Inseguridad: ¿hasta dónde vamos a llegar?
Un pronóstico sobre el futuro de este país: si las cosas siguen deteriorándose va a llegar un momento en que la vida de todos los días se volverá un auténtico infi erno. Ya muchísimos ciudadanos conllevan estoicamente el embate cotidiano de la delincuencia; no hablo de los comerciantes o los transportistas —aunque también—, sino de los cientos de miles de personas que son atracadas constantemente en el transporte público de la periferia de las grandes urbes, por no hablar de los robos a las “casas-habitación” ( ¿por qué demonios somos tan estúpidamente enredosos, coño, como para no poder siquiera nombrar
casa —así, a secas— a una casa? ¿De dónde carajos habrán surgido palabros como “carpeta asfáltica”, “mancha urbana” o “vialidad” —se dice calle, por si no saben, o avenida o carretera—, y a qué retorcido burócrata se le habrá ocurrido rebautizar a la empresa estatal “Caminos y puentes federales de ingresos” —se dice de cuota, o de peaje, animales— añadiéndole el inútil apéndice de “y servicios conexos”?), los robos, repito, que son una auténtica epidemia nacional.
Pero, entonces, ¿qué nos espera? ¿Tendremos que salir armados a las calles para defendernos? ¿Cerraremos las vialidades de acceso a nuestras casas-habitación para, en una desaforada estrategia de confiscación de lo público, establecer espacios restringidos en zonas enteras de nuestras ciudades? ¿Saldremos de esas antedichas casas-habitación siempre en grupo, acompañados de los caseros-habitantes vecinos, para defendernos de los secuestradores, los atracadores, los violadores y los extorsionadores? ¿Las tiendas y los comercios parecerán auténticas fortalezas a las que sólo podrán entrar clientes previamente identificados gracias a un sistema global de certificación de individuos honrados? ¿Los buses escolares irán escoltados por guardias de seguridad? ¿El coche blindado se convertirá en un bien de primerísima necesidad? ¿Los barrios serán vigilados por cuerpos policiacos privados pagados de manera obligatoria por sus habitantes? ¿Desaparecerán los bares y los restaurantes ubicados antiguamente en las colonias de libre acceso para establecerse en zonas exclusivas controladas?
Pues sí, a lo mejor esa es la vida que tendrán nuestros hijos, en este México.