Flacas y en calzones
Hace unas semanas los franceses pusieron de nuevo el grito en el cielo por una insinuación sexual en una publicidad callejera. Lo hacen cada vez que los creativos de una agencia de publicidad se queman el cerebro para anunciar medias, calzones, brasiéres, perfumes, artículos de maquillaje o una nueva película sexy. Sus brillantes ideas publicitarias corretean por los espacios públicos en grandes cartelones que inundan las calles de París, el Metro, los autobuses. Mientras tanto, buena parte de los galos se aterra con la sola posibilidad de que unas nalgas al aire o unos senos en libertad anden de paseo por ahí, a la vista de todos, sobre todo de los niños.
Esta vez, los franceses se han quejado amargamente por las fotografías que ilustraban la última campaña publicitaria de la muy prestigiosa firma Yves Saint Laurent. Les pareció que las modelos eran sometidas a un trato degradante.
Vistiendo medias transparentes y minipantalones, largas botas y chaquetas de piel, portando patines de ruedas, las modelos aparecen tumbadas sobre el piso, en estrechos espacios interiores. Técnicamente están vestidas a la moda que propone YSL en su Colección Otoño-Invierno 2017-2018, pero son sus posturas las que han despertado polémica. Con las piernas abiertas, inclinadas con desparpajo, parece que se ofrecen a quienes las observan. Las fotografías aparecieron en lugares públicos parisinos al comienzo de marzo pasado, apenas finalizada la concurrida Semana de la Moda. Y la reacción no se hizo esperar. Las autoridades designadas para el cuidado y la defensa de la moral pública en la publicidad profesional comenzaron a recibir de inmediato quejas sobre la “incitación a la violación”, por el uso de “imágenes degradantes” y por la difusión de fotografías con “mujeres objeto”. Supieron de poco más de un centenar de denuncias. De hecho, también estas autoridades parecían bastante escandalizadas; mientras asumían que la clientela femenina de la firma difícilmente estaría interesada en verse relacionada con imágenes de este tipo. Dos años atrás, el organismo que desempeña la misma función en Gran Bretaña, The Advertising Standards Authority, prohibió la difusión de una campaña de la misma firma francesa por sus imágenes con una modelo flacucha, de apariencia enfermiza.
En Francia, las organizaciones feministas coincidieron en su opinión: “La publicidad que circula por las calles de París tiene todos los elementos sexistas: hipersexualización, conversión de la mujer en objeto, un posición de sumisión”. En consecuencia, la espantada autoridad pidió a la firma YSL retirar la publicidad “ofensiva” de las calles lo más pronto posible.
Los ingleses son más radicales en sus decisiones. Hace seis años decidieron que la publicidad del perfume Belle dOpium de YSL animaba a los usuarios al consumo de drogas, por los perversos gestos de las modelos y la atrevida canción de fondo que se empleaba en los anuncios. Y actuaron de inmediato prohibiendo la difusión de sus mensajes publicitarios.
En 2011, al organismo regulador británico se le pusieron los pelos de punta cuando supo de la publicidad del perfume Oh, Lola!, del diseñador Marc Jacobs, con la imagen de la pequeña actriz, Dakota Fanning, exhibiendo entre sus piernas un gran frasco del aromático producto. No tardó en llegar a la conclusión de que “sexualizaba la imagen de una niña de una manera seriamente ofensiva”, y se dio enseguida a la tarea de prohibir su circulación, al tiempo que difundía por escrito sus impresiones: “La actriz aparenta menos de 16 años y consideramos que tanto su corto vestido como la pierna al aire y la postura de la modelo son provocativas y atraen la atención hacia sus genitales. Se está utilizando a una menor como objeto de deseo sexual y por eso concluimos que la publicación del anuncio fue irresponsable y seriamente ofensiva”.
Con ese ánimo, los británicos se sumaron a la disposición de la autoridad francesa y pidieron también a la firma YSL la cancelación de la campaña publicitaria con el argumento de que la delgadez de una de sus modelos era notable.
En tiempos en que la extrema derecha reclama en Europa espacios más amplios para actuar, lo que hacen las autoridades británicas y francesas parece estar muy cerca de la censura. Su actitud recelosa se parece en mucho a la que en fechas recientes ha impuesto criterios en Estados Unidos contra las madres que amamantan a sus hijos en sitios públicos o que ha sacado del Metro campañas publicitarias de ropa interior que muestran a mujeres en calzones o mencionan la palabra menstruación.
Los tiempos, no cabe duda, corren ahora hacia atrás.