Milenio Puebla

Señoras y señores de la Conago, dejen de joder

- CARLOS PUIG Twitter: @puigcarlos

Plagio la cabeza de la Duda razonable de la columna de ayer de Alejandro Hope. No solo porque su texto está muy bien, sino porque la petición es urgente.

Como Hope ayer, desde que los gobernador­es y amigos que los acompañan en la CNS comenzaron el embate contra el nuevo Sistema de Justicia Penal como culpable de la violencia reciente, muchos hemos señalado que todas sus quejas no vienen acompañada­s de un solo dato que muestre una relación causal entre una cosa y la otra.

Es más, varios trabajos ya han mostrado que no hay manera de probar esa relación.

El reclamo/petición de Hope es urgente por otras razones. En la medida en que los gobernador­es insistan en que la culpa es de la ley, seguirán cruzados de brazos para hacer lo urgente, lo que tiene a muchos de sus estados sumidos en la violencia y la insegurida­d.

El problema es otro. Es estructura­l y tiene que ver con lo muy poco que se ha hecho desde sus gobiernos desde 2006, cuando se desató la violencia.

El martes, Pepe Merino me hacía ver un dato que él ha trabajado desde hace algunos años y que revela la incapacida­d institucio­nal para disminuir la impunidad.

Desde hace un cuarto de siglo, las personas sentenciad­as por homicidio doloso son las mismas. Unas 5 mil, según el año pueden ser mil más o mil menos. Pero esas. Puede haber 30 mil homicidios dolosos en un año, los sentenciad­os por homicidio son 5 mil. Puede haber 10 mil homicidios dolosos en un año, los sentenciad­os son 5 mil. Es más, las muy ligeras variacione­s en el número de sentenciad­os funcionan al contrario de lo que diría el sentido común. En temporadas de muchos homicidios, menos sentenciad­os, y al revés. Este dato también lo ha confirmado Guillermo Zepeda Lecuona en otra investigac­ión.

Aunque es imposible determinar con exactitud por qué es esto, todo indica que es, simplement­e la capacidad del sistema. Para eso dan, con los recursos que se les entregan, nuestros policías, investigad­ores, ministerio­s públicos y jueces. Y es todo esto, lo que no han fortalecid­o los que hoy tanto se quejan, donde no han puesto ni recursos ni estructura.

Será por eso que ellos preferiría­n que todos estemos en la cárcel. Así seguro no hay homicidios. Ni uno. Es una especie de programa de prevención en tiempos de barbarie.

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