Nuestra batalla más grande está por venir
La Batalla de Puebla, que desde hace 155 es motivo de fiesta nacional, se celebra este viernes. Lo que muchos resaltamos y recordamos del 05 de mayo de 1862 fue que el Ejército Mexicano se encontraba en circunstancias inferiores a las de los franceses y con la participación de variados grupos sociales, militares y bajo el mando del General Ignacio Zaragoza, se logró un triunfo significativo. Es decir, lo celebramos porque nos recuerda de qué estamos hechos los mexicanos y bajo qué circunstancias nos hemos levantado y superado.
Sin embargo, nos hemos dejado vencer, por ejemplo, en cuanto a la dependencia que tenemos de Estados Unidos, al grado de temer que nuestro vecino del norte nos deje “a la deriva2 si termina su participación en el Tlcan, tememos de la política migratoria de Donald Trump porque no tenemos planes o programas necesarios para hacer frente al regreso de millones de connacionales. Podríamos decir que vivimos un “Imperio Estadounidense”, donde nuestro futuro está íntimamente ligado al de las decisiones que toma el hombre en turno en la Casa Blanca.
Una de las víctimas colaterales de esta “batalla” es la familia; en específico, la mujer que se queda atrás con el encargo de la casa, los hijos, la tierra y la economía familiar. En todo este panorama, la mujer, los hijos, los padres, las comunidades, son dejadas a la deriva. Se quedan atrás con la miseria, el rezago, la responsabilidad y la pobreza. En un principio, este fenómeno migratorio generó que más miembros de la familia migraran para alcanzar al padre o para buscar oportunidades por su lado. Recordemos que un cuarto de todos los migrantes que cruzan por territorio nacional hacia Estados Unidos son mujeres y niños sin acompañar: 25 de cada 100.
Entonces “y siendo el 05 de mayo una fiesta tan celebrada en Estados Unidos-, ¿qué esperamos cuando regresen millones de mexicanos: hombres, mujeres, niños, estudiantes, adultos mayores, personas con discapacidad, etcétera? ¿Cuáles son las verdaderas batallas a las que nos enfrentaremos entonces y aquellas a las que no queremos salir al campo a luchar? Es necesario enfrentar al enemigo de la indiferencia antes de prometer autonomía y desarrollo. Es necesario “rodear” al enemigo en común que está en nuestro país y con el que convivimos todos los días. Entonces podremos celebrar que somos un pueblo unido, solidario y triunfador.