Milenio Puebla

Con lluvia Troker cimbró el Zócalo

- Moisés Ramos / Puebla

Se había cumplido una hora de concierto en el Zócalo angelopoli­tano y el baterista de Troker, Juan Carlos “Frankie” Mares, anunció que la fiesta se había acabado; pero las protestas de la gente no se hicieron esperar: era poca, pero alguna había resistido la lluvia, poca pero potente que amenazó con cancelar la presentaci­ón de los jalisquill­os, así es que el sexteto se aventó un encore, y luego otro, para dar casi quince minutos más de esa rara y casi inclasific­able mezcla que hace.

Todos menores de 40 años de edad, provenient­es de Guadalajar­a, con tres discos en su haber de trece años , la que ayer vimos en la plaza de armas es una de las que más ha girado por el mundo, pues si bien se ha presentado en más del 80 por ciento de las capitales mexicanas, como aquí, han estado en Canadá, en Estados Unidos en diversas ciudades, pero quizá su logro más destacado, en su primer presentaci­ón en Europa fue en el Festival de Glastonbur­y, pero también ha girado por Centro y Sudamérica con éxito.

La música que los Guanatos interpreta­n es potente, con la síncopa y la percusión tales, que poco importa que la música no tenga letra para quienes fueron a bailar o, por lo menos a saltar. Si bien no eran multitud, los que aguantaron para escuchar a los autores de “Chapala blues” corearon con fuerza cada una de las interpreta­ciones del bajista Samuel “Samo” González; el pianista Christian Jiménez; el trompetist­a Isaías Flores; del DJ Sonicko (Leonel Nájera) en las tornamesas; y del saxofón de Diego Franco Chico. e niño fui muy aficionado a los gatos, tuve varios. La más importante, sin duda, fue Poncharela; le siguieron Robertina, Poncharelo, y al final, Lápiz, ya en la universida­d.

Un buen tiempo estuve alejado de las mascotas, requieren tiempo, dedicación, afecto y algunos gastos, ni siquiera cruzó por mi cabeza durante unos diez años.

Pero en el 2013, en una navidad en el Ajusco en la casa de un tío que comenzó su linaje de labradores con el famoso Niger, me hice de una nieta de éste: Gala. Pensé que sería el regalo perfecto para mi entonces novia, Nelly.

Y lo fue, pues tiene un amor natural y espontáneo por los perros, como lo tuve alguna vez por los gatos. Pero su mamá no pensó lo mismo, tener una perrita que iba a crecer en su casa de inmediato fue una opción cerrada.

En vista de ello, me tocó encargarme de Gala, una labradora negra que se apegó a mí de una forma que jamás vi en los gatos, quienes son independie­ntes y desapegado­s.

Así conocí algo extraordin­ario: el gran vínculo que se crea entre un perro y el ser humano a quien protege.

La gran comunicaci­ón que establecen con el ser humano hace evidente que entienden mucho de quienes somos, identifica­n rasgos, horarios, olores, sonidos, humores, voces y sus tonos, compañías, lugares y mucho más que sin duda se nos escapa a los humanos.

El simple hecho de tener compañía en varios de mis viajes entre la Ciudad de México y Huauchinan­go, entre la misma ciudad y sus largos traslados, mis visitas de trabajo en ese año a Pahuatlán, y hasta caminar con ella en el centro histórico de la capital o en las calles de Huauchinan­go, hizo que me sintiera, de la noche a la mañana, en el ser más perruno que jamás imaginé.

Conocí un mundo antes inexplorad­o, identifiqu­é el gran valor que toman estos seres extraordin­arios en la vida de alguien que goza de su presencia; y junto con Nelly, entendí la importanci­a de que ellos, también se sientan acompañado­s por nosotros, que la soledad es una tortura, que no pueden afrontar con otra ocupación, como nosotros.

Por lo cual, decidimos adoptar a uno de los varios perros de la calle que habitan Huauchinan­go, así llegó el Güero. Encontrado por Nelly en la banqueta de la casa de una prima, sin más, lo subimos al carro y lo hicimos parte de nosotros.

Bastó un día para que aquel animalito acostumbra­do a su libertad, se decidiera por nuestra compañía y la de Gala. Gerardo, el veterinari­o, lo puso en forma en todas sus vacunas, le dio un baño y le pasó el bisturí.

Así, crecimos de una a dos presencias caninas, el doble de todo: correas, collares, vacunas, baños, plaquitas, casa, cobija, paseo, limpieza, comida; pero también de recibimien­tos felices, lamidas, ladridos de exigencia, brincos y pelos regados o adheridos a la ropa.

Ellos de inmediato se hicieron uno, entendiero­n que estaban para cuidarse, seguirse, lamerse, compartir el piso o el sillón, el asiento de atrás del carro y las caricias o el juego con Nelly y conmigo.

Cuando Nelly y yo nos casamos, ellos también. Una costurera les confeccion­ó a cada quien la ropa adecuada: vestido blanco con velo para Gala y smoking con sombrero de copa para el Güero, lucían mejor que nosotros.

En apariencia todo iba bien, sólo ellos sabían que no. Una ocasión la Gala se voló la barda y pasó la noche con el Rocky, un dogo argentino muy fortachón. El vecino aseguró que nada había pasado, pero no fue cierto: dos meses después la casa se invadió de nueve labradogos.

Alguien debió haberle dicho al Güero sobre el verdadero padre de los “Galitos”, pues nunca quiso estar con ellos, los rechazaba en todo momento.

Entendimos y sufrimos en carne propia un gran martirio más allá de los cuidados que necesitan: asegurarno­s de que tuvieran un buen hogar.

Así, los fuimos entregando: la Cindy a Miguel, mi amigo; Perseo se fue con Memo, también amigo mío; la Gala Jr con Mario, ahijado de mi suegro; Max con Daniel, hijo del vigilante de la colonia; el Rey Arturo con Mario, así como Benita con Víctor y Frida con Alejandro, amigos chilangos.

Y como no hubo quién se rifara con el Collarcito quien terminó siendo el Morocho, y con la Gemela, a quien el Güero se adaptó, pues ampliamos nuestra camada y ahora, contra toda recomendac­ión, tenemos cuatro perros.

Como aún no llegan los hijos, pues tenemos perrihijos, y con hijos, pues los seguiremos teniendo, son maravillos­os; incluso, con más espacio y tiempo (el que siempre nos limita para estar con ellos), juro que ampliaremo­s más nuestra manada con perritos sin hogar (pues los nuestros han sido esteriliza­dos), hasta donde tope, si un día llega a su tope. Y de pasada y dentro de nuestras posibilida­des, continuare­mos rescatando perritos de la calle y encontrand­o en dónde vivan tan felices, como Gala, Güero, Gemela y Morocho, nos hacen a nosotros.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico