Trump deja la defensa de valores liberales a Merkel
El presidente de EU ya alejó a muchos aliados, pero ninguno tiene un costo más alto que el daño a la relación de Washington con Berlín
La líder del mundo libre recibe hoy a Donald Trump. Es la tercera ocasión en que Angela Merkel, la canciller de Alemania, se reúne con el presidente de Estados Unidos. Esperemos que la tercera sea la vencida.
En las dos ocasiones anteriores, Trump reprendió a Merkel por el superávit comercial de Alemania y le presentó una enorme factura por el dinero que, afirmaba, le debe Alemania por su defensa.
Trump ya alejó a los líderes de muchos de los aliados de Estados Unidos. Ninguno tiene un costo más alto que el daño a la relación de EU con Alemania. Las acciones de Trump de esta semana determinarán hasta qué punto Alemania y Europa deben tomar ahora su “destino en sus propias manos”, como dijo Merkel de una forma tan dramática.
En el manifiesto electoral de su partido la semana pasada, Merkel dejó de describir a EU como un “amigo”. Se relegó a Estados Unidos a “socio”. Con Trump en el mando, incluso eso puede ser mucho pedir. Sin embargo, vale la pena ponderar por qué Alemania —a diferencia de Estados Unidos en la era de Trump y de Gran Bretaña con el brexit— tiene una mejor comprensión de los valores liberales occidentales que sus aliados de habla inglesa.
De acuerdo con la óptica mundial de Trump, debería ser al revés. Alemania recibió aproximadamente 800 mil refugiados sirios en los últimos dos años. Estados Unidos menos de 20 mil. Por lo tanto, sobre una base per cápita, Alemania absorbió 160 veces más refugiados que el país que se construyó sobre la base de inmigrantes.
El abuelo alemán de Trump, Frederick Trump, quien se registró como Frederick Trumpf en Ellis Island en Nueva York. Hizo mucho dinero con la fiebre del oro de Estados Unidos y posteriormente se le negó la residencia en Alemania porque eludió el servicio militar. En aquellos días, Estados Unidos le daba la bienvenida a todos. Según la medida de Trump, Alemania ahora debería estar convulsionada por el terrorismo islamista.
El mes pasado, la Corte Suprema de Estados Unidos confirmó en su mayoría la prohibición de Trump para viajeros procedentes de seis países de mayoría musulmana, algo que también detiene a más refugiados de Siria.
La prohibición de Trump explícitamente se etiquetó como una medida antiterrorismo. Sin importar que los refugiados no hayan atacado suelo estadunidense desde 2001. Sin importar que ninguno de los atacantes del 11 de septiembre proviniera de esos seis países.
Merkel, por el otro lado, sabe que la mejor manera de detener el terrorismo es mediante la construcción de confianza en las comunidades de donde provienen. Mientras más satanice Trump a los musulmanes, más profunda es la amenaza interna en Estados Unidos.
También vale la pena preguntarse por qué Alemania es relativamente inmune a las fuerzas populistas que atormenta a otras democracias. Al contrario del Reino Unido, Estados Unidos e incluso Francia, la clase dirigente alemana se mantiene ganando la aprobación pública. Merkel se ve con una alta probabilidad de ganar un cuarto periodo en el cargo en septiembre. Un factor clave para eso es cómo trata a la fuerza laboral que no tiene ha recibido 160 veces más refugiados sirios que el de Estados Unidos educación universitaria. Evita el error de los países de la anglosfera de tratar a las personas sin una educación universitaria como “no cualificados”.
Las clases medias de Alemania, por lo tanto, están bien capacitadas y razonablemente bien pagadas. Además, obtienen algo de dignidad de su estatus. Trump adora a las personas “con baja educación”. En Alemania valoran su alta capacitación. La diferencia no solía ser tan grande. Durante la guerra fría, Estados Unidos y Reino Unido mitigaron el atractivo ideológico de la Unión Soviética al demostrar que a la clase trabajadora le iba mejor en el capitalismo occidental que en el paraíso de los trabajadores. Ganaron el argumento. Y más tarde, rápidamente lo olvidaron. Debido a su historia desastrosa, Alemania no lo olvidó. Hoy en día vemos los resultados.
Los presidentes estadunidenses, entre ellos Trump, argumentan con razón que el éxito de Alemania en la posguerra se apoyó en el paraguas nuclear de Estados Unidos. Eso era cierto. Que siga de esa manera depende de la tan esperada reunión bilateral de Trump con Vladímir Putin de Rusia.
Los servicios de inteligencia alemanes trabajan tiempo extra para contrarrestar los intentos rusos de alterar sus elecciones generales. El año pasado, un sitio ruso inventó una historia de que una adolescente de Berlín fue violada de manera colectiva por un grupo de inmigrantes musulmanes. Tomó tres días desacreditar la historia. Para entonces, el daño estaba hecho.
En contraste, Trump minimiza el papel de Rusia en las elecciones del año pasado en Estados Unidos. Le restó valor a los hallazgos de sus propios servicios de inteligencia sobre la interferencia rusa.
Las investigaciones sobre la presunta colusión de su campaña con el Kremlin neutralizaron la capacidad de Trump para llevar a cabo una política exterior. Putin lo sabe. Cuando se reúnan se formará una opinión de Trump. La lectura que haga del presidente de EU puede tener grandes consecuencias.
Merkel ya formó su opinión de Trump. También entiende a Putin. Desafortunadamente, no son lecturas positivas. El futuro de Occidente, y los valores que defiende, ahora descansan en gran medida sobre sus hombros.
El gobierno alemán