Milenio Puebla

LLEVA 54 AÑOS COMO PELUQUERO

Francisco tomó su primera lección a los 13 años, en 1963

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D esde cortes extravagan­tes, afeitadas hasta peinados clásicos ha realizado a lo largo de su vida al frente de su peluquería, donde sus clientes más asiduos, le han convertido en su confidente, consejero y le han depositado la esperanza de lucir mejor.

De sus 67 años de vida, Francisco García Castelán, 54 los ha dedicado a peluquero. Cuenta que esta profesión le ha brindado muchas satisfacci­ones. La mejor de ellas formar a sus tres hijos y ahora a sus nietos.

Además de sumar muchos amigos. “Muchos de ellos o casi todos iniciaron como mis clientes. Inicié en la peluquería que perteneció a mi hermano Manuel, quien fue el que me enseñó. Pero no fue grata esa experienci­a. Entonces te enseñaban a golpes, así me formé”.

Su primera lección la recibió en 1963, entonces, contaba con 13 años de edad. Su mentor le llevaba 20 años y su hermano mayor, Daniel, también se dedicó al mismo ofi cio. Tenía 22 años más que él.

Añade que, lo primero que le instruyero­n, fue a tomar las tijeras y luego le hicieron abrir y cerrarlas durante horas a lo largo de varias semanas. “Era muy doloroso y cansado. Un día le dije a mi hermano que para qué tenía que hacer eso, que me parecía tonto estarlo haciendo. Su respuesta, además de un ‘manazo’, fue: ‘ y si un día estás cortando el cabello y se te cansa la mano vas a dejar el corte a la mitad o qué vas a hacer’. No le volví a decir nada y con el tiempo descubrí que tenía razón. Porque hay días en que pasas horas sin parar haciendo cortes”.

Completa que en la época de entrada de los niños a las escuelas llegaba a hacer hasta 60 cortes en un día. “Acababas bien agotado. Bien rendido. Eso es mucha chamba porque por muy rápido que lo hagas lo haces en más de quince minutos, ahora veo que en menos de diez minutos te meten pura máquina y se acabó, te quitan tus centavos rápido”.

Recuerda que sus primeras tareas fueron como “chicharito”, es decir, el ayudante que lustraba el calzado, aseaba la ropa del cliente con un cepillo para retirar el pelo tras el corte y le ofrecía colonia o perfume para complement­ar el servicio.

“Entonces la gente cuidaba mucho su presentaci­ón. Había gente que acudía semana a semana, los sábados después del trabajo, a la peluquería. Se les rasuraba y se les hacia un retoque en el corte del pelo. Se veían pulcros, elegantes y hasta los atuendos eran diferentes. Los hombres siempre portaban saco y sombrero. Eran otros tiempos. Se hacían cortes clásicos, el buzz, el corte largo, el de lado, el lateral, así como a la brush y los casquetes, ya sea corto o largo”, comenta.

Destaca que hace unas décadas no había tanta competenci­a en el rubro y eso incrementa­ba la demanda y a la vez el trabajo.

“Cuando tenía más o menos como diecisiete años me independic­é. Con la ayuda de mi padre puse mi peluquería en el barrio de El Alto. Se llamaba ‘El Cuñado’. El nombre surgió porque tengo varias hermanas y los vecinos y conocidos así me empezaron a decir por maldadosos. Como así

me conocían, pues decidí ponerle dicho nombre al establecim­iento. Entonces había mucho trabajo. Eran dos los locales y llegué a tener bajo mis órdenes hasta a seis trabajador­es”, rememora.

Anota que en esos locales estuvo durante 42 años y “si me salí fue porque ya las casas estaban muy viejas y supuestame­nte las iban a tirar, pero sino yo seguiría hasta este momento ahí en ese lugar”.

Apunta que está bonanza se mantuvo, todavía, hasta la década de los ochentas, pero con la proliferac­ión de las estéticas se vinieron para abajo los ingresos.

“Anteriorme­nte existían los salones de belleza para atender a las damas y las peluquería­s a los caballeros (...) se puede decir que se murieron las peluquería­s con la apertura de las estéticas porque los cortes empezaron a ser de medidas y yo aprendí cuando las máquinas eran manuales, no había eléctricas todavía y complement­abas o se puede decir que hacías todo el corte a pura tijera”, menciona.

LOS CORTES SE HAN CONVERTIDO DE FANTASÍA

Para “El Cuñado”, actualment­e, los cortes se han convertido como de más fantasía, “la cabeza de la persona la han agarrado como si fueran a dibujar los cortes, porque ya les ponen las rayas, una rueda, les ponen algunas grecas, ya se ha vuelto hasta cierto modo más fino, porque ahora ya van sobre medidas. El corte se usa como si fuera el de hace años el militar, pero a esto le han metido otros estilos, por eso se llama estética, por los estilos que han salido y que vienen, básicament­e, de los europeos, de los italianos. Se puede decir que los cortes se volvieron de más calidad y más caros”.

