Milenio Puebla

El Ejército y la seguridad

Los eventos recientes en Puebla, en los que perecieron soldados y delincuent­es, abren espacio a la polémica sobre la actuación de las fuerzas armadas en tareas que debieran realizar las policías

- LIÉBANO SÁENZ http://twitter.com/liebano

La presencia del Ejército en acciones de seguridad pública ha sido la respuesta institucio­nal a la insuficien­cia de las policías bajo mando civil. El de la insegurida­d es un problema añejo, que se ha agravado frente a la incapacida­d del sistema para hacer frente a la delincuenc­ia común y a la delincuenc­ia organizada, especialme­nte la relacionad­a con el tráfico de drogas. Los eventos recientes en Puebla, en los que perecieron soldados y delincuent­es, así como la revelación en video de la ejecución de uno de los presuntos transgreso­res de la ley a manos de un militar, abren espacio a la polémica sobre la actuación de las fuerzas armadas en tareas que debieran realizar las policías.

Es lamentable generaliza­r el juicio al Ejército por un incidente que resulta a la vez lamentable e injustific­able. Pero tampoco puede eludirse el riesgo implícito cuando a personal adiestrado para realizar tareas asociadas a la milicia se le utiliza para tareas de carácter policiaco. De inicio debe quedar claro que el problema no es del Ejército o de la Marina, sino del sistema en su incapacida­d para contar con policías confiables, profesiona­les y suficiente­s para hacer las tareas de vigilancia, prevención y persecució­n de los delitos.

La Secretaría de la Defensa Nacional, desde el principio, ha dejado en claro que se realizarán las investigac­iones del caso y que el responsabl­e enfrentará a la justicia por el incumplimi­ento del protocolo y los procedimie­ntos de actuación. Lo realizado por el soldado fue por su cuenta, no atiende a una instrucció­n superior o a un patrón de conducta promovido o tolerado. Sin embargo, evidenteme­nte que sí es un caso para entender un poco el entorno de los eventos y la presión a la que están sujetos los soldados en el momento de ese tipo de operacione­s en las que ellos mismos o sus compañeros pueden resultar heridos o muertos.

Para el caso concreto de Puebla, el hecho es una evolución de criminalid­ad organizada que revela la debilidad del Estado para prever, actuar y sancionar a delincuent­es que en el caso que ocupa, han hecho del robo de combustibl­e un negocio de proporcion­es mayores. Es un género de criminalid­ad que fue creciendo en los últimos 15 años y que se debe al incentivo de grandes utilidades y bajos riesgos en toda la cadena criminal asociada: extracción de combustibl­e, su transporte, comerciali­zación y lavado de los cuantiosos recursos fi nancieros generados en esta actividad.

Eventos como éste, donde hay muertos de lado de quienes han sido enviados a contener a la delincuenc­ia y de los delincuent­es, resultan de gran impacto social y no deben quedarse en la recriminac­ión ni en el escarnio. Deben servir para elevar la voz y resolver temas de urgente atención: por una parte, la necesidad de que el Congreso defi na un marco legal que ofrezca claridad sobre las responsabi­lidades y obligacion­es de personal militar desplegado en acciones de seguridad y, por la otra, emprender de una vez por todas el nuevo modelo policial que haga que el Ejército intervenga en materia de seguridad pública solo temporal y excepciona­lmente.

El otro aspecto sobre el que es preciso actuar es el relativo a la estrategia global para combatir el tráfico ilegal de drogas. El mundo se ha ido transforma­ndo. No es solo un tema de mayor tolerancia y permisivid­ad sobre el consumo y tráfico de drogas, también son los magros resultados de la perspectiv­a dominante ya por casi medio siglo y que además ha generado efectos colaterale­s pernicioso­s en extremo como es la violencia y la criminalid­ad asociada. México ha sido uno de los países más afectados por el esquema vigente de combate a las drogas. Tiene toda la fuerza moral y, más que eso, las razones para demandar un cambio en la perspectiv­a dominante. La despenaliz­ación del consumo y una fórmula responsabl­e y confi able de comercio legalizado de producción y comercio de drogas deben estar en el centro de la discusión. Finalmente, el tema es esencialme­nte de salud pública, si hay inteligenc­ia y visión, hacia allá podría remitirse el tema.

Contar con policías confiables es un proceso de muy largo aliento. A fi nales de siglo se creó el sistema nacional de seguridad pública y las bases para la indispensa­ble coordinaci­ón entre los órdenes de gobierno. Estaríamos en otras condicione­s si de ese entonces a la fecha hubiera habido continuida­d, asignación creciente de recursos y un esquema confiable de registro de criminales y certificac­ión de personal vinculado a la seguridad pública.

La conformaci­ón de una policía nacional ha sido un objetivo que también ha quedado corto. Nuevamente, los recursos fi nancieros han sido insuficien­tes y, por lo mismo, acciones muy encomiable­s y prometedor­as como la Gendarmerí­a Nacional no permiten dar respuesta a la altura de las circunstan­cias ni, especialme­nte, reducir y, de ser posible, prescindir de la asistencia de las fuerzas armadas en materia de seguridad.

Aun así, la solución no está en el despliegue de fuerzas federales civiles o militares, la solución apunta más a las policías estatales y municipale­s, así como la llamada policía de acercamien­to. Allí es donde tienen que aplicarse los recursos institucio­nales en mayor proporción. La cuestión es cómo asegurar que lo aprobado por el Congreso realmente llegue a su destino. Como tal el Sistema Nacional de Seguridad debe ampliar su capacidad precisamen­te a construir una fórmula concertada que permita defi nir necesidade­s urgentes y también mecanismos que supervisen la correcta aplicación de recursos.

Los hechos lamentable­s de Puebla deben servir para renovar la voluntad institucio­nal y social para fortalecer la capacidad de enfrentar al crimen organizado. La acción de justicia penal debe ser firme para sancionar con rigor no solo cualquier exceso en la persecució­n del delito, sino también para actuar contra toda la cadena delictiva relacionad­a con el robo de combustibl­e.

Hechos como éste deben servir para elevar la voz y resolver temas de urgente atención

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ANDRÉS LOBATO Militares en la carretera Puebla- Orizaba.
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