La crisis de la legalidad
Iniciemos acentuando que la ley debe estar por encima de todas las personas, debe igualarlas; para ello, concebimos la legalidad como el acto de conocer, respetar, cumplir y difundir la ley y su aplicación para con todos, gobernantes y gobernados, en un acto eminentemente social y político, en todo momento, en todo lugar y en todos los casos.
Aunque cada miembro de la sociedad no comprenda en términos técnicos, todos debemos conocer las normas jurídicas básicas que determinan la organización fundamental del Estado; entender sus alcances, sus límites, las sanciones a las que podemos hacernos acreedores en caso de no cumplirlas y saber cuáles son las autoridades encargadas de crear las leyes, ejecutarlas y solucionar las controversias que surjan de su aplicación. Necesitamos comprender los motivos de creación de nuestras leyes, su función normativa, los beneficios sociales, económicos y políticos que conlleva cumplirlas.
La legalidad debe abandonar la condición de enunciado y disposición para convertirse en hechos y actos deliberados y elegidos.
Considero que la legalidad se encuentra en crisis por la falta de convicción de los individuos -no ciudadanos- frente a la realidad, al no conocer su fundamento, el cual es la propia ley y lo que la letra dice, pero sobre todo, no actuar y vivir bajo sus principios y postulados. Los individuos clamamos por la legalidad, por el Estado de Derecho, sin embargo, cuando es en contra nuestra alegamos la falta de sentido de la justicia; es decir, acudimos a la ley si está a nuestro favor, pero si está en contra la despreciamos y pretendemos su desvalorización total. Pedimos la máxima pena para los que faltan a ella y nos perjudican, pero buscamos su flexibilidad si nosotros somos los infractores. Un ejemplo de ello es la Ley del Talión, que disponía la justicia retributiva. Mediante esta norma se imponía un castigo que se identificaba con el crimen cometido, por lo que no sólo se habla de una pena equivalente, sino de una pena idéntica. La expresión más famosa de esta ley es “ojo por ojo, diente por diente”, aparecida en el Éxodo veterotestamentario; constituye el primer intento por establecer una proporcionalidad entre el daño recibido en un crimen y el daño producido en el castigo, siendo así el primer límite a la venganza. En pocas palabras, desconocemos el valor de la ley porque nadie nos lo ha enseñado, porque no nos hemos formado en ello. He concluido que el respeto social por la legalidad, empieza con el respeto de cada uno de nosotros, sus integrantes, hacia ella.
Creo fehacientemente que hace falta fortalecer la Cultura de la Legalidad, que nos enseñe a vivir tanto en lo cotidiano como en la excepción, dentro de esa forma de vida, porque de poco o nada nos servirá invocarla si no la concebimos así. Toda sociedad, grande o pequeña, nacional o internacional, no es nada sin obligaciones ni responsabilidades éticas y morales mutuas, entre los grupos e individuos que la componen. El respeto entre nosotros y los otros es, simplemente, fundamental, fundante y necesario.