Frenan paramédicos voluntarios cifras de muertos en protestas
Estudiantes de medicina se colocan en la línea de fuego para socorrer a heridos
Tras 108 días de protestas en Venezuela, el saldo es de 96 muertos. Sin embargo, la cifra sería aún mayor si no fuera por los paramédicos voluntarios, jóvenes estudiantes de medicina que se colocan en la línea de fuego para atender a los lesionados.
El grupo se formó en 2014, año de protestas contra Nicolás Maduro, y se reactivó hace unos meses, cuando los futuros médicos descubrieron que las corporaciones gubernamentales, e incluso la Cruz Roja, no atiendían en el lugar a los manifestantes heridos.
Su lógica es clara: si los asisten durante los primeros 60 minutos, la llamada “hora dorada”, sus posibilidades de vivir son mayores. “Hemos visto lesiones por explosiones y por armas de fuego, además de amputaciones traumáticas. La mayoría de los pacientes son manifestantes, pero también atendemos a los policías”, comenta a MILENIO su coordinador en Caracas, George Simon.
Un día sí y otro no, desde hace tres meses, se reúnen para salir a campo. Así ocurre cada vez que la oposición convoca a alguna marcha que, inevitablemente, será reprimida. En abril eran 30 miembros y han logrado crecer a 200. Son estudiantes de medicina u odontología de la Universidad Central de Venezuela (UCV), asistidos por 96 médicos especialistas.
Su punto de reunión es el centro comercial Sambil de Caracas, donde se colocan sus chalecos y cascos antibalas, revisan sus máscaras antigás e insumos. Además, rezan tomados de las manos “para ayudar mientras podamos” y se cuentan iniciando con el número dos. El uno, un compañero suyo, falleció recientemente al ser arrollado por una camioneta en medio de las protestas. El peligro de su labor los ha obligado a adoptar prácticas internacionales, como si estuvieran en una zona de guerra. Actualmente, aplican el Protocolo de Cuidados Tácticos (TCCC, por sus siglas en inglés), diseñado por la OTAN para la asistencia en entornos hostiles.
Se movilizan en motocicletas y se colocan en lugares estratégicos, a la espera del choque entre los manifestantes y las fuerzas del Estado. Tarde o temprano, comienzan a llover los perdigones y los gases lacrimógenos, por lo que 75 por ciento de sus consultas se relaciona con asfixia, contusiones y fracturas. Pero también han salvado vidas. “A ustedes no les hacemos nada, así que no estén dando show”, les dice un guardia nacional al pasar junto a ellos, mientras corretea a un grupo de jóvenes.
Agrupados con el emblema de la Cruz Verde, son poseedores de un récord: hoy tienen más salidas a campo y atenciones que cualquier otro grupo de paramédicos en América Latina. Pero sobre todo, a su corta edad, ya defienden el juramento que harán al concluir sus estudios. “La juventud venezolana nos está dando una lección. Yo no estaría aquí si no fuera por ellos”, afirma su coordinador, un cirujano de 56 años. “Han dado un paso al frente y asumido la responsabilidad de construir la Patria que ellos quieren”.
Desde abril, el número de brigadistas creció de 90 a 200; uno de ellos murió atropellado