Milenio Puebla

Nuestra batalla más grande está por venir

- Mariela Solis mariela.soro@gmail.com

La Batalla de Puebla, que desde hace 155 es motivo de fiesta nacional, se celebra este viernes. Lo que muchos resaltamos y recordamos del 05 de mayo de 1862 fue que el Ejército Mexicano se encontraba en circunstan­cias inferiores a las de los franceses y con la participac­ión de variados grupos sociales, militares y bajo el mando del General Ignacio Zaragoza, se logró un triunfo significat­ivo. Es decir, lo celebramos porque nos recuerda de qué estamos hechos los mexicanos y bajo qué circunstan­cias nos hemos levantado y superado.

Sin embargo, nos hemos dejado vencer, por ejemplo, en cuanto a la dependenci­a que tenemos de Estados Unidos, al grado de temer que nuestro vecino del norte nos deje “a la deriva2 si termina su participac­ión en el Tlcan, tememos de la política migratoria de Donald Trump porque no tenemos planes o programas necesarios para hacer frente al regreso de millones de connaciona­les. Podríamos decir que vivimos un “Imperio Estadounid­ense”, donde nuestro futuro está íntimament­e ligado al de las decisiones que toma el hombre en turno en la Casa Blanca.

Una de las víctimas colaterale­s de esta “batalla” es la familia; en específico, la mujer que se queda atrás con el encargo de la casa, los hijos, la tierra y la economía familiar. En todo este panorama, la mujer, los hijos, los padres, las comunidade­s, son dejadas a la deriva. Se quedan atrás con la miseria, el rezago, la responsabi­lidad y la pobreza. En un principio, este fenómeno migratorio generó que más miembros de la familia migraran para alcanzar al padre o para buscar oportunida­des por su lado. Recordemos que un cuarto de todos los migrantes que cruzan por territorio nacional hacia Estados Unidos son mujeres y niños sin acompañar: 25 de cada 100.

Entonces “y siendo el 05 de mayo una fiesta tan celebrada en Estados Unidos-, ¿qué esperamos cuando regresen millones de mexicanos: hombres, mujeres, niños, estudiante­s, adultos mayores, personas con discapacid­ad, etcétera? ¿Cuáles son las verdaderas batallas a las que nos enfrentare­mos entonces y aquellas a las que no queremos salir al campo a luchar? Es necesario enfrentar al enemigo de la indiferenc­ia antes de prometer autonomía y desarrollo. Es necesario “rodear” al enemigo en común que está en nuestro país y con el que convivimos todos los días. Entonces podremos celebrar que somos un pueblo unido, solidario y triunfador.

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