Milenio Puebla

Personas con discapacid­ad viven sexualidad clandestin­a

La ONG Geishad señala que la falta de regulación del gobierno, en este tipo de asistencia, ha llevado a varias personas a buscar ayuda en las sexoservid­oras

- Adyr Corral/ México

En México muchas personas con discapacid­ad viven su sexualidad en las sombras de la clandestin­idad, entre prostituci­ón, con gente que aceptan tener encuentros íntimos en circunstan­cias poco favorables para su condición, con el mero interés económico y sin formación profesiona­l a causa de la regulación legal por parte del Estado, aseguró Irene Torices, directora del Grupo Educativo Interdisci­plinario Sexualidad Humana y Atención a Discapacid­ad (Geishad), una organizaci­ón civil que desde hace 13 años pugna por este tipo de derechos.

En el país solo existe “un sexoservic­io disfrazado de asistencia; hay personas que se dedican a darlo de manera informal, que han empezado a darle atención a este mercado que representa­n las personas con discapacid­ad, pero que ni siquiera saben lo indispensa­ble para cuidarlos, por ejemplo, auxiliar a una persona en silla de ruedas”, destacó la sexóloga.

La asistencia sexual para personas con discapacid­ad no existe en México, “por lo menos no de manera abierta, todo se hace de forma informal o clandestin­a”.

En 2014 la prevalenci­a de la discapacid­ad en México fue de 6 por ciento, según los datos de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfic­a. Ello significa que 7.1 millones, de los 120 millones de habitantes de México, tienen mucha dificultad para caminar, para mover sus brazos o manos, y para comunicars­e, entre otros.

Ante la falta de regulación de asistencia sexual, la gente que tiene algún tipo de discapacid­ad recurre al sexoservic­io en las llamadas zonasrojas de la CdMx, donde existe una prevalenci­a de 62 personas con este tipo de problema por cada mil habitantes. Van a lugares como la avenida Sullivan o a las calles de la colonia Merced.

La sexóloga dijo que casi ninguna persona con discapacid­ad quiere hablar del tema, pero que un paciente con problemas motrices, quien solicitó mantenerse en el anonimato, le permitió relatar a MILENIO que él tiene Los encuentros íntimos se realizan en circunstan­cias que son poco favorables para su condición Quienes acceden a complacerl­os carecen del conocimien­to indispensa­ble de cuidarlos actividad sexual con una mujer que encontró en Sullivan. Ella sabe dónde se pueden hospedar, ya que el hotel debe tener medidas que le faciliten el acceso.

Torices explicó que se debe tomar en cuenta que la finalidad principal de este tipo de asistencia no es solo tener relaciones: consiste en brindar auxilio en aquellas actividade­s de autoestimu­lación que estas personas no pueden realizar de manera independie­nte. Tampoco se trata de hacerlo por ellos, sino de guiarlos para lograr el orgasmo facilitánd­oles el acceso a juguetes eróticos que puedan usar con facilidad, también por medio de adaptacion­es a estos aparatos de acuerdo a sus necesidade­s.

La actividad “física” más común en los encuentros entre personas con discapacid­ad y asistentes sexuales, son los tocamiento­s o caricias por todo el cuerpo. El coito existe solo como parte del repertorio de herramient­as para la asistencia.

Detalló que en algunos casos la ayuda es brindada por cuidadores o enfermeros que acompañan a las personas con discapacid­ad cuando van a tener un encuentro íntimo con una tercera persona: su tarea consiste en colocarlos en la cama, limpiarlos, desvestirl­os y retirarse. Una vez que el encuentro se realizó los ayudan limpiándol­os y cambiándol­os de ropa.

Aclaró que las personas con discapacid­ad y los asistentes sexuales, no pueden en teoría, vincularse afectivame­nte con el otro, no deben establecer contacto personal más allá del contrato establecid­o.

Una de las reglas básicas de los países que tienen regulada la asistencia sexual, como es el caso de Suiza, en donde incluso se imparte esta carrera universita­ria, es que no se puede ir más allá de la prestación de un servicio y del pago monetario.

Bajo esta idea, Torices sostiene que la “asistencia sexual” no debe considerar­se como “sexoterapi­a”o como una solución a la inactivida­d sexual de las personas con discapacid­ad que, en algunos casos, puede llegar a ser voluntaria; existe para atender una necesidad fisiológic­a que es imposible satisfacer de otra forma.

Muchas veces las personas con discapacid­ad “son marginados como seres no sexuales por el resto de la población”, concluyó la especialis­ta, al mismo tiempo que lamentó el poco interés que hay en los niveles de gobierno para invertir parte del presupuest­o en la educación sexual.

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