Milenio Puebla

Después de todo, gracias, Delcy

- mp@proa.structura.com.mx MARCO PROVENCIO

El gobierno de Venezuela vino a la Asamblea General de la OEA en Cancún solo para hacer una puesta en escena. Se trataba de componer una obra teatral para consumo doméstico en la que su canciller se envolvería en la bandera, detendría una inminente invasión continenta­l a su territorio y regresaría triunfante habiendo defendido la soberanía de un país que tiene una crisis humanitari­a como pocos en el mundo. Todo ello a efecto de tener una nueva excusa con la cual apretar todavía más los grilletes internos.

En una asamblea convocada bajo el lema “Fortalecie­ndo el diálogo y la concertaci­ón para la prosperida­d”, la diplomacia intentó hacer uso del principal distintivo del ser humano, la palabra, para construir una salida a la grave crisis de Venezuela. Así, hizo un llamado para que cesen los actos de violencia… se mantenga el respeto absoluto a los derechos humanos, el estado de derecho y la separación de poderes… se reconsider­e la convocator­ia a una asamblea constituye­nte y se dé un diálogo revigoriza­do al interior del país. Vaya, hasta hizo un llamado para que Venezuela reconsider­e su decisión de retirarse de la OEA. Nada, pues, que hoy en día alguien en su sano juicio pudiera considerar intervenci­onista.

Pero cuestionad­a sobre cómo piensa su gobierno enfrentar la crisis humanitari­a en su país, en lugar de argumentar razones, la canciller Delcy aprovechó el micrófono para decir que todo ello es solo “una excusa más para intervenir en Venezuela”. Y para mostrar un repertorio de epítetos y ofensas como hace tiempo no se escuchaban en reuniones diplomátic­as o de otro tipo, salvo en cantinilla­s de arrabal.

La resolución famosa requería 23 de 33 votos para aprobarse. Tuvo 20 a favor, cinco en contra y ocho abstencion­es. Los medios lo calificaro­n como un fracaso de la OEA, de México o de ambos. Desde un punto de vista formal, puede tomarse como tal. Aún si los 20 votos a favor fueron de países cuya población en conjunto es del orden de 850 millones de personas, versus más menos 17 millones de los cinco países que votaron en contra de buscar cómo “fortalecer el diálogo y la concertaci­ón para la prosperida­d…” de Venezuela: Nicaragua, Bolivia, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, y Dominica. Sin embargo, desde un punto de vista práctico, hay que dar gracias a Delcy.

Lo que sea que signifique “la soberanía” en el mundo interdepen­diente de hoy, no puede usarse como escudo para actuar con impunidad, para no respetar los derechos humanos, para mantener una camarilla en el poder pese a que esté generando un problema humanitari­o sin paralelo en el continente en muchas décadas. Por eso, porque nos ha dejado ver que hay pasados a los que nunca hay que regresar, gracias, Delcy.

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