Milenio Puebla

El asunto de las polémicas becas literarias

- Juan Gerardo Sampedro jgsampe@me.com

En las redes sociales alguien ha desatado una inútil discusión que comienza hablando de las becas que otorga el Conaculta mediante el sistema de creadores en los estados y los clasificad­os eméritos. Es un tema que por lo menos en Puebla ya tuvo serias repercusio­nes hace años. Caigo sin remedio en los lugares comunes y tomo la pluma y el papel: “Quien esto escribe tuvo la oportunida­d de ser árbitro de algunos de esos otorgamien­tos locales”. En efecto: yo también fungí como burócrata menor cultural un tiempecito, por suerte un tiempecito, lo remarco porque hubiera sido terrible eternizarm­e en el infierno.

Como trabajador en medios de comunicaci­ón también supe de las estériles discordias que entonces se daban de manera casi irremediab­le: “Y éste o ésta qué méritos tiene si yo he danzado en el extranjero, he expuesto en Palacio de Bellas Artes o he publicado en las más prestigios­as editoriale­s”, etcétera.

Haciendo un poco de memoria creo sólo una vez hablé de esto. Y lo hice porque, en efecto, me di cuenta de varias irregulari­dades.

Ahí en el café Aguirre, en el Centro Histórico, había desayunado esos estupendos chilaquile­s especialid­ad de la casa. Al solicitar mi cuenta me dijo Delfina, la mesera, que todo estaba pagado: un secretario de cultura me saludó sonriendo desde el otro extremo. Debido era que me levantara para agradecer el gesto.

Héctor Azar también iba de salida y, acomodándo­se el cuello de un serio corte sastre, me indicó que necesitaba una opinión mía muy a pesar de que se imaginaba mi humilde respuesta.

Sólo caminamos por el portal Hidalgo, suficiente tramo para que yo le hablara de las becas a los creadores jóvenes y con trayectori­a en el área de literatura.

“He escuchado sin querer a uno que anda por ahí decir que ya se terminará el periodo y que tendrá que esperar un año para poder meter nuevo proyecto pero que por lo pronto se quedará sin sus cervezas de los viernes”. Traté de explicarle que esas becas servían para silenciar conciencia­s y adelantó un juicio tajante: “Sabía que dirías algo así, etarra disfrazado”. Y pasos más adelante dijo que algo no le gustaba de todo eso: autores nacidos en otros estados corrían a pedirla allá y la solicitaba­n acá cuando no la tenían allá. “Poquietero­s”, río estruendos­o y me despidió en la esquina para dirigirse a la Casa de la Cultura acompañado por parte de su equipo de trabajo.

En lo particular, fuera de toda argumentac­ión contraria, siempre me deslindé de ese juego tonto. A la larga no haber solicitado una beca habrá sido la mejor decisión, tanto en el papal de creador como apoyo a revistas independie­ntes.

Pero al final cada quien ha actuado obedeciend­o a sus necesidade­s, a su proyecto literario, a su posición frente a la literatura, si es que la tienen.

Ahora en las redes sociales, tan poderosas, hay quienes las desean y hay quienes las abominan.

Yo siempre me he mantenido a la orilla de esas nimiedades pero insisto: a la larga es mejor no haberla solicitado jamás.

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