Amor-dazado: Las pasiones de Spinoza
Hace unos días, una paciente llegó bastante angustiada pidiéndome apoyo para clarificar sus ideas con el siguiente discurso: “No sé si amo a alguien y tampoco sé si soy correspondida”, ante lo cual sólo alcancé a decirle: “Dichosa tú, porque no saberlo es amor”. Su mirada se perdió unos minutos, se mordió su labio inferior y respondió: “Pero yo quiero una prueba de amor, necesito tener certeza, no puedo no saber”. Ahora le dije: “Si no estuvieras capacitada para considerar la idea del amor, entonces no la podría exponer”. Lo que me recordó a Baruch de Spinoza, quién 340 años posteriores a su muerte nos susurra que el amor es una alegría acompañada por la idea de una causa exterior. Es decir, el amor es una realidad que el hombre puede experimentar y captarla con el entendimiento.
No es mi intención caer en la banal divulgación de Spinoza, ni aplicar una “lectura analfabeta Spinoziana” descrita por Deleuze (En Tatián, 1990) y tan común en los actuales experimentadores existenciales. Mi propósito es dejar patente que el amor se define por aquello de lo que es capaz. Así, si bien somos seres potenciales y activos en el sentido amoroso, también estamos sometidos pasivamente a las potencias amorosas de otros, esto es lo que Spinoza llama “causa externa”. Las pasiones amorosas configuran un escenario extraño: “No ser yo mismo la causa de un efecto que se ha producido en mí, sino que la causa de ese efecto es exterior.”.
Lo que nos mueve son las pasiones y éstas, se ven modificadas en los encuentros o desencuentros amorosos en el mundo. Spinoza nos advertirá de que “todo lo excelso es tan difícil como raro”.
Al saber que se nos ama, ya no hay necesidad de buscar el saber, y en ese momento inician otros problemas igual de complejos. La naturaleza misma del amor es la incógnita y la duda, por lo que desear saber que se nos ama y buscar una razón última por la cual amamos, implica no entender, la idea del amor.
El que ama,es aquel que decididamente sabe cuáles son las certezas disponibles en su relación amorosa para comprender y manejar de mejor modo las incógnitas.
Por ello, las pasiones amorosas tienen una dosis de padecimiento, igual que Petrarca, el renacenista quién cuenta que estando en el mercado vio pasar a una mujer de mirada clara, con una cabellera negra a la que olió y disfrutó visualmente por un instante para quedar perdidamente enamorado, nunca volverla a encontrar y a quién le dedicó miles de pensamientos plasmados en “Poemas para Laura” ¿Acaso el amor, en definitiva para Spinoza, podría ser el camino que nos conduce a nosotros mismos, a la perseveración en nuestra esencia?