Rememora que cuando se inició en esta práctica cobraban por este servicio 40 centavos y actualment­e se llega a cobrar en una barbería, que se está retomando actualment­e, hasta 600 pesos.

Asegura que él aprendió también las labores de barbero y que aunque estas son básicament­e las mismas sí han sufrido modificaci­ones. De entrada apunta que ya no se emplea por cuestiones de salubridad la navaja de barbero sino desechable­s, “y en mi tiempo tenía que afiliar mis navajas y mis tijeras. Tenía una piedra especial para afilar”.

Asevera que, actualment­e, existen tijeras de medidas, “desde entre sacar o con cuatro entradas dependiend­o del grueso de tu dedo y que cuestan ocho mil pesos y ya no se afilan, son autoafilab­les. Antes solo tenías unas tijeras con su colita de apoyo para que las sostuviera­s bien. Costaban unos treinta pesos y eran unas buenas tijeras. También, las navajas eran de una excelente calidad. Alemanas”.

En otro tema, aunque acepta que sí hay jóvenes que desean dedicarse a peluqueros, Francisco García menciona que son los menos, “son pocos por el precio, por lo que ganan, porque si aprendes barbería o a atender a las damas con sus cortes, peinados y aplicacion­es tienes un mejor ingreso. Es por eso que desechan ser solo peluqueros y optan por el estilo de estética”.

Finalmente, da a conocer que además de sus hermanos, quienes ya falleciero­n, contó con otro maestro: Carlos Zamora Sánchez.

“Él formó a muchos maestros. Murió hace como cuarenta años. Él me dijo una vez que cuando supiera afilar bien mi navaja y tijeras y lograra ‘pulir’ un corte sólo empleando las tijeras podría considerar­me maestro peluquero, de lo contrario seguiría siendo un aprendiz. Con el correr de los años volvió para verme trabajar y fue grato escuchar sus felicitaci­ones”, concluyó.

EL POSTE O TUBO DE COLORES DE LAS PELUQUERÍA­S

Segurament­e ha visto en alguna ocasión alguna barbería o peluquería masculina que junto a su entrada porta un poste, tubo o cilindro móvil con los colores blanco, azul y rojo. Este tradiciona­l emblema tiene su origen en la Edad Media.

En esa época, los barberos además de rasurar barbas y cortar cabellos también realizaban extraccion­es dentales, sangrías y cirugías menores.

La operación de sangría se hacía sentando al interesado subiéndole la manga de su ropaje y haciéndole sujetar con la mano un palo, con eso las venas principale­s del brazo se hacían visibles y el barbero abría una de ellas con una lanceta.

Abierta la vena el paciente apretaba el madero y dejaba que la sangre corriera por su brazo desnudo hasta un recipiente o palangana situada en la base allí para ese efecto.

La operación se mantenía hasta que el cirujano considerab­a que sus clientes habían perdido la cantidad de sangre suficiente para purgar alguno de los humores malignos que se acumulaban en la sangre. Por ejemplo, la llamada “flegma” o flema, o el humor negro. Más conocido por su nombre en griego: melancolía.

Al finalizar esta labor, los barberos enrollaban las gasas o trapos ensangrent­ados en los postes para ponerlos a secar.

Aunque también lo hacían para anunciar su actividad, pues la población en su mayoría era analfabeta, por lo que al ver los postes blancos con esas bandas rojas enrolladas sabían que era un cirujano barbero.

En 1745, en Inglaterra, hubo una ruptura en el Venerable Gremio de Barberos (fundado en 1308) creándose la Sociedad de Cirujanos, que acabó por convertirs­e en 1800 en el Real Colegio de Cirujanos.

Así se separaron ambas profesione­s. Para distinguir­se unos de otros se acordó utilizar el blanco y el rojo para el símbolo del recién creado Colegio de Cirujanos, y añadir el color azul al de los barberos.

Douglas Starr en su “Historia de la sangre”, publicada en español en el año 2000, cuenta que en la década de 1920, en Estados Unidos, todavía había médicos rurales que considerab­an útil “ventilar una vena”, es decir, abrirla para sacar sangre como tratamient­o de alguno de sus pacientes.

Este es, pues, el origen de esos artefactos que vemos ante las peluquería­s o barberías actuales.

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Asegura que él aprendió las labores de barbero y aunque son básicament­e las mismas sí han sufrido modifi caciones.
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Las labores de peluquero no son las mismas que las de un barbero.
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Hay quienes optan por el estilo de estética.
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Actualment­e se llegan a cobrar en una barbería hasta 600 pesos.
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Cuando se inició en esta práctica cobraban por este servicio 40 centavos.

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