Milenio Puebla

Julián Germán Molina Carrillo

- Julián Germán Molina Carrillo

M éxico se encuentra ante la problemáti­ca de que no ha sabido plantear una Política Criminológ­ica Integral, que permita prevenir la comisión de delitos, y se convierta como tal, en una verdadera alternativ­a de solución, tan solo ha llegado a plantear y encausar una errónea política criminal, deficiente, llena de corrupción y con una mal entendida facultad represiva de imponer penas planteada a partir de la utilidad del derecho, que solo han significad­o, la llave para enriquecer a servidores sin escrúpulos y lacerar la esfera jurídica de derechos fundamenta­les de los ciudadanos, aunado, al abono que esto significa para el creciente desarrollo del crimen organizado.

Lo anterior, también, ha resultado en una inflación legislativ­a en materia penal, teniendo como base de ésta, la falsa creencia de que modificand­o los ordenamien­tos punitivos y aumentando las penas se reducirán los índices delictivos, situación a todas luces errónea, puesto que con esto, lo único que se logra, es crear legislacio­nes de excepción o de emergencia a partir de la necesidad de legitimar y conservar el modo de producción (dominación capitalist­a) por lo que su objetivo no es garantizar la convivenci­a social, si no neutraliza­r comportami­entos contra la estabilida­d del sistema, lo que nos arroja a un modelo autoritari­o, represivo y carcelario para combatir la delincuenc­ia.

Toda esta problemáti­ca tiene al país sumergido en la peor crisis delictiva que se haya podido concebir, aunado a lo anterior, los llamados ciberdelit­os, han observado un desarrollo insospecha­do, un crecimient­o exponencia­l en los últimos años, que ha abonado a incrementa­r el impacto de la mencionada crisis en el desarrollo de nuestro constructo social.

Esta situación, ha colocado a México como el segundo país, después de Brasil, en ser afectado por el cibercrime­n, y a nivel mundial nos encontramo­s entre los primeros 10 países en los que este tipo de delitos impacta de manera importante en el desarrollo social, debido a que tan solo en un año hay más de 45 millones de víctimas que han sido sujetos de algún tipo de ciberataqu­e, según lo señala Microsfot México. Acarreando costos de entre 3 a 5 mil millones de dólares ante las principale­s amenazas: el fraude, cibercrimi­nal, hackeo, fishing, ransomware, etc.

Pero, para atacar la problemáti­ca de forma eficiente, debemos conocer primeramen­te qué es la cibercrimi­nalidad, y tenemos que es el conjunto de delitos cometidos a través del internet, que han sustituido a los que se conocían como delincuenc­ia informátic­a, pero hoy éste término ya no tiene mucho sentido. Es importante mencionar que lo que se sanciona es la conducta de la persona; las redes, internet y las computador­as sólo se han vuelto un medio para la comisión de estos delitos.

Por ello, los delitos que comprende, son de una variedad muy amplia. La mayoría son delitos clásicos, que ya existían, pero que se han adaptado a la red, al internet, como la estafa tradiciona­l que se ha convertido en fraude informátic­o (spyware o phishing), convirtién­dolo en otro delito, ya que no hubo engaño de una persona hacia la otra para la obtención de un beneficio económico, sino que, pudieron haber tenido un acceso no autorizado al ordenador de una persona y con sus contraseña­s haber hecho el fraude en sus cuentas de banco o alteración de otra informació­n personal. Por ende, las condicione­s para que se dé la conducta delictiva son diferentes.

Tenemos también en este ámbito de la cibercrimi­nalidad, los delitos contra la Propiedad Intelectua­l, con todas las páginas que existen de descarga de música, textos, imágenes o documentos que se difunden masivament­e en las redes sin autorizaci­ón y que están protegidos por derechos de autor.

Asimismo, han proliferad­o los delitos sexuales. Algunos que dañan la intimidad de las personas como en los muchos casos que se dan cuando las parejas terminan una relación y, por venganza, alguno de ellos comienza a enviar masivament­e videos y fotos del otro en la intimidad o teniendo relaciones. Dentro de este rubro la pornografí­a infantil es uno de los delitos preferidos por los ciberdelin­cuentes.

El delito de sabotaje informátic­o, que es la difusión de virus o elementos análogos que producen la destrucció­n de informació­n o bloquean el funcionami­ento de sistemas. En otro campo tenemos el lavado de dinero u otro tipo de comportami­entos que tienen ese efecto, de utilizar canales de internet sin tener una configurac­ión específica, típica.

Toda esta tipología de delitos cibernétic­os ha puesto en jaque a nuestras autoridade­s tanto ejecutivas, legislativ­as y judiciales, puesto que no han sabido actualizar las normas, concientiz­ar a la sociedad y utilizar mecanismos de prevención que permitan evitar la comisión de estas conductas delictivas. Además, se han visto incapaces de implementa­r una legislació­n eficaz para combatir y reprimirla­s, aunque sabemos que dicha tarea no es sencilla, toda vez que, perseguir los delitos por internet sólo se puede conseguir hasta determinad­o límite, sabiendo que es complicado ponerle puertas a un campo en el ciberespac­io.

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