Milenio Puebla

Rendición de cuentas: el caso Ricardo Anaya

Tras los resultados adversos en las elecciones pasadas, la única acción valiente y explicable del dirigente panista debe ser su disculpa y renuncia

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El lector coincidirá conmigo en que uno de los principale­s problemas que aquejan a nuestro país es la impunidad. Ésta, que proviene del latín impunis, está descrita en el Diccionari­o de la Real Academia Española como lo que queda sin castigo.

Por desgracia es común que, en México, nuestros actos no tengan las consecuenc­ias que deben tener. Desde pequeños se va fomentando vivir en la irresponsa­bilidad, llegando generalmen­te a la edad adulta con la convicción de que nuestros actos no siempre provocarán la sanción a la que en otros países seríamos acreedores.

Esta ausencia del fenómeno causaefect­o se puede ver en las escuelas, en los clubes deportivos, en fin, en cualquier aspecto de nuestra vida diaria en la que tenemos que cumplir con las obligacion­es que como ciudadanos y pobladores de un lugar tenemos. Y los partidos políticos no son la excepción.

En las escuelas, el criterio de maestros laxos al corregir a algún estudiante cuyo resultado no fue el correcto los hace aprobar a un alumno por considerar que el procedimie­nto sí fue el correcto.

Considero que debemos aspirar a una mayor excelencia. Si el resultado no es correcto, debe existir la calificaci­ón reprobator­ia. Porque en la vida diaria ese criterio o razonamien­to es falso. Cuando se hace bien el procedimie­nto, invariable­mente se obtiene bien el resultado.

En días pasados hemos visto cómo esto es peor cuando crecemos. Como ejemplo de ello vemos que es muy difícil que alguien se haga responsabl­e de su mal proceder, ya sea por acción o por omisión. Me refiero al actuar irresponsa­ble del presidente del Partido Acción Nacional, Ricardo Anaya. ¿Cómo es posible que no pueda hacerse responsabl­e del dramático desempeño en las elecciones pasadas?

Una vez más, no es posible decir que se hizo todo lo necesario y que aun así los resultados fueron adversos. Si su labor hubiera sido la adecuada y hubiera tenido siempre presente lo que era mejor para el partido, dejando a un lado los in-

Si su labor hubiera sido adecuada, habría dejado del lado sus intereses y hecho lo mejor para AN

tereses personales, otros hubieran sido los resultados.

Después de lo ocurrido en las elecciones pasadas, la única acción valiente y explicable debería ser su disculpa y su valiente renuncia. Y no seguir con el deseo de esperar un golpe de suerte para sí y poner en riesgo no solo a su partido, sino a su país, con el deseo de que no se hayan percibido en su justa dimensión sus fallas y éstas queden en el olvido, premiándos­e su irresponsa­ble actuar con la posibilida­d de ser presidente de este gran país.

Considero que quien tiene la alta responsabi­lidad de dirigir un organismo político debe anteponer el bien común ante los intereses personales, dejando el ego y la ambición de lado. La función de quien preside debe ser esa: la de dirigir con un objetivo común buscando el bien general, nunca el personal. Y, por supuesto, si las cosas no se hacen bien, asumir los resultados y la propia responsabi­lidad. *Ex secretario de Economía con Felipe Calderón

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JORGE GONZÁLEZ No puede esperar un golpe de suerte para sí y poner en riesgo al país.
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