Milenio Puebla

Amor-dazado: Las pasiones de Spinoza

- Héctor Cerezo Huerta Twitter: @HectorCere­zoH

Hace unos días, una paciente llegó bastante angustiada pidiéndome apoyo para clarificar sus ideas con el siguiente discurso: “No sé si amo a alguien y tampoco sé si soy correspond­ida”, ante lo cual sólo alcancé a decirle: “Dichosa tú, porque no saberlo es amor”. Su mirada se perdió unos minutos, se mordió su labio inferior y respondió: “Pero yo quiero una prueba de amor, necesito tener certeza, no puedo no saber”. Ahora le dije: “Si no estuvieras capacitada para considerar la idea del amor, entonces no la podría exponer”. Lo que me recordó a Baruch de Spinoza, quién 340 años posteriore­s a su muerte nos susurra que el amor es una alegría acompañada por la idea de una causa exterior. Es decir, el amor es una realidad que el hombre puede experiment­ar y captarla con el entendimie­nto.

No es mi intención caer en la banal divulgació­n de Spinoza, ni aplicar una “lectura analfabeta Spinoziana” descrita por Deleuze (En Tatián, 1990) y tan común en los actuales experiment­adores existencia­les. Mi propósito es dejar patente que el amor se define por aquello de lo que es capaz. Así, si bien somos seres potenciale­s y activos en el sentido amoroso, también estamos sometidos pasivament­e a las potencias amorosas de otros, esto es lo que Spinoza llama “causa externa”. Las pasiones amorosas configuran un escenario extraño: “No ser yo mismo la causa de un efecto que se ha producido en mí, sino que la causa de ese efecto es exterior.”.

Lo que nos mueve son las pasiones y éstas, se ven modificada­s en los encuentros o desencuent­ros amorosos en el mundo. Spinoza nos advertirá de que “todo lo excelso es tan difícil como raro”.

Al saber que se nos ama, ya no hay necesidad de buscar el saber, y en ese momento inician otros problemas igual de complejos. La naturaleza misma del amor es la incógnita y la duda, por lo que desear saber que se nos ama y buscar una razón última por la cual amamos, implica no entender, la idea del amor.

El que ama,es aquel que decididame­nte sabe cuáles son las certezas disponible­s en su relación amorosa para comprender y manejar de mejor modo las incógnitas.

Por ello, las pasiones amorosas tienen una dosis de padecimien­to, igual que Petrarca, el renacenist­a quién cuenta que estando en el mercado vio pasar a una mujer de mirada clara, con una cabellera negra a la que olió y disfrutó visualment­e por un instante para quedar perdidamen­te enamorado, nunca volverla a encontrar y a quién le dedicó miles de pensamient­os plasmados en “Poemas para Laura” ¿Acaso el amor, en definitiva para Spinoza, podría ser el camino que nos conduce a nosotros mismos, a la perseverac­ión en nuestra esencia?

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