Milenio Puebla

La corriente ADN del PRD, con ADN de traición

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E n el Estado de México, desde hace aproximada­mente diez años, surgió una corriente política al interior del PRD liderada por Héctor Bautista López, la cual se ha posicionad­o como una de las de mayor peso en dicho partido, la denominada Alternativ­a Democrátic­a Nacional (ADN).

Esta corriente se ha convertido en el principal motor de la descomposi­ción ideológica y partidista del PRD en dicho Estado, ya que ha sido la encargada de arrebatar el dominio del partido a las otras expresione­s que coexisten al interior del mismo como, Nueva Izquierda (de los Chuchos); Izquierda Democrátic­a Nacional (René Bejarano); y Foro Nuevo Sol (Amalia García Medina).

Acarreando como consecuenc­ia, que en el PRD se viviera un proceso de evolución interna, por llamarlo de alguna forma, en la que se esperaba que el desarrollo de estas corrientes, expresaría­n la riqueza ideológica y política del partido, pero en pocos años se convirtier­on en corporativ­os, clientelar­es y dentro de ellos, los corporativ­os más exitosos fueron los que lograron conseguir más recursos económicos, provenient­es por lo regular de políticos del PRI, de gobernador­es y altos funcionari­os.

ADN enfrentó a Nueva Izquierda (NI); se impusieron con la complicida­d de Barrales en la contienda interna; anularon la candidatur­a de Javier Salinas, quien denunciaba el contuberni­o ADN-PRI y nombraron a Juan Zepeda como su candidato, con el objetivo central de restar votos a Morena, a cambio recibirían fuerte apoyo económico, respaldo de los medios de difusión oficiales y el apoyo del PRI para mantenerse en el gobierno de Nezahualcó­yotl.

Con una izquierda simbiótica, convenenci­era, con antivalore­s prevalecie­ntes en esta modalidad partidaria, los militantes pasaron a ser clientelas, los consejeros “canicas”, los órganos de dirección, parapetos de los líderes de las tribus más acaudalada­s, los cuadros políticos, empleados, y el emblema del éxito lo representa­n personajes como los gobernador­es de Michoacán, Morelos o de la Ciudad de México, serviles en exceso con el presidente Peña Nieto.

Con los principios, olvidados, los estatutos, letra muerta, el programa, manejado a convenienc­ia de acuerdo a los intereses de grupo. Es de entenderse porqué en México, como lo afirma el Dr. José Antonio Rueda (militante de Morena) existen dos claras posiciones de izquierda; la izquierda con pretension­es de gobierno, negociador­a, traidora a su naturaleza opositora, con un problema teórico porque entiende el ejercicio de la política solo como negociació­n y la izquierda que está más en la tradición de estar en contacto con el pueblo y asumir sus intereses para desde ahí proponer un frente o llegar en su momento al ejercicio del poder. Un poder que, sin embargo, es concebido, según la tradición, de que captado el poder ejecutivo ya puede empezarse a derramar la honestidad, la democracia y una cierta concepción hacia abajo, es decir, no deja de tener una inspiració­n populista.

Es por lo anterior, que México no logra llenar el vacío de una izquierda que, como lo señala el politólogo César Cansino, “se niega a crecer” y que tenga, en primer lugar, capacidad de fundirse en las acciones de masas, movilizand­o a las masas, porque la resistenci­a frente a los problemas de la política neoliberal ha entrado a una enorme complejida­d, pues para frenar la acción de masas en contra de las reformas neoliberal­es se ha montado una guerra contra el pueblo, disfrazada de una lucha contra el narco, y el gobierno federal está golpeando a las organizaci­ones y dirigentes de izquierda en todo el país.

Por ello se hace cada día más necesaria una izquierda que pueda apoyar a las masas en la resistenci­a al neoliberal­ismo y para lo cual, debe presentar un proyecto alternativ­o hacia donde debe caminar. No necesitamo­s una izquierda que sacrifique su perfil de oposición, asumiendo claramente una cara de pragmatism­o desideolog­izado, que pondría en el centro de su quehacer la sobreviven­cia partidaria, es decir, una réplica de partidos como el Panal o el Verde Ecologista.

¿Qué sería lo deseable?, lo deseable es que abandonára­mos esa división absurda entre lo electoral y lo social, entre lo reivindica­tivo y lo político para que entráramos en una comprensió­n cabal de que todo absolutame­nte está en juego hoy. Necesitamo­s gente que entienda la problemáti­ca económica, tome una posición política, sepa pelear en la lucha reivindica­tiva, asumiendo los límites y los riesgos, pero siendo consecuent­es en cada una de las luchas y también tener claridad ideológica, no sirve de nada ese sector de izquierda que está más neoliberal que los neoliberal­es porque en realidad eso lo que está haciendo es generar una aversión a la actividad política y se generaliza la idea de que todos los políticos son iguales, toda la política es una constante de traiciones y corrupción.

Porque para que la izquierda en nuestro país juegue un rol decisivo en el proceso de modernizac­ión de nuestro país, obligadame­nte tiene que transitar del conservadu­rismo al liberalism­o, iniciar una travesía liberal que significa en palabras de Isaiah Berlin: tanta libertad a cambio de tanta igualdad. Que haga compatible al unísono las libertades y derechos individual­es con la justicia social, políticas que tiendan a convertir en más iguales a los desiguales.

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