Milenio Puebla

LA VIDA SIN ARTE ES UNA ESPECIE DE PRISIÓN INFERNAL

El pintor tapatío se adentra a las profundida­des de su labor artística y narra los pormenores de la obra “El hijo de la Guerra Fría”, óleo con el que incursiona en la colección permanente del Museo de Arte Contemporá­neo de la CdMx

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Sentado frente a mí, Samuel Meléndrez narra sus vivencias de infancia en un entorno comunista y detalla el contexto en el que nació la serie que hospeda la pintura “El hijo de la Guerra Fría”: “Paradójica­mente la historia se repite de manera circular y ascendente en los tiempos actuales de la guerra fría reeditada. En el nuevo enfrentami­ento que hay entre Rusia y los poderes occidental­es y es como si no hubiéramos avanzado, como si estuviéram­os repitiendo la historia. Es la inevitabil­idad de una confrontac­ión histórica, que está destinada a no desaparece­r” explica y agrega: “Es increíble que a estas alturas aún estemos con el temor de una confrontac­ión nuclear tal cual lo vivimos en los años 70 y 80, la reaparició­n de esos miedos y esos terrores, ese pánico, ese miedo, ese temor a la inevitabil­idad de la destrucció­n”. En esta perspectiv­a del caos y la destrucció­n, ¿cuál es el papel del arte? Difícilmen­te el arte puede incidir para cambiar algo, éste tiene sobre todo un valor testimonia­l y con esto tratar de aminorar las consecuenc­ias de las contradicc­iones sociales. El arte en ese sentido serviría como vehículo para expresión de la poesía, el misterio y la poesía. Yo los veo en el terreno de la magia. Sobre todo a la poesía como médula del arte, es la capacidad de afrontar con aplomo la inevitable condición trágica del hombre y el inexorable paso del tiempo o de la muerte y el caos. Imagínate una vida sin arte, sería como si de repente se nos concretara el infierno Orwelliano, en el cual la vida sería una especie de prisión infernal. ¿Cómo sería el mundo sin música, pintura, danza, cine? Sería la dictadura más bestial hecho una realidad. Es por eso que todo régimen tiende a controlar el arte, tanto en el comunismo como en la democracia occidental. En nuestra civilizaci­ón hiperfinan­ciarizada, hay un culto necrófilo hacia la riqueza y el dinero y de desprecio hacia las manifestac­iones culturales, nosotros somos testigos y víctimas de eso con los recortes presupuest­ales dentro de las políticas neoliberal­es. Eso es una manera de irle restando posibilida­des, de ir nutriendo nuestra posibilida­d por medio del arte. Cuando hay esa tendencia en la sociedad es una manera de irte matando el espíritu. Y frenar un desarrollo… Frenar el desarrollo espiritual del hombre es una manera de esclavizar­lo o de someterlo y es lo que está pasando. Somos testigos al ver cómo lo que nos quieren vender como cultura es cada vez más miserable y paupérrimo. Expresado toda esta decadencia en las expresione­s más chafas del arte pop y de la cultura popular. Y del arte contemporá­neo, aquel en el que está primero el discurso antes que la obra… Eso es todo un problema, yo veo el arte contemporá­neo desde una posición en la que me provoca mucha contradicc­ión, porque al mismo tiempo no se le puede negar su carácter de movimiento cultural, enraizado en antecedent­es muy poderosos de la vanguardia del siglo XX; pero al mismo tiempo me provoca mucha perplejida­d el fenómeno del arte contemporá­neo como expresión de lahiferf in anciación del a cultura, de cómo el movimiento del arte contemporá­neo ha sido el pilar fundamenta­l de un fenómeno de especulaci­ón financiera, expresado en una burbuja de incontenib­le ascenso, de esos objetos que ahora representa­n lo más vanguardis­ta según sus promotores. Esas expresione­s en las que parece haber una especie de guerra hacia lo emocional encajan perfectame­nte con el modelo de la producción de ganancia desmedida sin esfuerzo, a partir de un activo financiero que puede ser cualquier cosa. Desgraciad­amente en el arte conceptual es más importante la idea que el objeto. De ahí que Donald Trump podía traer tan volátil el peso y mover los mercados, aunque aún no fuera presidente… Estamos en una situación muy trágica, en el estado del capitalism­o en el que nos encontramo­s ya ni siquiera funcionan las reglas de la economía clásica, el capitalism­o se ha financiado en exceso. Esas son tendencias que van a acabar con la democracia liberal. En este contexto social político y económico, cito una declaració­n que diste hace unos años, ¿tu obra es una gran labor de necedad que afirma que la pintura va a permanecer como una técnica primordial en el arte? Si, a pesar de que la pintura ya no es la técnica reina de las artes visuales, el género de la pintura y el dibujo ha sobrevivid­o al intento de anulación que se promovió desde las vanguardia­s ultra conceptual­es, porque hay una tendencia natural de los artistas a expresarse mediante técnicas centenaria­s como la pintura y el dibujo, porque no solo son técnicas con un fuerte arraigo cultural, sino que está inscrito en los genes de la naturaleza humana. Tu discurso teórico, o al menos el que podemos ver en esta serie, viene de referencia­s de tu infancia o de aspectos que siempre hacen un llamado a la nostalgia… El arte se trata de expresar tu experienci­a, eso es lo más importante. Si tienes algo que decir va a ser vital lo que has vivido y esa es una de las claves para hacer obras visuales poderosas, para llamar la atención en cualquier expresión artística. Esa es la manera en la que la obra tiene vida propia y empiezan a difundirse en la sociedad. ¿Cuál fue tu primer acercamien­to a la pintura? Si nos vamos a regresar la cinta yo te puedo hablar de los recuerdos que tengo de mi primera infancia, cuando tenía tres o cuatro años. De mis primeras esculturas hechas con plastilina. Traigo una tendencia natural a expresarme a través de la forma y el dibujo. Pero te diré que estando en la Facultad de Filosofía y Letras de Guadalajar­a, de repente me llegó como una fase incontenib­le la necesidad de dibujar y pintar y empecé a hacerlo. Fue tan fuerte ese llamado que dije “tengo que tomarlo en serio”. No es solamente que haya sido una decisión correcta, si no que era inevitable. Vi que entraste a la Universida­d de Artes en Guadalajar­a, pero algo pasó y decidiste seguir con una educación autodidact­a… ¿qué pasó? Ahí hubo un impuso de rebeldía. Evidenteme­nte las escuelas de arte tienen sus taras y sus vicios, particular­mente en nuestro sistema educativo las escuelas de arte siempre tienden a ser el patito feo, eso se refleja en descuido de las mismas institucio­nes hacia sus escuelas, eso pasa un poco en la Universida­d de Guadalajar­a, en la cual en ese tiempo no era un gran centro gravitacio­nal artístico, aunque si le debo mucho del contacto que un artista tiene con la superficie en blanco para tratar de expresar algo. Te ayuda a conformar tu incipiente personalid­ad artística. A causa de ese impulso de rebeldía me salí de la escuela junto con otros compañeros y puse mi primer taller, comencé a plasmar todas esas necesidade­s plásticas que estaban brotando y de manera instintiva comencé a observar el paisaje urbano y comencé a dibujarlo y pintarlo. Afortunada­mente encontré de primer momento la manera en la que quería pintar.

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SAMUEL MELÉNDREZ “El hijo de la Guerra Fria”

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