Letreros idiotas en vez de realidades comprobables
Enciende la tele, escucha la radio u hojea las páginas de un diario y verás una carretada de cacareos de dependencias oficiales, aderezados de la patrañera divisa de que “este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa”. Una auténtica mamada, o sea.
Digo, si las cosas funcionaran cabalmente en este país no habría necesidad de aclaración alguna porque los ciudadanos percibiríamos en automático la realidad como es, con todas sus bondades, sin que nadie tuviera que soltarnos frasecitas idiotas. Pero no: hemos decidido enmascarar las interminables carencias que conllevamos en lo público a punta de rimbombantes leyendas, como si de veras fuéramos una nación civilizada en lugar de un territorio avasallado por una escandalosa falta de seguridad jurídica, y así, poniendo letreritos inanes, por ejemplo, a la entrada de los restaurantes (no en todos, ojo, en las fondas y las taquerías de barrio no figura inscripción alguna) —“En este establecimiento no se discrimina por motivos de raza, religión, orientación sexual, condición física o económica, ni por ningún otro motivo” (lo mejor es lo de ningún otro
motivo, qué caray, porque, luego del tema de la religión — como si uno llevara anunciado el catolicismo o el protestantismo en los trapos de marca, oigan— o de que pudieres comportarte desaforadamente homosexual en el café de la esquina, el resto de los posibles motivos de exclusión me resulta ya muy indescifrable)—, así, repito, pretendemos borrar el implacable racismo de los mexicanos y la escandalosa desigualdad social o, volviendo al caso de los programas gubernamentales, la descarada utilización de los recursos públicos para inclinar la balanza en las elecciones: lo único que nos falta, cuando lleguen los dadivosos militantes de los partidos políticos a repartir tinacos, mochilas, materiales de construcción o, de plano, dinero contante y sonante, es que gruñan la consigna de que no pretenden “fines distintos a los establecidos en el programa”. Ajá.
La insufrible palabrería de los demagogos está alcanzando la dimensión de una verdadera epidemia en México.