Veredicto: Culpable de enseñar
S i los alumnos no egresan con el perfil profesional esperado, el responsable es el profesor. Si el sistema educativo no logra los estándares de calidad, nuevamente el profesor es el villano de moda. Si una institución educativa desea entrarle al juego perverso de las certificaciones, aumentan sus bajas y muestra un liderazgo mediocre ¿Qué creen? ¡Es culpa de los profesores! Me frustra moverme en una época en la que predomina una concepción educativa de mercado y en la que formar “profesionales”, equivale a diseñar en serie productos de prestigio social carentes de sensibilidad, pensamiento crítico y empatía; aspectos que demanda una sociedad polarizada, fanática y centrada en la feroz competencia. Las aulas son los microescenarios de todas aquellas tragedias que vendrán después ¿Cómo vincular el aprendizaje a sus dimensiones contextuales en la vida real? ¿Cómo lograr que nuestros estudiantes, además de ejercer e investigar sobre una disciplina, logren alzar la voz de una nación despedazada? ¿Cómo lidiar con el sello indeleble de las instituciones educativas; la incertidumbre? ¿Cómo comprender que los “mejores” no ocupan los puestos estratégicos? ¿Cómo contener espacios laborales que enferman? El supuesto determinismo social de Freud (1973), Vygotsky (1979) y Marx (1976), no niega la posibilidad de la libertad humana. Simplemente la despoja de todos sus ropajes idealistas y mostraron la verdad desnuda en toda su unión dialéctica de contrarios; la posibilidad de libertad humana dada en la sociedad va de la mano con la posibilidad de opresión. En sentido estricto, no somos lo que queremos ser, somos lo que podemos ser.
En los espacios donde intento enseñar, cotidianamente plasman la realidad del aprendizaje, al dejar claro que el aprendizaje puramente académico conduce a la alineación del individuo de sus semejantes y eventualmente de sí mismo. Así que, “aprendizaje auténtico” es solo aquel que promueve desarrollo cognitivo, mientras que “aprendizaje” es simplemente incorporación de hechos en la memoria permanente. El primero es la integración de nueva información en una estructura previamente construida, mientras que el segundo es información nueva pero desconectada de la estructura.
Dicho esto, estoy cerrando clases de verano, termino unas e inicio otras. Y como acusa Barrada (2017), lo hago entre pereza e ilusión. La pereza se me va en cuanto piso el aula y la ilusión me dura hasta acabar el curso. Ni les cuento de los directores y universidades que permanentemente tratan a los profesores e investigadores como mitómanos. Al respecto, es revelador la reflexión de Lomnitz (2016). Al profesor se le obliga a probar la verdad de cada cosa que pone en su currículum. Y así el currículum mismo “ese conjunto de renglones y cuartillas” se convierte en fetiche, es el espejo de obsidiana, de nuestra academia. Es el símil “agregaría yo- de las selfies eróticas: “Curriculito, curriculito, tan bello y tan engordadito, de cuanto currículo hay en estas tierras ¿Cuál será el más abultadito? En fin, a seguir caminando.