López, Macron y Mancera
La gente es como es y hay muy pocas cosas que la cambian, si acaso. Genio y figura, hasta la sepultura. Así que si usted quiere saber cómo sería López Obrador como presidente de la República, no tiene que imaginárselo: nada más obsérvelo y vea cómo se ha comportado hasta hora y cuál es su manera de actuar: soberbio, arrogante, despreciativo, intolerante, antidemocrático, autoritario, etcétera. Nada más vea cómo, ante la necesidad de constituir una mayoría ganadora en las elecciones del Estado de México (donde Morena va en segundo lugar), lo único que se le ha ocurrido es decirle a los otros partidos de izquierda (suponiendo que Morena es uno): cedan todo, sin negociación, incluso allí donde tienen más oportunidad que nosotros y, si lo hacen, quizás yo los tomaré en cuenta para que formemos una alianza que me lleve a la Presidencia. A los otros partidos de izquierda no les queda más que aceptar la total capitulación en favor de Morena, o seguir siendo calificados como parte de la mafia del poder. No hay discusión sobre ideas, sobre posiciones, principios o doctrinas, porque en el fondo de lo que se trata es de una persona, que en el mejor de los casos y sin la existencia de contrapeso alguno, hará lo que le parece mejor según su muy particular opinión.
La soberbia de López se debe, entre otras cosas a que él confía en el hartazgo popular, sin duda existente y extendido. El brexit y la elección de Trump parecen darle la razón. Sin embargo, lo que acaba de pasar en Francia muestra que, pese a ese hartazgo tan extendido en el mundo, no todas las competencias políticas tienen que culminar con la elección de un populista desenfrenado. La llegada a la presidencia de Emmanuel Macron es la muestra de que alguien de centro-izquierda como el joven político francés puede alcanzar el triunfo, incluso ante la irracionalidad del populismo más delirante. Y en México todavía están por destaparse muchas candidaturas. En la izquierda, la de verdad, la que defi ende no solo la justicia, sino también las libertades y la democracia, todavía está por definirse una en particular, que es la de Miguel Mancera. Y, en este caso, de la misma manera que con López, también se puede comprobar cuál ha sido su trayectoria en el gobierno y su comportamiento político. No todos estarán de acuerdo, pero en definitiva no se le puede negar que tiene mayor sensatez y apego a un verdadero proyecto de izquierda.
ROBERTO BLANCARTE