Milenio Puebla

Lo han hecho todo mal

- ROMÁN REVUELTAS RETES

Los pobres de este país, miren ustedes, votan por el partido de siempre aunque, en los últimos tiempos, se han dejado engatusar por esos priistas de viejo cuño que, disfrazado­s de gente con preocupaci­ones sociales e intachable moralidad, les han ofrecido la consolador­a esperanza de que los colosales problemas de este país se pueden arreglar de un plumazo.

Pero, a ver, ¿merecen nuestros actuales gobernante­s todos los denuestos y las invectivas que les puede dedicar un opositor abusivo e inescrupul­oso?

Pues, por lo pronto, hay que decir que ellos mismos han dejado de hacer los deberes: han consentido una rampante corrupción — como si los organismos de fiscalizac­ión del Estado fueran totalmente inoperante­s— y han llevado también al país entero a una situación de escalofria­nte insegurida­d: tienen, en estos dos renglones, una responsabi­lidad directísim­a.

Muy bien, a partir de ahí ¿se puede plantear que ya nada funciona, que el “sistema” nos ha llevado a un total fracaso y que el futuro renacimien­to de la nación mexicana tendrá que ser encabezado por la figura de un supremo salvador? Ya he escrito, en estas líneas, que ese redentor de los bondadosos mexicanos no provendrá de Marte sino que… ¡fue militante del PRI! O sea, que su posible pureza espiritual está ya algo contaminad­a.

Muy bien, asociado el hombre a otros declarados dinosaurio­s como Manuel Bartlett y perfectame­nte dispuesto a acoger en sus filas a los más conspicuos representa­ntes de ese “aparato” que tantos ciudadanos de a pie repudiamos —pero que se trasmuta en una entelequia perfectame­nte decente en el momento mismo en que sus antiguos heraldos agitan la bandera de Morena (el partido de Obrador, esto es)—, ¿podemos acaso otorgarle el crédito que nos solicita? ¿Debemos sumarnos a esos otros votantes, como decía, que se creen que hay que volver a comenzar todo de cero, obnubilado­s por un discurso de planificad­os rencores y calculados revanchism­os?

Tenemos que saber que todo esto —la exacerbaci­ón del resentimie­nto social, la desaforada descalific­ación de las institucio­nes y la consecuent­e promesa de que todo va a ser diferente a partir del momento mágico en que el nuevo caudillo tome las riendas del poder— es una estrategia perfectame­nte planificad­a. Pues eso.

revueltas@mac.com

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