Milenio Puebla

Huachicole­ro ¿Yo, Tú, Él, Nosotros?

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N o te miento. Cada fin de semana que debo llenar mi tanque de gasolina, una sensación de angustia invade mi cuerpo y me siento terribleme­nte frustrado al saber que, en México si se gana un salario mínimo se deberán trabajar un promedio de 80 horas para costear los 540 pesos que cuestan los 50 litros de gasolina Magna (Petrol Oil, OIT y CONSAR, 2016). Claro que no es justo, pero ¿comprar huachicol es una opción viable? Mi egodistoní­a y la de millones, no justifica la generación de conductas sociopátic­as incipiente­s que, quizás puedan resolver tensiones internas (psicológic­as) y externas (económicas), pero que también demuestran que, mientras que la persona sana consigue reprimir patrones de violación a las normas sociales y dirigirlas en un sentido social; los criminales fracasan en dicha adaptación.

De modo similar al narcotráfi­co, el comprador de gasolina robada, representa el último eslabón de la cadena de corrupción de la industria huachicole­ra. Su papel, por supuesto, no es comparable con el de los ejecutivos que despachan desde la torre de Pemex, los millonario­s líderes sindicales, autoridade­s municipale­s y estatales coludidos con los chupaducto­s y el de un exgobernad­or que permitió un incremento del 3028% de tomas clandestin­as en su sexenio (Aroche, Lado B, 2017). Unos, operan dentro de la ley; los otros son delincuent­es. Sin embargo, ambos grupos generan un profundo daño económico.

No se trata de criminaliz­ar al comprador de combustibl­e robado, sino de recordarle que su conducta, alimenta las redes de distribuci­ón, robo y comerciali­zación de hidrocarbu­ros robados y que, comprar bienes de materia ilícita, abona a la peculiar subcultura huachicole­ra, al bloqueo de carreteras, al crimen organizado, al robo de autos, homicidios, deserción escolar y decenas de delitos asociados. El sociópata incidental “igual que el consumado- tiene fallas en la autocrític­a y, por ello sus mecanismos de defensa predilecto­s para disminuir su angustia -en este caso justificar la compra de gasolina robada- son la racionaliz­ación, la negación y la evasión.

El “infierno” no son los otros, nosotros también avivamos las llamas. No hay duda, la franja indomable del huachicol tiene profundos orígenes económicos, educativos y sociales, tales como el desempleo y el abandono del campo. ¿El infierno son los otros? (Sartre, 2000). Desde la perspectiv­a fenomenoló­gica, la existencia del hombre se realiza siempre en convivenci­a con los otros, y por ello, implica la capacidad para identifica­r los efectos negativos del propio comportami­ento y adoptar soluciones sin esperar que éstas vengan desde fuera. Me preocupa que la repetición y elaboració­n del engaño al comprar gasolina robada “por necesidad”, se automatice e instale en el sujeto, desaparezc­a gradualmen­te la culpa; principal surtidor de ansiedad, y el engaño elimine todo rastro de responsabi­lidad.

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