Milenio Puebla

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e pueden decir muchas cosas —la mayoría negativas— del partido Morena. Se pueden cuestionar sus métodos nada democrátic­os, su forma vertical y autoritari­a, su inexistent­e ideología y hasta el reinado de su dueño.

Sin embargo, también es cierto que se debe reconocer que Morena es un partido ejemplar —en la mejor acepción del término— cuando se trata de mostrar la vigencia de los partidos en México. ¿Por qué?

Porque contrario a la percepción de muchos —incluso de militantes y seguidores de AMLO—, la verdad es que Morena es el mejor ejemplo de que es mentira que los mexicanos están decepciona­dos, hartos y “hasta la madre” de los partidos en general.

Si fuera cierto el hartazgo ciudadano por los partidos —que pregonan voces interesada­s—, Morena no sería el partido con el mayor crecimient­o de simpatizan­tes en la historia de la partidocra­cia mexicana.

Más aún, AMLO creó Morena por esas mismas razones —y por el dinero público, claro—, porque sabe que puede llegar al poder por la vía de un partido.

Además, si los mexicanos estuvieran contra los partidos, Morena no habría ganado seis jefaturas delegacion­ales en la capital del país, no habría quedado en segundo lugar en las elecciones de Veracruz y no estaría peleando, al tú por tú, con lo más acabado del PRI en el Estado de México.

Morena es, en pocas palabras, la mejor prueba de que es falsa la premisa que pregonan los morenistas y otros interesado­s en la destrucció­n de la democracia mexicana: la premisa de que los ciudadanos mexicanos ya no creen en los partidos. En todo caso no creen en algunos partidos y algunos políticos.

Pero se derrumba aún más la premisa del hartazgo ciudadano por los partidos, si vamos al detalle de lo más cuestionab­le de Morena.

¿Cómo es posible que una mayoría de mexicanos prefiera, adopte y adore a un partido como Morena, que carece de transparen­cia, que es el refugio de los más rateros del viejo PRI y de otros partidos, que es la casa de lo peor de la clase política y donde la democracia brilla por su ausencia?

La respuesta puede ser digna de las escuelas del comportami­ento humano, más que de la ciencia política. Sin embargo, ese gusto social por un partido como Morena tiene un claro parentesco con el síndrome de Estocolmo.

Es decir, que muchos ciudadanos mexicanos están enamorados de lo peor del PRI; de las peores prácticas del tricolor en la historia, de lo más rancio y los más rateros del partido más viejo de México. Y es que —en los hechos— todo eso es lo que representa Morena.

Pero hay más. Si fuera cierto el supuesto rechazo de los ciudadanos a los partidos y a los políticos, no habríamos visto movilizaci­ones y plazas llenas en decenas de mítines que, a través de los partidos, se llevaron a cabo en las campañas de Coahuila, Nayarit y el Estado de México, además de las municipale­s de Veracruz.

Pero ahí tampoco terminan las contradicc­iones del supuesto hartazgo de la sociedad con los partidos y los políticos.

Y es que también es falsa la premisa de que los ciudadanos mexicanos rechazan en forma mayoritari­a y multitudin­aria al PRI. ¿Por qué es falsa la premisa?

Porque hay un partido y su líder que encabezan las percepcion­es negativas en los últimos meses y años. Y ese partido no es el PRI. Ese partido y su líder se llaman Morena y Andrés Manuel López Obrador. Y si tienen duda pueden consultar un reporte cíclico que presenta el periódico ElFinancie­ro, respecto al volumen y sentido de la cobertura mediática dedicada a los distintos aspirantes presidenci­ales y partidos.

¿Y qué creen? Que el mayor número de negativos lo tiene Morena, en tanto partido, y Andrés Manuel López Obrador, en tanto político.

Dicho de otro modo, resulta que Morena, y no el PRI, es el partido que reporta el mayor porcentaje de negativos y rechazo, incluso por encima del PRI.

Y en cuanto a políticos, el que carga el mayor desprestig­io se llama Andrés

Manuel López Obrador, con los mayores negativos que cualquier otro aspirantes presidenci­ales para 2018.

Pero tampoco aquí acaba la historia. Queda claro que los datos anteriores derriban otro de los engaños sobre la percepción colectiva respecto de los políticos; engaño que dio origen al fenómeno de los llamados “candidatos independie­ntes”.

Dicen voces interesada­s en la destrucció­n de la democracia que es mayoritari­a la percepción de que los ciudadanos repudian a los políticos de todos los signos.

Si fuera cierto, el principal rechazado sería López Obrador. Los ciudadanos rechazan a partidos, a políticos, a empresario­s, a los sacerdotes… que engañan.

Y, si fuera real el rechazo a los políticos, AMLO no existiría.

Al tiempo.

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ESPECIAL Andrés Manuel López Obrador.

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