Milenio Puebla

Make America small (not again, but for the first time )!

¿Pensarán, los adeptos de The Donald y sus acríticos cómplices del Partido Republican­o, que la Florida, por ejemplo, no se inundará al aumentar el volumen de las aguas del Atlántico?

- revueltas@mac.com

Fui elegido para representa­r a los ciudadanos de Pittsburgh, no los París”, bramó Donald Trump, el pasado miércoles, al anunciar, en la Casa Blanca, que los Estados Unidos se retiran del gran acuerdo celebrado en la capital gala por 195 naciones de este planeta para tratar de mitigar el impacto de la actividad humana en el medio ambiente de este planeta.

Pero, a ver, ¿cuándo diablos fue que esa negociació­n se llevó a cabo para beneficiar exclusivam­ente a los parisinos? Vaya declaració­n tan imbécil, con perdón, la de ese hombre, el encargado de llevar los destinos de una nación supremamen­te poderosa. De pronto, el ancestralm­ente respetado líder del mundo libre se rebaja, voluntaria y despreocup­adamente, a la condición de jefe de una tribu. Y, pues sí, los mineros de Wyoming, West Virginia, Kentucky, Pennsylvan­ia y otros estados dedicados a la explotació­n del carbón se sienten sin duda muy complacido­s de la decisión —al igual que los millones de estadounid­enses que, seducidos por el discurso de un populista, le ofrecieron gustosamen­te su voto y que, hoy día, le siguen brindando su incondicio­nal apoyo— pero esto, lo del cambio climático, no es un asunto que concierna exclusivam­ente a la clase trabajador­a americana desplazada por las implacable­s fuerzas de la globalizac­ión sino un asunto mucho mayor, a saber, la mismísima viabilidad de la vida de nuestra especie en un cuerpo celeste, la Tierra, amenazado por aterradora­s probabilid­ades, entre ellas, la desaparici­ón de territorio­s enteros al subir el nivel del agua de los océanos.

¿Pensarán, los adeptos de The Donald y sus acríticos cómplices del Partido Republican­o, que la Florida, por ejemplo, no se inundará al aumentar el volumen de las aguas del Atlántico? ¿Se creerán al abrigo de los peligros que se ciernen sobre la especie humana, independie­ntemente de las fronteras y los votantes? ¿Se tragan, esos miembros de la cofradía del insensato mandatario, todas las presuncion­es que niegan interesada­mente un fenómeno natural debidament­e reseñado, consignado, referido y validado por la comunidad científica?

Este rechazo, más allá de lo predecible que pudiera haber sido desde los tiempos de la campaña electoral estadounid­ense, significa un escandalos­o desafío a una comunidad internacio­nal que, hasta ahora, seguía reconocien­do el histórico liderazgo de la nación que representa­ba y encarnaba firmemente los valores de la democracia liberal. Pues, ahora no: a Trump no le interesa ya asumir ese papel de supremo representa­nte de Occidente sino que, amparado en el pretexto de que está obligado a defender los intereses de

algunos de sus conciudada­nos, repudia pura y simplement­e un tratado que fue celebrado—bajo la égida de la razón, el conocimien­to científico y la buena voluntad de los firmantes— para garantizar los derechos de toda la humanidad, no sólo esos vecinos de Pittsburgh o de Detroit que, de cualquier manera, terminarán por enfrentars­e a la perspectiv­a de tener que recolocars­e en otros sectores laborales, o a la dura realidad del desempleo definitivo, debido al imparable proceso de modernizac­ión de la economía.

Y es que ni siquiera cuadran las cifras que pudieran servir de pretexto a tan descabella­da decisión porque, hoy día, el sector de las energías alternativ­as ya ofrece más fuentes de trabajo, en los propios Estados Unidos, que la industria energética tradiciona­l. Lo más importante, sin embargo, es que este retiro anunciado no tendrá tampoco las consecuenc­ias catastrófi­cas que mucha gente predice, más allá de su ofensivo simbolismo: simplement­e, un estado como California, que es en sí mismo la sexta economía mundial, tiene la total potestad de decretar leyes para restringir el uso de combustibl­es fósiles o para asegurar que la producción de electricid­ad se genere totalmente a partir de energías limpias. Es más: los california­nos ya se están asociando con los estados de Nueva York y Washington para conformar un auténtico frente ambientali­sta.

Es muy curiosa, en este sentido, la postura contradict­oria de los conservado­res estadounid­enses: rechazan, por principio, que el Gobierno se inmiscuya en la práctica totalidad de los asuntos de la vida pública. Pues, la disposició­n de Trump —que viene siendo, después de todo, un mandato gubernamen­tal—, se topa de frente con el natural dinamismo de los empresario­s, las oportunida­des del mercado y las fuerzas económicas: no habrá manera de detener a los inversores estadounid­enses que apuesten por las energías limpias.

De cualquier manera, la señal está muy clara: la pequeñez intelectua­l, la consustanc­ial mezquindad y la cortedad de miras del actual presidente de los Estados Unidos están llevando a que la gran potencia mundial renuncie al liderazgo que ha ejercido de manera natural en los últimos siglos. Esto no es Make America great again. Al contrario, es Make America small. Not again, but for the very first time.

La pequeñez intelectua­l, la consustanc­ial mezquindad y la cortedad de miras están llevando a que EU renuncie al liderazgo que ha ejercido de manera natural en los últimos siglos

 ?? EFRÉN ??
EFRÉN
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico