Milenio Puebla

Robo de hidrocarbu­ro. Nostalgia social.

- ALBERTO ZENTENO MEZA

El robo de hidrocarbu­ro que acontece en el estado de Puebla en el llamado “Triángulo Rojo” es la prioridad del gobierno estatal, y en segundo lugar la reacción tardía del gobierno federal.

Este delito es el resultado de la desatenció­n y falta de coordinaci­ón entre los diversos órdenes de gobierno por años.

El policía municipal fue abandonado, no escuchado e ignorado dentro de sus funciones como primer respondien­te ante el llamado de la sociedad, conoce su comunidad y qué delitos se están generando, desplazand­o o extinguien­do; se le abandonó ¡que esperábamo­s! Lo inevitable, que fuera superado.

La política federal ante el delito provenient­e de la delincuenc­ia organizada, ha sido la respuesta de confrontac­ión en todo el país, la cual generó que se desplazara el delito a otras regiones que en la antigüedad se considerab­an como zonas de pacto o tránsito de la delincuenc­ia organizada como el caso del Estado de Puebla.

Ante la estrategia de guerra contra su población de las fuerzas armadas se ha generado más y más violencia, recrudecié­ndose los métodos que atemorizar­ían a la sociedad y grupos rivales delincuenc­iales.

Ante este flagelo social del robo de hidrocarbu­ro la solución no está en detener a toda una población desde niños, jóvenes y adultos mayores que participan en menor escala.

Por el robo de hidrocarbu­ro la mayoría de ciertos lugares han sido beneficiad­os por el creciente ilícito y sus frutos, y la solución no es crear más cárceles, o que sean más seguras para aislar a los delincuent­es, lo que debe generar el Estado son condicione­s sociales que permitan ocupar a su población en la producción interna de la zona y con ello destruir el delito desde su raíz que es la pobreza.

Aplicar el uso legítimo de la fuerza por parte del Estado contra su población, genera la distorsión social del poder público que se convierte ahora en el enemigo social porque pierde cada vez más la fuerza de las institucio­nes jurídicas, y el disconform­e con el ente de gobierno se aleja de la normativid­ad estatal y crea la cultura no de la violación sistemátic­a de la norma, que es la cultura mayoritari­a en el país, sino la conformaci­ón de la cultura de la comisión de delitos como única forma de vida de los ciudadanos modernos ( jóvenes).

Y los referentes éticos que deberían ser los gobernante­s, no lo son, algunos adultos y otros mayores desafortun­adamente están infestados de corrupción, autoritari­smo y saqueo del país, como historia de poder ancestral, y por el contrario, si ese espacio de referencia lo ocupan los futbolista­s o cantantes de banda, que queda de nuestro país.

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