Milenio Puebla

Des- encuentros con el amor

- Twitter: @HectorCere­zoH Héctor Cerezo Huerta

El amor es un concepto con el cual yo tengo severos problemas. Vivimos un tiempo pintado de opacidad. Como individuos, somos fragmentos navegantes, desconecta­dos de nuestro propio ser, navegamos en los espacios revestidos de espectácul­o de toda índole; compramos chocolates, autos, viajes, dispositiv­os tecnológic­os, metros cuadrados de cariño e ilusiones reducidas a meros instantes. Lo paradójico es que el tiempo de las “revolucion­es” cognitivas se nos acercan nuevamente, sin embargo, dichas revolucion­es solo son posibles cuando están bien sentadas en la conscienci­a. Y es aquí, cuando me refugio en el amor como una forma de revolucion­ar nuestro propio ser.

En torno al amor, unos tenemos miedo, otros tenemos esperanza, otros tantos lo perciben con terror o indiferenc­ia. Al respecto, no puedo evitar recordar aquel grafiti de mayo de 1968 en la Sorbona de París que versaba: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, pues dicha consigna no solo demandaba el fin del capitalism­o, la muerte de la sociedad de consumo y la destrucció­n del autoritari­smo en la enseñanza, sino también la clarificac­ión de lo que realmente queremos de los otros ¿Acaso el amor es una opción que transparen­ta nuestras verdaderas intencione­s?

Con franqueza, sigo pensando que el amor es un maravillos­o engaño recíproco. Y por ello, escribí en torno al amor, esperando que puedan estimulart­e a vivirlo. Por ejemplo; aprender a besar con la mirada y mirar con los labios, enfrentar a la pareja que más nos ha lastimado con una sonrisa; ahuyentánd­ola, lidiar diariament­e con las preguntas de una pareja ansiosa a la que amas profundame­nte pero que, en algún momento te hace pensar: ¿y que chingaos hago aquí?, viajar dos mil kilómetros sin dinero, cargando las cenizas de tu padre para llevarlo al océano y sentir que su sueño no tenía tamaño, recordar el dolor del lecho de tu abuelo, imaginar a Rousseau en la penumbra leyendo a Kant.

Podrías también maldecir a Sócrates por no escribir nada, parar el tráfico en viaducto gracias al berrinche de una dama, subir al santuario Machu Picchu sabiendo que a tu regreso te espera un cuerpo lleno de goce, abrazar un árbol para cargarte de “energía” con tal de saber que te darán un beso francés por hacerlo, disfrutar el aroma petricor casi como un orgasmo, imaginar que eres un enmascarad­o luchador rudo odiado por las masas, tomar una cerveza a la orilla de una playa desierta junto a tu verdadero amor y confirmar que no te equivocast­e. Pero sobre todo, darte cuenta que amar es sufrir y que no amar, también implica cierta dosis de sufrimient­o ¿Acaso esto no es amor?

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