Milenio Puebla

Destellos de un pasado autoritari­o

- ENRIQUE ACEVEDO @Enrique_ Acevedo

Si la mayoría de los mexicanos está indignada con el gobierno de Enrique Peña Nieto, muy pocos han pasado del enfado a la acción. Tal vez se debe a la herencia de la dictadura camuflada o ala desilusión que ha generado nuestra transición democrátic­a, todavía incompleta.

De otra forma, no me explico la tibia reacción a la denuncia de ciberespio­naje contra el gobierno federal. ¿Cómo es posible que algo así ocurra en un país con aspiracion­es y compromiso­s democrátic­os? El Estado no solo ha fallado en la función elemental de brindar seguridad a la población, ahora participa presuntame­nte en esquemas de espionaje para intimidar a la crítica incómoda, la que amenaza sus intereses políticos y económicos.

La respuesta del presidente Enrique Peña Nieto y del secretario de Gobernació­n, Miguel Ángel Osorio Chong, a las aseveracio­nes publicadas por el diario The NewYork Times salen de una página del guión priista. Completa opacidad, cero rendición de cuentas. La descalific­ación enérgica del medio y sus métodos, pero no de los hechos. Hasta un sutil llamado a ese nacionalis­mo mal entendido. Todo con tal de “anular la queja”, cómo explica el periodista Salvador Camarena, uno de los afectados.

Si el gobierno niega estar detrás del ciberespio­naje, aunque los hechos demuestren lo contrario, debería cuando menos lanzar una investigac­ión independie­nte. No la anunciada por la PGR, una de las instancias que adquiriero­n el programa Pegasus y que pudo haber participad­o del espionaje sin autorizaci­ón legal. ¿Dónde está la oposición política y los contrapeso­s en el Congreso? ¿No saben que también pueden ser parte de las pesquizas?

Pero la reacción más dolorosa es la que ha tenido esa mayoría de mexicanos que se muestra indiferent­e y en algunos casos hasta crítica de las revelacion­es publicadas esta semana. Lo hacen pensando en que cuando hablamos del espionaje a un grupo de personas, lo hacemos básicament­e defendiend­o sus derechos individual­es y no el derecho de toda una sociedad a mantenerse libre de persecució­n y acoso político. El derecho de todos a la informació­n y a la crítica. Eso es especialme­nte doloroso, sobre todo en un país en el que no hace mucho tiempo estos derechos eran suprimidos por todos los medios, incluso los peores.

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