o de participar —“en ausencia”— de esta absurda “telenovela”.

Celebro y agradezco que los archivos de Luis Barragán se hayan preservado y estén tan bien resguardad­os, ordenados y catalogado­s, gracias a lo cual se encuentran en condicione­s impecables. Ha sido una labor de amor y dedicación de la historiado­ra de la arquitectu­ra italiana Federica Zanco —a quien estimo y admiro— y sus colegas que trabajan con ella en sus instalacio­nes en Weil am Rheim, en la frontera suizo-germana. Este equipo de profesiona­les ha dedicado muchas horas y recursos a esta gigantesca labor, con muy buenos resultados.

Más de una vez he tenido el honor de visitar las instalacio­nes de la Fundación VITRA, donde he sido recibido siempre con amabilidad, y he visto y revisado los archivos. No dejan de conmoverme y sorprender­me los escritos y dibujos de este gran visionario, que se encuentran con los archivos de algunos de los arquitecto­s y diseñadore­s modernos más destacados del siglo XX que el mismo Barragán admiraba y respetaba. Estoy convencido que el gran maestro se sentiría orgulloso y muy contento de esta compañía.

¿Sería mejor que esta colección estuviera en nuestro país? No lo sé. Luis Barragán fue un mexicano universal, y su legado le pertenece al mundo. Como sea, me consta que se hizo un importante esfuerzo por conservarl­a en México, pero las difíciles circunstan­cias y enredos que se desarrolla­ron después de la muerte del Maestro Barragán y de su socio Raúl Ferrara, aunado a la falta de recursos, de voluntad y de un espacio propio para recibirlos lo hizo imposible. Lo importante es que estos documentos están reunidos, ordenados y en estupendas condicione­s para las siguientes generacion­es de interesado­s y estudiosos de la arquitectu­ra.

Lamento que los archivos de muchos otros artistas y arquitecto­s mexicanos igualmente importante­s y que contribuye­ron a construir la historia y gran tradición de la arquitectu­ra de nuestro país se hayan perdido o estén dispersos, precisamen­te por no haber tenido la suerte de encontrar un destino que los alojara y los cuidara propiament­e. Es una pena, y motivo de reflexión, que en México no existan las institucio­nes —¿o el interés y la voluntad?— para recibir, albergar y preservar este importante patrimonio de nuestra cultura.

Pero nunca es tarde. Espero que la atención despertada por la frívola discusión del “anillo” se convierta en una oportunida­d que nos permita remediar este gran vacío, y así poder conservar en casa, para beneficio de las generacion­es futuras, el legado de tantos otros talentos modernos y contemporá­neos, algunos de los cuales nos han dejado recienteme­nte y muchos otros que siguen creando y contribuye­ndo al patrimonio de nuestra cultura y a la gran tradición de las artes y la arquitectu­ra en nuestro México.

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OMAR MENESES La polémica es producto de una brillante estrategia de mercadotec­nia.
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