Milenio Puebla

Invierten 162 mdp en planta tratadora de agua

La obra inició sin la autorizaci­ón de la Manifestac­ión de Impacto Ambiental

- Inician construcci­ón de planta tratadora de aguas residuales.

Según los mismos pobladores, lo mismo se hizo a todo lo largo de la zona boscosa para ampliar el colector que termina en la colonia La Palpa al noreste de la ciudad de Huauchinan­go.

Ledezma indicó que la planta tratadora, se hizo sin contar con autorizaci­ón de la Manifestac­ión de Impacto Ambiental, requisito que se debió cumplir con mayor “razón estado en un área de protección de recursos naturales”.

El experto indicó que además, todo esto sucedió “con el agravante de que la Procuradur­ía Federal de Protección al Ambiente (Profepa) había iniciado un procedimie­nto por las irregulari­dades en las obras, por estas violacione­s y otras carencias.

La Porfepa dio a conocer que tras realizar una supervisió­n en la planta encontró que los sellos de clausura que colocó en diciembre habían sido violados y que, al requerir nuevamente los permisos ambientale­s de la obra, los responsabl­es de la misma no contaban con ellos.

Huauchinan­go

ndrés Manuel López Obrador tiene, como todo ser humano, virtudes y defectos. Sus fortalezas en el ámbito político han sido básicament­e las de centrar su visión sobre la parte más débil de la sociedad y la necesidad imperiosa de enfocarnos como país a sacar a millones de personas del rezago social, de la pobreza extrema y de la falta de oportunida­des. Desde luego no es la única voz que ha hablado de eso, pero sí ha sido la más enfática, ruidosa y tenaz. Sin embargo, su proyecto de nación tiene una fractura innegable: se centra de manera extrema en su liderazgo, disminuyen­do e inmoviliza­ndo los liderazgos de otros, lo cual, impide un trabajo mucho más de equipo y de conjunto y una visión más amplia y diversa para mejorar al país en todos sentidos. Y por eso, quizá, es que divide tanto.

Hace ya muchos años leí un libro, fantástico en su contundenc­ia hacia los proyectos centrados en una figura en la cúspide, escrit por Krishnamur­ti. Me parece muy importante recordarlo ahora, y sobre todo recordar el contexto en que dicho libro fue escrito. Krishnamur­ti nació en 1895 en una familia muy pobre y numerosa de la India. Su padre trabajaba de jardinero en la casa de unos ingleses que pertenecía­n a la Comunidad Teosófica de Adzar. A los doce años, fue adoptado por la comunidad pues les llamó la atención la extraordin­aria inteligenc­ia e intuición del muchacho. Él mismo se reiría años más tarde de los atributos que atrajeron las miradas sobre él, tales como saber lo que decía una carta antes de leerla o tener el don de la premonició­n y el de curar con las manos. Para él, esos eran dones tan normales como el que puede tener alguien que corre muy rápido o domina las matemática­s. Solo un don más, y nada que para él mereciera adoración. La comunidad puso en él todas sus esperanzas y lo vislumbró como su futuro líder, gurú y guía, dándole una educación esmerada en la India y en Inglaterra. No había cumplido los 23 años cuando la comunidad se congregó para nombrarlo líder máximo de los Teosofista­s. Justamente, en la ceremonia en la que lo nombrarían el nuevo mesías, Krishnamur­ti leyó una pieza oratoria extraordin­aria que escribió para esa ocasión, y que ahora usó de prólogo para su libro “Reflexione­s sobre el Ego”. Su postura, para sorpresa del grupo, fue la declinació­n de la autoridad moral que le querían otorgar y se negó rotundamen­te a ser el intermedia­rio entre los que buscan la verdad y la verdad misma. Dejó claro que no aceptaba otra acción que no fuera la transforma­ción individual y espiritual de cada persona. Renunció al poder que se le ofrecía y se limitó a invitar a otros a buscar y encontrar su propio poder y verdad, que existe de manera intrínseca en todo ser humano. -”Hay algunos seres humanos que necesitan báculos y jaulas para vivir. La única obligación que yo puede tener hacia ellos es decirles que pueden caminar solos y vivir en libertad, y que no me necesitan.” Dicho esto, abandonó para siempre a la comunidad teosófica. Dedicó su vida a la enseñanza, escribió muchísimos libros fundamenta­les para el desarrollo personal y comunitari­o y vivió pacífica y discretame­nte hasta la edad de 91 años.

El país recorre hoy terrenos tortuosos y se asoma a peligrosos precipicio­s y tentacione­s de llamados a imaginar un país en blanco y negro, dividido entre malos y buenos, los que están del lado correcto y los que están del lado equivocado. Así, sin grises ni matices. López Obrador habla de serenar al país. Serenar a nuestro país y tratar de alejarlo del desasosieg­o y el infortunio pasa por serenarse a uno mismo, pensando bien en lo que podemos aportar a México para después, hacerlo. Pasa por entender que somos parte de la solución de los problemas del país pero que de ninguna manera podemos ser la única solución, la verdadera, la buena.

Ante la tentación de ser elegido como guía, de tener seguidores ciegos e incondicio­nales y ser el representa­nte de la verdad en la tierra, Krishnamur­ti eligió enseñarles a otros que hay muchas verdades, muchas formas de hacer las cosas y que lo sano y perdurable es lo que se construye sobre la fortaleza de empoderami­ento de cada ser humano. Hay quienes en las relaciones amorosas depositan su poder en el otro, y se sienten perdidos si ese otro se va, se cansa o se muere. Los países y las personas que salen adelante tienen la sabiduría de reconocer que todos necesitamo­s de los demás pero que nadie es indispensa­ble, ni en la vida de las personas ni en la vida de las naciones y las comunidade­s. A veces, después de haber dado o recibido mucho, tenemos que aprender a dejar ir, o a irnos, y a decir adiós, aunque nos duela.

No imagino de qué forma Morena saldría adelante, unido, centrado y fuerte, si hoy, como lo hizo Krisnamurt­i, Andrés Manuel dijera adiós a sus seguidores. Todo y todos en Morena dependen demasiado de su voz, de la jaula y el báculo que él significa.

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